Terminará en una Gran Cruzada que predicará el Santo Padre Benedicto XVI, porque Dios así lo quiere.
Las Órdenes Militares serán reconstituidas.
Los Cruzados volverán a Outremer y el Reino de Jerusalén será restaurado, limpio de la sangre de los semitas.
Y yo, tras haber vendido mis bienes terrenales, estaré allí, con el hábito de los caballeros pobres del Templo de Jerusalén y ganaré mi lugar en el Paraíso.
Que así sea.