Compasión

¿La cultura, dices?

El otro día una persona muy inteligente que curiosamente era yo mismo me preguntó para qué servía la cultura, y la verdad, no supe qué responder. De esta historia podemos sacar dos conclusiones:

1) que hablar solo no es un signo inequívoco de la propia decadencia personal, sino al contrario. Hablar en la intimidad sin ninguna otra compañía que la propia consciencia es una actividad que nos eleva por encima del resto de animales. Alguien os habrá dicho que era la moral o el lenguaje, pero probablemente ese alguien era un estafador de campeonato. Cuando viví en una cabaña cada día tuve que luchar contra fieras que no dejaban que me comiera sus crías, y tambien vi muchos animales comunicándose entre ellos, en cambio nunca vi un oso haciendo una perorata sobre la hibernación.

2) que la pregunta sobre el interés de la cultura es una auténtica subnormalidad. Hay gente entre la que me incluyo que ocupa su tiempo haciéndose preguntas idiotas y sin sentido, como por ejemplo si sería posible lavarse las manos sin mojárselas. Evidentemente podemos enmarcar esta pregunta dentro de esta retórica de la subnormalidad.

Porque hamigos, la cultura no sirve para nada. Quiero decir, desde una perspectiva ertrínseca y holecoidal, no sirve para nada de nada. En cambio va de puta madre para hacerte el pedante. De hecho, todo este ladrilleo sobre el arte por el arte y el lenguaje simbólico autoreferencial es parte del discurso de los estetas decadentes del lobby judío, que curiosamente son los mayores pedantes de la historia de la humanidad.

Una de las mejores herramientas contra el pedantismo über alles consiste en el uso desproporcionado de la demagogia, ante sentencias categóricas y tan remotamente argumentadas como falsas el interlocutor se quedará con la palabra en el culo. Esconderá toda réplica porque creerá, de forma equivocada, que si vosotros podéis soltar pedradas es porque poseéis un conocimiento del que él carece, pero esa sensación también es posible abastarla por otros medios. Las combinaciones son infinitas y en cambio las posibilidades de hacerse el pedante limitadas, así que no lo dudéis ni un momento. Apostad a caballo ganador: reflexiones absurdas y barrocas sobre temas totalmente intrascendentes, chistes de pollas, apologías de la pedofilia. Pax.
 
Black Adder rebuznó:
Porque hamigos, la cultura no sirve para nada.

Como las $entadillas, sabes. Sirven para conocer gente, sólo que una no te jode las rodillas.

Intenta venderle algo a un fascista solitario de 70 años nada más que asintiendo cuando te de la brasa sobre Millán Astray o el Lago de los Cisnes, dime a ver si sirve o no.
 
Odio la compasión. Mejor dicho, odio despertar compasión.
Me ocurre indefectiblemente, haga frío o calor, esté llorando o riendo. Yo, por norma general, despierto un instinto de compasión en la gente que me rodea y me aprecia un mínimo.
Odio que se apiaden de mí, me hace sentir inferior, frágil, inválida, inútil. Pero supongo que es lo que hay.

Con el tiempo he llegado a la conclusión de que hay ciertas cosas en mí que la provocan: será que soy seria y solitaria, será que no acostumbro a pedir nada o que tengo un aire de autosuficiencia. Quizás una mirada un tanto triste o un aire de estar cansada no lo sé, pero no lo quiero, no lo quiero y aún así me ocurre.

A veces pienso qué podría hacer para cambiarlo, qué tengo que hacer para dejar de transmitir esa imagen, pero entonces dejaría de ser yo y a eso no estoy dispuesta. Realmente disfruto de los silencios, de un cierto grado de soledad que la gente no entiende, ni tiene por qué, lo sé; disfruto de paseos por la calle a primera hora de la mañana, cuando aún no hay nadie; disfruto observando todo lo que me rodea (os observo a todos) y de pequeños placeres como sentarme en cualquier sitio mientras me fumo un cigarro y escucho una canción. La cuestión es que no lo paso mal, quiero decir que ya me está bien ser así, no creo que tenga que cambiar nada, pero entonces, de repente, surge como si nada: "pobrecita, ¿qué te pasa? ¿estás bien?". Claro, joder, claro que estoy bien.

...


Hoy es el cumpleaños de mi madre. Llevo pensando en ello todo el día porque, veréis, resulta que ya no tenemos relación de ningún tipo. Hace un rato la he llamado y me ha cogido el teléfono.

- Hola ¿Quién es?
- Soy yo.
- ¿Quién?
- Yo, "x" (mi nombre)
- ¿"x"? ¿Qué "x"?
- Tu hija.
- Ahhh.... (silencio) ¿Qué tal?
- Bien. Te llamaba para felicitarte, mamá.
- Ahh, muchas gracias. ¿Cómo te va?
- Bien, gracias. Todo bien.
-
Bueno, estoy en el coche.
- Vale, que vaya bien. Un beso.

(piiiiiiiiii)


Y entonces me he acordado de todo esto y he decidido escribirlo. ¿Cómo cojones no voy a despertar compasión? Pues eso.

Y hasta aquí el post depresivo del día.
 
Black Adder rebuznó:
¿La cultura, dices?

No sólo la cultura en el sentido más clásico o elevado ( tal vez) del término, sino en una perspectiva más antropológica. Uno puede sentirse fascinado oyendo hablar durante horas a un productor de vino que tal vez nuna ha leído un libro o asistido a un concierto, pero que puede perorar con propiedad acerca de los mil y uno problemas relacionados con la fermentación del vino, el trasiego de las cubas, el sulfatado de las viñas, las plagas y los matices del vino. O con un marinero que te habla de temporales, tipos humanos, especies marinas o naufragios. Y todo ello con una propiedad de lenguaje asombrosa en gente que muchas veces ni siquiera ha recibido la educación más básica. Compárese con las estridencias verbales, las muletillas, tono prepotente y conversación vacía de cualquier cretina con licenciatura universitaria.

Mª Antonia Iglesias rebuznó:
Y hasta aquí el post depresivo del día.

Pues a deprimirse a otra parte, puta. Esto es un hilo serio, no un colector de babas. Y lo que a ti ge guste o no importa una mierda.
 
Mª Antonia Iglesias rebuznó:
Odio la compasión. Mejor dicho, odio despertar compasión.
Me ocurre indefectiblemente, haga frío o calor, esté llorando o riendo. Yo, por norma general, despierto un instinto de compasión en la gente que me rodea y me aprecia un mínimo.
Odio que se apiaden de mí, me hace sentir inferior, frágil, inválida, inútil. Pero supongo que es lo que hay.

Con el tiempo he llegado a la conclusión de que hay ciertas cosas en mí que la provocan: será que soy seria y solitaria, será que no acostumbro a pedir nada o que tengo un aire de autosuficiencia. Quizás una mirada un tanto triste o un aire de estar cansada no lo sé, pero no lo quiero, no lo quiero y aún así me ocurre.

A veces pienso qué podría hacer para cambiarlo, qué tengo que hacer para dejar de transmitir esa imagen, pero entonces dejaría de ser yo y a eso no estoy dispuesta. Realmente disfruto de los silencios, de un cierto grado de soledad que la gente no entiende, ni tiene por qué, lo sé; disfruto de paseos por la calle a primera hora de la mañana, cuando aún no hay nadie; disfruto observando todo lo que me rodea (os observo a todos) y de pequeños placeres como sentarme en cualquier sitio mientras me fumo un cigarro y escucho una canción. La cuestión es que no lo paso mal, quiero decir que ya me está bien ser así, no creo que tenga que cambiar nada, pero entonces, de repente, surge como si nada: "pobrecita, ¿qué te pasa? ¿estás bien?". Claro, joder, claro que estoy bien.

...


Hoy es el cumpleaños de mi madre. Llevo pensando en ello todo el día porque, veréis, resulta que ya no tenemos relación de ningún tipo. Hace un rato la he llamado y me ha cogido el teléfono.

- Hola ¿Quién es?
- Soy yo.
- ¿Quién?
- Yo, "x" (mi nombre)
- ¿"x"? ¿Qué "x"?
- Tu hija.
- Ahhh.... (silencio) ¿Qué tal?
- Bien. Te llamaba para felicitarte, mamá.
- Ahh, muchas gracias. ¿Cómo te va?
- Bien, gracias. Todo bien.
-
Bueno, estoy en el coche.
- Vale, que vaya bien. Un beso.

(piiiiiiiiii)


Y entonces me he acordado de todo esto y he decidido escribirlo. ¿Cómo cojones no voy a despertar compasión? Pues eso.

Y hasta aquí el post depresivo del día.

Buaaa no te sientas mal si eres feliz así,si escuchas "pobrecita" o algo así hazlo saber tal como has escrito aquí que se te entiende muy bien , supongo que los que habitamos este lodazal nos gusta estar así ,pero con diferentes situaciones,a mi por ejemplo me encanta salir a correr a primerahora del dia,por la arena de la playa,escuchando música,me encanta vivir solo sin que nadie me reproche lo mas mínimo,infinidad de cosas... Y te aseguro que no despierto compasión ninguna,mas bien celos.

Mis amigos ( la mayoría casados y con hijos) flipan.

Tengo todo lo que quiero,ahora si.

P.D: No me das ninguna pena,PUTA.
 
Ah, compasión, bonito palabro por el que no comienzan guerras ni se suben montañas ni se empalman las pollas. Y tampoco se flujean los coños. Es curioso saber que la mayoría de los desalmados que pululamos por este foro sentimos compasión por las féminas en muchos momentos de nuestra vida, menos mal que todavía hay unos pocos que leen a Sorolla para mantenerse firmes cual polla, emergiendo visibles como la boya en un mar de bezoya para adoctrinarnos y mantener fría la olla.

¿Compasión? Veamos unos cuantos casos de ayer, hoy y siempre:

Fiestas del barrio. Estás haciendo apuestas con los colegas a ver quién escupe más lejos mientras recitas versos de Neruda y Becker cuando aparece tu novia con las amigas. “¿Para qué cojones vienen?” te preguntas. Sabes que no se van a dejar horadar por esta panda de subnormales y que tú estás teniendo mucha suerte por poder follar, así que das las gracias a uno de los muchos dioses que de verdad existen que en este caso es Turbo de la religión Torbellinesca.

Discordia es un nombre femenino precioso para una mujer. Curioso es que no haya conocido a ninguna que sus padres (y digo padres y no madres ni padrxs ni mpadr@s) le hayan regalado el nombre. Los padres sólo usan el HUMOR con los niños para llamarlos Eustaquio, Aladino, Apolinar y Manflorita. Es normal entonces, partiendo de esta base y de cualquier otra, que las mujeres carezcan de la more important rame of da inteligent.

Pues bueno, lo que era una tranquila tarde de sábado recitando versos se convierte en una lucha de hormonas entre diferentes razas de retrasados para llamar la atención del sector más subvencionado de la población española. En esas que estás recitando y le dices a tu novia:

- Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Y me oyes desde lejos, pero ni puto caso haces
Parece que el cerebro te hubieran volado
Y parece que hacerlo a pelo no te place.
- ¿Ein, qué? :shock:
- ¡Que me traigas otra puta cerveza, joder!

Y en ese momento empiezas a escuchar gritos e insultos y miras a tu derecha para ver que dos colegas se están repartiendo de lo lindo.


No sabes por qué ni cómo pero les ves dándose de hostias mientras tu novia te azuza y te dice “¡pero haz algo!” y cuando vas a meterte entre los dos te coge del brazo, te para y te dice “¡pero a dónde vas!” para acto seguido esputarte “¡pero haz algo!”. Tú le miras ojiplático y le das una palmada suave para quitártela de encima y ella te suelta un tortazo y te dice que no la vuelvas a tocar en tu puta vida mientras la ves alejarse con la corte de zorras detrás.

¿Compasión?, ¿de qué?


Te vas de fiesta a tu garito preferido, esa discoteca de nombre La Teta Enroscada. Entras dentro y ves a una pelandrusca moviendo las caderas y piensas “A esta jamelga me la hago yo, se la voy a meter hasta por el ombligo”, así que te presentas y le dices “ Me llamo Gjamon Gjodgjigues y mi pegjo no tiene jgabo porque alguna zogja se lo ha cogjtado”, ella, consciente de su sexo, se pone to burra al oírte hablar en fránces y te susurra al oído que tiene el nivel C2. Tú, feliz por la conquista, le abres la puerta del baño para que vea que eres todo un caballero y acto seguido le dices “ven pa’ ca cojgdejga que vamos a jugajg al cepillo”, “¿qué?”, “cojge, cojge que te pillo”.
Dispuesta te baja los pantalones y ve tu pene de el rischeto del rifle apodo por el que se te conoce en los suburbios y bajos mundos del COD2. Ella te dice con ojos llorosos “papito, dame rico y suave que eso grandote no entra a la primera”. Pues sí, dice la verdad, ni entra a la primera y la tía tiene el C2. Folláis, o, al menos tú, lo intentas.

Pasan un par de semenas (lapsus raboni) y vuelves a esa discoteca que ahora se llama Mil Y Una Pollas. De puta madre, una inauguración. ¿Pero inauguración de qué? Atontao si son los mismos coños que ayer.

En este guateque están las camareras que van medio en bolas, así que te toca pagar diez euros por entradas sin consumición, da igual que vayas con tu amigo el calvo y le digas a la puta del ticket que mira cómo se ha quedado de pagar entradas.
¿Compasión?, ¿de qué? Atontao.
Ya dentro te tomas un garrafón con cola y después de entrar a descendientes de Mordor y demás hijas de Uruk ves al grupo de arpías de tu francesa, así que te acercas mientras observas que el putómetro que llevas junto a la raja del culo estalla en mil pedozos (otro lapsus) debido a los puterzhios detectados. Te paras y preguntas por Putancia, pero ellas muy amablemente y entre risas te dicen que no saben nada de ella, que le han echado del grupo y que lo último que supieron era que comía pollas a pares y, por lo que se dice, algún pene tamaño Nuezes. Tú te preguntas a ti mismo que de qué grupo hablan las hienas esteparias estas de los cojones si siempre están cambiado de amigas como de condón porque eso sí, ellas no son ningunas guarras y te la chupan con condón.
Así que sin más dilación en tu ano te dicen “agur, pichulín” y te vas oyendo las risas de estas hijasdeputa, te das media vuelta para ver si es por ti y observas que hacen el gesto de las galletas chiquilín mientras te señalan.
Asqueado de tanta comedia romántica te sacas la chorra y empiezas a hacer el helicóptero mientras vas propinando pollazos a diestro y siniestro con la de mear en la de comer.

¿Compasión?, ¿de qué?

Domingo a eso de las tres de la tarde en una carrera donde Frenando se juega el mundial de caña y sedal F1. Tu novia te dice que la escuches y tú le contestas que esto es importante y que se vaya a limpiar el baño o a freírte unos huevos con chorizo. Ella coge y se pone a leer “Polvo de estrellas” de Asimov al revés porque claro, como eres un gafapasta te lo has comprado en idioma original sin subtítulos. Aguanta un par de nanosegundos y te tira el libro a la cabeza, momento en el cual empiezas a empatizar algo más con el puto ruso porque ves las estrellas. Ella empieza y te suelta una retahíla de piropos tales como “que haya muerto tu padre, te hayan echado del curro, te hayas quedado tuerto y tu puto coche haya sido robado no te da derecho a dejar de hacerme regalos caros y no follarme 4 veces por semana”. Así que te deja.

¿Compasión?, ¿de qué?

Un golpe de suerte, joder, lo que necesitas es un puto golpe de suerte para dar un cambio a tu vida.
Y lo tienes. Así que un día paseando con tu Talbot Horizon ves una maleta llena de billetes y te operas; te pones un ojo de cristal y te reduces el pene. Ahora eres Dios. Ni el Jonan de Baraka es más kie que tú.

Por otra parte te das cuenta de ciertas limitaciones, que ya tienes una edad. Decides frecuentar cafés a los que vas vestido de smoking con txapela y monóculo para por fin encontrar a una de estas personas que se ha trabajo el ello, el yo y el superyo interior pero siendo mujer y gustándole los rabos como a Freud, que como todos sabemos era marica.
Te la presenta tu camarera favorita, esa que siempre que apareces por el café te enseña su mejor sonrisa y te prepara el café capuccino con la crema por encima con forma del escudo del Real Madrid.

- Buenos días, dulce amapola lunar, me llamo Guillermo I el Grande.
- Nerea, enchanté.

Sigues charlando sobre arte y literatura y en un momento dado le dices “mira Alazne…” y ella te corrige “perdona, Guillermo, me llamo Nerea” y tú le toreas con tus años de calle “(A las Ne)reas yo les llamo Alazne, pero si quieres a ti te llamo Nerea y en paz”. Te mira dos segundos y estalla en carcajadas.
Joder, por fin. Toda la puta vida buscando una MUJER, alguien que haya sembrado la tierra y la haya trabajado. Sabes que es una de esas dos mujeres como bien dice el amigo Stav. Y ese mismo día pasa lo que pasa: acabáis en la cama. Estás tan nervioso que parece que es tu primera vez y a ella también le pasa, se lo notas en los pezones que le están bailando al son de:

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Ella te baja los pantalones y se queda con cara de WTF, finge un orgasmo y esa misma mañana coge un vuelo para Cuba. Tú desesperado vuelves al café bar de Recoletos y preguntas a tu camarera por esa mujer un día sí y otro también, al final de la semana la camarera te atiende con un “espero que como siempre esté a su gusto Don Guillermo I… el pequeño”.

¿Compasión?, ¿de qué? Atontao.

Vagas cabizbajo por los callejones de tu soledad cuando reconoces los adoquines que asfaltan el lugar, es ese antro de perversión y zorrerío que frecuentabas con tu amigo el calvo; te preguntas cómo se llamará ahora la discoteca y levantas la mirada discurriendo cientos de nombres a cada cual más absurdo y ves un cartel en letras gominosas que dice “TODAS PUTAS”.

¿Compasión?, ¿de quién? ¿Acaso los tercios españoles daban o esperaban cuartel? Pues eso.
 
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