Mediados de los ochenta, de Navaconcejo a Cabezuela del Valle, en Cáceres. Nos pilla un palurdo tó borrasho y nos lleva a Cabezuela a las fiestas más catetodevolucinadas que he visto en mi vida. El palurdo tiene unos cuarentipico años muy mal llevados, apenas le quedan dientes por el caballo, aunque nos cuenta que ya lo dejó y que está limpio, "los de Proyecto Hombre son buena gente, m'han dejao entrar un puñao de veces". Vamos despacio por la carretera un poco acojonados, porque aunque también vamos algo mamados, es de noche, el camino es una mierda infecta llena de baches, conductors psicóticos, y un supuesto ex yonki conduce bizqueando un R4 que da la impresión de estar a punto de reventar de puro destroce rural. En una curva sin peligro aparente, el ex yonki nos lleva por la cuneta durante unos cincuenta metros, con el consiguiente canguelo de Javi el Negro, que me grita al oído que se ha meado en los pantalones, y es verdad. El palurdo, Abelardo dice llamarse, nos dice que no pasa nada, que esa curva es muy puta, así que rezamos porque el resto del camino sea recto, porque si hay algún terraplén chungo o cercano al río, estamos todos muertos sin remisión, el muy hijo de puta nos dice ya comenzada la marcha, que las puertas sólo se abren por fuera. Llegando a Cabezuela, vemos el cuartel de la Guardia Civil, y Abelardo se pone nerviosísimo y nos dice que nos bajemos allí mismo, que él tiene que ir por otro lado y no nos puede llevar más allá, así que esperamos a que nos abra la puerta del cuatro latas que huele a meados y pedos de cerveza, pero algo se tuerce y oímos una voz cabreada que dice "coño, Abelardo, no te avisé que te echaría un ojo? Hasta los cojones estoy de tus tonterías. Abre el maletero y la guantera, y tus amigos, cagando p'acá y sacando la documentación, que como le estéis ayudando, os van a caer hostias". Nosotros, con la caquita asomando por el esfínter, porque en los ochenta los civiles acojonaban a Satanás, le tratamos de explicar el tema mientras Abelardo lloriquea que está limpio y que y no pasa nada a nadie. Afortunadamente, el verdeman le mira los pantalones a Javi, y al ver el manchón de meaos y las direcciones de los carneses, nos dice, "fuera de aquí ahora mismo, que si os veo hacer alguna gilipollá, os cruzo la cara a tós". La Expedición Sevillana, viendo el percal, pone rumbo a los puestos de las fiestas para pillar pronto una buena curda y olvidar la experiencia, pero todo sale mal y al final de la noche recibimos las prometidas hostias vandeverdes tras una estúpida pelea provocada COMO SIEMPRE, por el negro. Pero eso ya lo contaré en otro hilo.