No es para tanto.
Os contaré por qué me las dejo tanto.
Mi progenitora, una cerda de cuidado que jamás me enseñó nada sobre ningún tipo de higiene, cuando por algún casual veía que tenía las uñas un poco largas (algo razonable no lo de ahora), se ponía a insultarme y decirme que cómo podía hacerle eso a ella, que si andando por la calle me atropellaba un coche y tenían que llevarme a un hospital o algo y quitarme los calcetines, y veían que llevaba quince días sin cortarme las uñas, que qué iban a pensar de ella.
Yo deseando morir, o al menos sin ninguna ilusión por seguir vivo, deseando cumplir los 40 desde los trece años para así poder estar libre de esa gentuza y la puerca me suelta eso. Las uñas sin cortar era el menor de mis problemas.
Teniendo en cuenta que todo el entorno social estaba encantado de ver como mis progenitores me dinamitaban la vida y aprovechaban la mínima para colaborar en ello, dejarme así las uñas, si ofende o molesta a alguien (como a algunos de aquí), me hace sentir bien.