rossott rebuznó:
Por supuesto que Hitler era vegetariano. Y lo era por amor a los animales. Los prefería a muchas personas (judens, por ejemplo).
Tenía además la ocurrencia de en medio de una comida en la que algunos de los comensales comían carne, explicar con todo lujo de detalles un matadero que visitó y en el que los operarios hacían su trabajo en medio de charcos de sangre que les llegaban hasta los tobillos. Me imagino que exageraba para producir un mayor efecto entre los comedores de carne. Muchos de ellos relataban que se les quitaban las ganas de comer, con gran hilaridad de Hitler.
Martin Borman, un inútil total pero el perfecto pelota y trepa que hay en todo régimen, se paso al vegetarianismo para complacer al Führer, aunque dicen las malas lenguas que en la intimidad, después de consumir las berzas con el Jefe, se retiraba a su habitación a comerse un buen solomillo en secreto.
Hay una anécdota verídica, que explica la mujer de Göring en sus memorias. La buena señora, que no debía saber muy bien en qué consistía eso de vegetarianismo, invitó una vez a Hitler a una comida privada en su mansión, y para que el Führer estuviera contento (todo el mundo conocía y sufría sus ataques de mala leche), decidió que la comida fuese vegetariana. A la señora no se le ocurrió otra cosa que servir pescado (claro, no es carne, pues genial, al Führer le encantará).
Llega Hitler, pasan al comedor, sirven la comida, que era la misma para todos y la señora Göring le pone personalmente un plato de pescado a Hitler. Éste al principio se sorprende, me imagino que se aguanta las ganas de ponerse a gritar y le dice muy amablemente que él es vegetariano. La señora, le contesta, ya lo sé mi Führer, por eso en su honor no se va a servir carne en la comida. Y Hitler viendo que definitivamente no sólo el gordo Göring era un absoluto inútil, sino que su esposa tampoco le iba a la zaga, le contesta: Claro, claro, señora, y por supuesto el pescado no es un animal, sin duda para usted debe ser una especie de vegetal.
La señora cuenta que no sabía dónde meterse viendo cómo la miraban lo más selecto del régimen nazi presente en la mesa. Me imagino que luego su marido le dio un par de hostias si su gordura y su adicción a la morfina se lo permitió.
Estoy citando de memoria, pues es un libro que leí hace años. Creo recordar que se titulaba "Göring, mi marido" y cuenta bastantes entresijos de lo que era el día a día del régimen nazi visto por alguien que se movía en la cúpula.
He conocido a muchos nazis, y digo nazis serios, no skins ni gentuza de ese estilo y la mayoría eran vegetarianos, me imagino que para imitar al Jefe. Y los que no lo eran, en el fondo se sentían un poco culpables por no poner plenamente en práctica el ideario.
Lo mismo pasaba con el wagnerismo. Muchos eran sinceramente wagnerianos y los que no, pues se esforzaban y se tragaban las tres o cuatro horas de ópera en cuestión cuando al Liceo se le ocurría programar a Wagner. Y a cruzar los dedos y a ver si en la siguiente temporada operística se olvidaban de Wagner, programaban a Verdi y así no había que ir al Liceo ahorrándose el suplicio de aguantar sin dormirse las tres o cuatro horas de música del Maestro, con los consiguientes aplausos y bravos entusiásticos al final de la representación.
Pero bueno, esto es otra historia.