El artículo 6.2 del Estaputo exige que todo el mundo sepa la jerigonza
polaka por huevos. Cuando la medida entre en vigor -¡hay que pasmarse!-, a
cualquier residente en Catalonia podrá exigírsele de la noche a la mañana
que hable el vernaculés. Esto parece cosa como de las peniculas de la mula
Francis. Puede llegar a ser algo así como el cambio de hora de cada
equinoccio, pa la cosa del ahorro de luz, sólo que por una vez y no más: A
las cero horas del día (el que sea), usted pasará a ser forzosamente
polakochamullante, o así pues. A la guan, tu, zri,
eb-bribodi nau: Setze jutges d'un jutgat...
Los que más contentos están con las medidas aceptadas por Zapatroski, del
que no me cansaré de decir que es el gobernante más irresponsable que ha
dado la nación española -incluidos Godoy y Fernando VII-, son los miles de
funcionarios del Estado que a causa de las nuevas competencias entregadas a
la Cheneralidaz, como por ejemplo puertos y aeropuertos, deberán convertirse
a la tercera señal en unos perfectos dominadores de una jerga tribal que no
se les exigió cuando opositaron a la función pública. Todos estos futuros
"polakochamullantes" andan tirando bengalas y descorchando botellas de champán de la
Viuda.
No hace mucho los más de 30.000 funcionarios del Estado destinados en
Catalonia le han enviado una carta al presi Zapatroski para que les aclare
su futuro. Me temo que aquí, como decía la canción y visto el grado de nula
responsabilidad que a todas horas exhibe Mister Bean, la respuesta está
meridianamente clara: "el futuro es muy oscuro trabajando en el carbón".
El asunto de los 30.000 funcionarios no es moco de pavo. Si
damos por hecho, de acuerdo con la media de la población, que más de un 50%
de esos funcionarios no tienen al catalán como idioma materno. Y le
aplicamos, además, el factor de corrección de la clase funcionarial, que
suele proceder de otras regiones y sólo va destinado a Catalonia cuando no
tiene otras plazas que elegir, no sería exagerado afirmar que nos hallamos
ante una cifra de 20.000 empleados públicos cuya carrera administrativa se
enfrenta a dos posibilidades:
Namber guan: Quedarse destinado en Catalonia y que le den una silla y un
lápiz para que no haga nada (en castellano) hasta que se jubile, postergado
para los restos mientras contempla cómo le ponen de jefe a cualquier
papanatas con carné de adicto al Régimen. Lo que representaría amargarle la
vida y convertirle en un mueble, ya que son muchas las personas que a la
edad adulta son incapaces de dominar a la perfección un segundo idioma, por
más esfuerzos que hagan.
Namber tu: Salir de de Catalonia cagando metrasha, sacudiéndose el polvo
de los zapatos a la altura del Ebro, y continuar en zona normalizada con una
profesión a la que, con gran frecuencia, ha costado una barbaridad llegar si
a la titulación exigida le sumamos algunos años opositando para lograr
acceder no siempre en el primer intento.
Me inclino a creer que la inmensa mayoría de los funcionarios optará por la
solución 2, lo que equivale a que ellos y sus familias, un colectivo que
puede ascender con facilidad a 50.000 personas, habrán sido desplazados como
consecuencia de un nuevo invento vanguardista del tipo progre de las
sonrisitas y las cejas depiladas.
Los charnegos a Siberia; que se jodan, por jacobinos.
Vamos, al más puro estilo stalinista.