Nueces
Muerto por dentro
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En mi larga y fructífera vida amatoria solo había tenido una experiencia de este tipo, muy light, con una follamiga a la que le ponía que la inmovilizase mientras follábamos. No es un cosa que a mí me excite especialmente, pero me agrada satisfacer fantasías ajenas y me pone ver cómo se excita ella.
La cuestión es que por vías que no vienen al caso, conocí a una chica y quedamos para tomar una cerveza. Acabamos en su casa follando, como personas normales. La segunda vez ya me mostró un ramalazo que identificaba de la anterior follamiga. Se puso agresiva, como intentando pelear conmigo y agredirme, pero yo me limite a sujetarla e inmovilizarla para que no se hiciese daño. Lo interpreté como parte del juego de la excitación y volvimos a follar como hacen las personas de bien. Ha sido la tercera vez cuando se ha quitado la máscara y se ha desatado.
Se puso sexualmente muy agresiva y empezó a forcejear conmigo y soltarme guantadas en la cara, que la verdad, me tocaban bastante los cojones. Tuve que hacer un inciso, un tiempo muerto, para preguntarle de qué coño iba esto y si es que le molaba todo este rollo. Me dijo que sí, acordamos una palabra y aunque, ya digo, a mi este rollo no me va, tampoco iba a dejar pasar la oportunidad y probar. Me sacudió de lo lindo ante mi descolocación y candidez, pagando la novatada, en un vano intento por provocarme.
Decidí meterme en el papel y empecé por sujetarla e inmovilizarla, más que nada para que no me diese más. Hasta que ella me pidió que le pegase. Me entró la paranoia. ¿Cómo voy a sacudirle a una tía que apenas conozco y que da muestras de no tener todo en orden en la azotea? ¿Y si le dejo una marca, va a un hospital a por un parte de lesiones y me denuncia por maltrato o violación?
Como estábamos tumbados, yo encima de ella, sujetándole las muñecas por encima de su cabeza con una mano, con la otra me dedicaba a sujetarle la cara para besarla o tocarle las tetas. Volvió a insistir en que le pegase. Le solté una tímida bofetada en la cara, casi una caricia. No le hizo gracia y me pidió que le hiciese daño. Comencé a soltarle tortas cada vez más fuertes, intentando ver cuál era su límite. No tenía. Le arreé un hostión que me acojoné, pero eso era justo lo que ella reclamaba y se puso a mil. La estaba violando a la vez que dejándole la cara fina y Bibiana Aído no estaba ahí para verlo.
Cuando se me inflaron un poco las pelotas, porque me resultaba un poco desagradable y violento y ya tenía roja hasta mi mano, le dí la vuelta, la puse a cuatro patas, le agarré del cuello y le estrelle la cara contra el colchón mientras terminaba mi faena, dándole palos en el culo. Al volver a metérsela me di cuenta de que aquello estaba como las cataratas de Iguazú, es decir, que le encantaba toda la situación. Al terminar estuve mirando disimuladamente cómo había quedado aquello, pero nada, todo bien; rojeces en cara, muñecas y nalgas.
Como soy de naturaleza curiosa, no pude evitar preguntarle por el origen o motivo de todo aquello. Me dijo que que en el resto de parcelas de su vida era una persona dominante, con tendencia a ejercer mucho control en su entorno y que en el sexo le gustaba relajarse y sentir todo lo contrario; ser sumisa y sentirse sometida por la fuerza. Me convenció. Durmió conmigo para asegurarme de que no iba corriendo a un hospital.
La cuestión es que por vías que no vienen al caso, conocí a una chica y quedamos para tomar una cerveza. Acabamos en su casa follando, como personas normales. La segunda vez ya me mostró un ramalazo que identificaba de la anterior follamiga. Se puso agresiva, como intentando pelear conmigo y agredirme, pero yo me limite a sujetarla e inmovilizarla para que no se hiciese daño. Lo interpreté como parte del juego de la excitación y volvimos a follar como hacen las personas de bien. Ha sido la tercera vez cuando se ha quitado la máscara y se ha desatado.
Se puso sexualmente muy agresiva y empezó a forcejear conmigo y soltarme guantadas en la cara, que la verdad, me tocaban bastante los cojones. Tuve que hacer un inciso, un tiempo muerto, para preguntarle de qué coño iba esto y si es que le molaba todo este rollo. Me dijo que sí, acordamos una palabra y aunque, ya digo, a mi este rollo no me va, tampoco iba a dejar pasar la oportunidad y probar. Me sacudió de lo lindo ante mi descolocación y candidez, pagando la novatada, en un vano intento por provocarme.
Decidí meterme en el papel y empecé por sujetarla e inmovilizarla, más que nada para que no me diese más. Hasta que ella me pidió que le pegase. Me entró la paranoia. ¿Cómo voy a sacudirle a una tía que apenas conozco y que da muestras de no tener todo en orden en la azotea? ¿Y si le dejo una marca, va a un hospital a por un parte de lesiones y me denuncia por maltrato o violación?
Como estábamos tumbados, yo encima de ella, sujetándole las muñecas por encima de su cabeza con una mano, con la otra me dedicaba a sujetarle la cara para besarla o tocarle las tetas. Volvió a insistir en que le pegase. Le solté una tímida bofetada en la cara, casi una caricia. No le hizo gracia y me pidió que le hiciese daño. Comencé a soltarle tortas cada vez más fuertes, intentando ver cuál era su límite. No tenía. Le arreé un hostión que me acojoné, pero eso era justo lo que ella reclamaba y se puso a mil. La estaba violando a la vez que dejándole la cara fina y Bibiana Aído no estaba ahí para verlo.
Cuando se me inflaron un poco las pelotas, porque me resultaba un poco desagradable y violento y ya tenía roja hasta mi mano, le dí la vuelta, la puse a cuatro patas, le agarré del cuello y le estrelle la cara contra el colchón mientras terminaba mi faena, dándole palos en el culo. Al volver a metérsela me di cuenta de que aquello estaba como las cataratas de Iguazú, es decir, que le encantaba toda la situación. Al terminar estuve mirando disimuladamente cómo había quedado aquello, pero nada, todo bien; rojeces en cara, muñecas y nalgas.
Como soy de naturaleza curiosa, no pude evitar preguntarle por el origen o motivo de todo aquello. Me dijo que que en el resto de parcelas de su vida era una persona dominante, con tendencia a ejercer mucho control en su entorno y que en el sexo le gustaba relajarse y sentir todo lo contrario; ser sumisa y sentirse sometida por la fuerza. Me convenció. Durmió conmigo para asegurarme de que no iba corriendo a un hospital.