En mi infancia tuve cierto contacto con estos seres marrónidos aunque en el colegio nunca tuve a ninguno en mi clase. Recuerdo a un lolailo que estaba siempre solo en el patio del recreo, que por lo visto había nacido mal, con problemas de crecimiento y era medio deforme. A veces yo y otros niños nos acercábamos a él y hablábamos con él porque nos hacía gracia como hablaba, así como en plan gangoso muy raro. Le pudimos meter buenas tundas, porque no sabíamos de la peligrosidad de los etnianos en esos casos, dada nuestra inocencia infantil, pero preferíamos reírnos de él y su forma de hablar.
Unos pocos años después, en la pubertad, tomamos la costumbre yo y mis hamijos de ir a jugar al fútbol los viernes por la tarde. Siempre éramos los mismos, tres compañeros de clase, otro monguer uno año menor, y 3 más que eran hermanos de mis compañeros de clase. No admitíamos a otros niños jamás. Pues uno de esos viernes apareció por allí un lolailo que quiso apuntarse al partidillo, pero yo le dije que no, que no podía sin saber de sus orígenes. Los demás no intervinieron para nada y el lolailo después de insultarme desapareció, pero como era menor que yo y estaba disfrutando del juego no le hice mucho caso. Lo bueno vino al cabo de un rato, cuando apareció con 4-5 lolailos más mayores que saltaron la vaya y al tiempo que el otro lolailo, al que había vetado, me señalaba con el dedo, se dirigieron a mi como con mucha determinación gritándome toda clase de insultos antes de llegar hasta donde yo estaba. El resto, que no se había pronunciado sobre el asunto se dispersaron rápidamente y me quedé allí, entre esa scum, sin posibilidad de defenderme ni de hacer absolutamente nada. En esos momentos me temí lo peor, una paliza o incluso un amoñecamiento inmisericorde, pero al llegar a mi altura no me golpearon sino que me preguntaron el motivo por el cual su hermano de raza marrónido no podía jugar con nosotros. Yo, que estaba acojonado, le dije que porque no lo conocíamos y tal y como me limité a responder a lo que me preguntaban y hablé poco, sin exaltarme en el tono de mis respuestas, parece que se calmaron y después de desvariar un poco y tratar de asustarme un poco se largaron todos. No me hice caquita encima por muy poco, y sobre todo cuando el resto se largo rápidamente al ver el percal. Ese día creo que volví a nacer, la vida me dio otra oportunidad.
En otras ocasiones yo mismo he sido testigo de como han humillado a otros, como el día que teníamos que hacer un trabajo de clase, allá por 6º de EGB, y yo un hamijo y otro que era un gilipollas nos tocó ir a la biblioteca del pueblo, que estaba en el casco histórico y tal, donde habitaba toda la gitanada. Un lolailo pequeño que estaba jugando al fútbol en la parte de atrás de la biblioteca, donde esperábamos a que la abrieran, la tomó con el citado gilipollas, y empezó a utilizar como frontón su cabeza tirándole la pelota sobre el melón. Por el motivo que sea encontró divertido el juego, pero el otro, consciente de la situación, habiendo gitanos por doquier como había, se prestó mansamente al juego del imberbe marrónido hasta que se cansó. En esa circunstancia también nos acojonamos yo y el hamijo, porque temimos ser objeto de humillaciones por la demás scum delincuente que pululaba por aquella plaza, pero al final no pasó nada más.
Yo creo que cuando te cruzas con estos seres lo mejor es tratar de establecer el menor contacto posible y no interferir en nada de lo que hagan. Son unos hijos de la grandísima puta que se aprovechan de la ausencia de vínculos orgánicos y comunitarios que nosotros, los "payos" padecemos, mientras que ellos cuando uno de los suyos se ve afectado por lo que sea, atacan en bloque. Es lo que tiene la modernidad o la posmodernidad, el individualismo, materialismo, hedonismo y todas esas mierdas que nos trajo la revolución francesa y el iluminismo masónico.