España tiene problemas, pero el independentismo no es uno de ellos. Buena parte de la desafección política proviene de un sistema electoral que aniquila cualquier iniciativa política minoritaria o nueva, bien lo saben en IU, UPyD o incluso Ciudadanos. La estabilidad del Gobierno no puede garantizarse a costa de desproporciones injustificadas en la representación. Si los españoles son plurales, así tiene que ser el Congreso y son los políticos los que están obligados a llegar a acuerdos de gobierno. Es inaceptable que un 40% de los votantes le pase el rodillo al 60% restante. Por otro lado, también hablaba del Senado como una cámara territorial y no la farsa que es ahora mismo.
El independentismo es una ideología legítima, democrática y legal porque en España hay un régimen de libertades en el que lo único sacrosanto es el cumplimiento de la ley, que comprende llevar a cabo cualquier opción política, incluso las que impliquen modificación de la ley. El problema del independentismo de ahora es el problema del incumplimiento de la ley. Sobre los intereses, sentimientos y razones de la gente influyen muchas cosas. Requiere de análisis circunstanciales en cada momento. No es una cuestión que se aborde trampeando la democracia.