Me ha pasado esta tarde y os lo cuento con todo mi amol. En general no ha tenido nada de extraordinario mas alla del cuerpo perfecto y longilineo de una adolescente en plenitud física y desbarajuste hormonal. Ella quería polla y yo tenia una a mano. La queria gorda y grande y la mia daba la talla. La apetecia ver a un rabo dar lo mejor de si mismo y yo llevaba toda la tarde arrullándola con mimo a la espera de una oportunidad. Todo ha sido perfecto y milimétrico como las órbitas planetarias o los poemas de Lorca. Sentido y sensibilidad al servicio del placer.
Tendria unos 20 años, pechos menudos pero firmes, berroqueños, inalterables. Un culo perfecto, rotundo, enfundado un cullotte blanco de encanje del que se escapan las gloriosas redondeces de la parte inferior de sus nalgas. Guapa de cara, mechas de choni y con un gesto de determinación y claridad tremendamente morboso. Yo con una teta ya tengo para varias pajas, pero la señorita ha sido generosa y ha colaborado mostrándome su pulimentanda vulva. Una jovencita preciosa y decidida, lúcida, resolutiva y directa.
En un momento de la conversación ha pronunciado una frase que
ha lanzado mi polla a la estratosfera: "¿Salpicas cuando te corres?" Asi como os lo cuento. Con esa sabiduria, con ese conocimiento de la variedad de eyaculaciones que puede producir un orgasmo. Estaba perfectamente enterada de que a veces las pollas disparan como ametralladoras y otras veces se derrama como magma caliente y densa. A ella le interesaba que salpicaran, que chorrearan a discrección con violencia y sin control.
Lo mejor ha venido al final, cuando mi simiente, el fruto largamente labrado en mis testículos, ha explosionado contra mi mano abierta para recogerlo. Lo ha visto, lo ha gozado y se ha marchado sin despedirse. Como haria un canalla con una puta. Ha conseguido su objetivo y no ha dado ni las buenas tardes. Toda una profesional del cirbersexo que ha seguido con su labor de ordeñar a toda la cabaña fálica de la red. La hamo