Jose David
Clásico
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- 2 Jul 2006
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Cuenta la leyenda que Juanjo (Juan José, cojones, pero vamos a llamarlo Juanjo) estaba enamorado de una chavala hasta las trancas. Vamos, que llegaba a la típica situación de no comer y apenas dormir, pues sus pensamientos poco prácticos pero enormemente intensos giraban alrededor de la muchacha en cuestión, a la que conocí de vista y de lejos, y que se llamaba (y que yo sepa, aun se llama) Clara.
Pues Clara al parecer no correspondía mucho a Juanjo, de hecho no le correspondía lo más mínimo. Y no debe sorprendernos el hecho de que ante cartas hilarántemente románticas y desesperadas a partes iguales, Clara hiciese muecas de incredulidad cuando Juanjo prometía que nadie podría jamás quererla como él la quería, y que algún día ella le amaría también a él de forma igualmente intensa.
¿De donde venía este amor que Juanjo profesaba a su princesa particular?. Pues no se sabe, pero según parece, él amigo iba diciendo por ahí que sencillamente estaban destinados, que eran almas gemelas, y toda la parafernalia.
La cosa no habría pasado a mayores, y no se habría hecho tan conocida esta historia que seguramente a muchos os sonará, si no fuera porque Clara sufría una dolencia cardíaca, caracterizada por lo visto por la falta de fuerza del corazón para bombear la sangre, pues el tamaño de este era algo mayor de lo normal.
Bueno, pues si, Clara se iba a morir si no le hacían un trasplante, y la cosa estaba cruda, pues eran otros tiempos y no era tan fácil conseguir un corazón así, de buenas a primeras, y menos todavía uno compatible.
Y llegó la hora, meses después, que Clarita estaba en el hospital, y que Juanjo fue a hacerle una visita.
Era tal la desesperanza y tristeza de la ahora convertida en una blanca muñequita de porcelana, delgada y famélica, que buenamente recibió la compañía y la amenidad que Juanjo le proporcionó esa tarde. Y agradecida de veras, pues hacía semanas que sus amigas no la visitaban, con la segura aunque cruel excusa de que no vale la pena perder el tiempo con los prontamente muertos, por lo que Clara sintío, como mencionaba, un sincero afecto por Juanjo.
Así fue que él, antes de irse, le rogó que respondiera muy sinceramente a una pregunta igualmente muy sincera, que no fue otra que: “¿Quieres mi corazón?”.
La chavala, que, no me cabe la menor duda, pensó que Juanjo hablaba metafóficamente, le dio un “si”, pensando que así haría sentirse bien a Juanjo, y correspondería de ese modo a las atenciones que el le prodigaba, y le había prodigado desde hacía tanto tiempo.
Así fue que Juanjo se marchó, y Clara, esa noche, antes de dormirse en compañía de algún que otro familiar, pensando seguramente en su próxima muerte en aquella cama de hospital, no supo que Juanjo le había hecho esa pregunta de la manera que sólo él sabía hacerla: de forma literal.
Juanjo no era muy inteligente, pero si lo suficiente como para preparar y orquestar, de forma totalmente eficaz (y vaya si lo fue) los acontecimientos de forma que Clara recibiera, literalente, el corazón que le salvaría la vida: el suyo propio.
Semanas antes, se hizo donante de órganos, y se hizo análisis de compatibilidad para ver si podía donar su corazón a Clara en caso de fallecimiento (y si, podía), y dejó como última y única voluntad, ante notario, que si él moría, las autoridades sanitarias harían lo posible para que su corazón fuese a pasar a su amada Clara.
Luego se suicidó a base de pastillas.
Juanjo no sabía que la cosa no funcionaba como él creía, y que cuando alguien dona sus órganos, estos entran en una base de datos y se ofrecen al mejor receptor. Pero las pruebas, y la voluntad de este, y sobre todo la casualidad (aunque otros prefieran llamarlo destino), dieron como resultado que su corazón acabase, efectivamente, latiendo en el pecho de Clara.
Y la noticia se hizo pública, y seguro que más de uno la oyó, hará hoy día, más de veinte años.
Por lo que sé, cuando me contaron la historia y me la señalaron a base de miradas disimuladas, Clara se enteró (cómo no) de lo que sucedió, de quién era el corazón donante, y de cómo lo preparó todo para que ella siguiera viva.
Y así fue, cuenta la leyenda, como Clara se enamoró de Juanjo perdidamente, hasta el punto que hizo honor al amor que le profesó, y de cómo el tiempo no significa una mierda, cuando dicho amor decide que va a traspasar cualquier barrera.
Esta es una historia de amor, y de compromiso, y sin duda de locura a raudales.
Pero ahora estaría bien hacer recuerdo, de nosotros mismos y de nuestro entorno, para saber si alguna vez alguien, sin llegar tan lejos, ha amado tanto como para joderse a si mismo con tal de que la otra persona sea feliz. Y si eso fue un gran error, o si por el contrario puede, de alguna forma, elevarnos sobre esta futura carne en descomposición, y hacernos ser MÁS.
¿Algo que contar sobre amor, fronteras y tremendos actos de generosidad debidos al amor, foreros de MI corazón?.
A medida me he preguntado si de verdad existen estos amores mutuamente correspondidos que sin caer en el anterior dramatismo, son lo suficientemente intensos y coordinados como para que los implicados, y todos los demás, crean que son "almas gemelas". A ver que sale de esto.
Pues Clara al parecer no correspondía mucho a Juanjo, de hecho no le correspondía lo más mínimo. Y no debe sorprendernos el hecho de que ante cartas hilarántemente románticas y desesperadas a partes iguales, Clara hiciese muecas de incredulidad cuando Juanjo prometía que nadie podría jamás quererla como él la quería, y que algún día ella le amaría también a él de forma igualmente intensa.
¿De donde venía este amor que Juanjo profesaba a su princesa particular?. Pues no se sabe, pero según parece, él amigo iba diciendo por ahí que sencillamente estaban destinados, que eran almas gemelas, y toda la parafernalia.
La cosa no habría pasado a mayores, y no se habría hecho tan conocida esta historia que seguramente a muchos os sonará, si no fuera porque Clara sufría una dolencia cardíaca, caracterizada por lo visto por la falta de fuerza del corazón para bombear la sangre, pues el tamaño de este era algo mayor de lo normal.
Bueno, pues si, Clara se iba a morir si no le hacían un trasplante, y la cosa estaba cruda, pues eran otros tiempos y no era tan fácil conseguir un corazón así, de buenas a primeras, y menos todavía uno compatible.
Y llegó la hora, meses después, que Clarita estaba en el hospital, y que Juanjo fue a hacerle una visita.
Era tal la desesperanza y tristeza de la ahora convertida en una blanca muñequita de porcelana, delgada y famélica, que buenamente recibió la compañía y la amenidad que Juanjo le proporcionó esa tarde. Y agradecida de veras, pues hacía semanas que sus amigas no la visitaban, con la segura aunque cruel excusa de que no vale la pena perder el tiempo con los prontamente muertos, por lo que Clara sintío, como mencionaba, un sincero afecto por Juanjo.
Así fue que él, antes de irse, le rogó que respondiera muy sinceramente a una pregunta igualmente muy sincera, que no fue otra que: “¿Quieres mi corazón?”.
La chavala, que, no me cabe la menor duda, pensó que Juanjo hablaba metafóficamente, le dio un “si”, pensando que así haría sentirse bien a Juanjo, y correspondería de ese modo a las atenciones que el le prodigaba, y le había prodigado desde hacía tanto tiempo.
Así fue que Juanjo se marchó, y Clara, esa noche, antes de dormirse en compañía de algún que otro familiar, pensando seguramente en su próxima muerte en aquella cama de hospital, no supo que Juanjo le había hecho esa pregunta de la manera que sólo él sabía hacerla: de forma literal.
Juanjo no era muy inteligente, pero si lo suficiente como para preparar y orquestar, de forma totalmente eficaz (y vaya si lo fue) los acontecimientos de forma que Clara recibiera, literalente, el corazón que le salvaría la vida: el suyo propio.
Semanas antes, se hizo donante de órganos, y se hizo análisis de compatibilidad para ver si podía donar su corazón a Clara en caso de fallecimiento (y si, podía), y dejó como última y única voluntad, ante notario, que si él moría, las autoridades sanitarias harían lo posible para que su corazón fuese a pasar a su amada Clara.
Luego se suicidó a base de pastillas.
Juanjo no sabía que la cosa no funcionaba como él creía, y que cuando alguien dona sus órganos, estos entran en una base de datos y se ofrecen al mejor receptor. Pero las pruebas, y la voluntad de este, y sobre todo la casualidad (aunque otros prefieran llamarlo destino), dieron como resultado que su corazón acabase, efectivamente, latiendo en el pecho de Clara.
Y la noticia se hizo pública, y seguro que más de uno la oyó, hará hoy día, más de veinte años.
Por lo que sé, cuando me contaron la historia y me la señalaron a base de miradas disimuladas, Clara se enteró (cómo no) de lo que sucedió, de quién era el corazón donante, y de cómo lo preparó todo para que ella siguiera viva.
Y así fue, cuenta la leyenda, como Clara se enamoró de Juanjo perdidamente, hasta el punto que hizo honor al amor que le profesó, y de cómo el tiempo no significa una mierda, cuando dicho amor decide que va a traspasar cualquier barrera.
Esta es una historia de amor, y de compromiso, y sin duda de locura a raudales.
Pero ahora estaría bien hacer recuerdo, de nosotros mismos y de nuestro entorno, para saber si alguna vez alguien, sin llegar tan lejos, ha amado tanto como para joderse a si mismo con tal de que la otra persona sea feliz. Y si eso fue un gran error, o si por el contrario puede, de alguna forma, elevarnos sobre esta futura carne en descomposición, y hacernos ser MÁS.
¿Algo que contar sobre amor, fronteras y tremendos actos de generosidad debidos al amor, foreros de MI corazón?.
A medida me he preguntado si de verdad existen estos amores mutuamente correspondidos que sin caer en el anterior dramatismo, son lo suficientemente intensos y coordinados como para que los implicados, y todos los demás, crean que son "almas gemelas". A ver que sale de esto.