El cabrón de Paco Lobatón se llevó más de un chasco en su día. Mucha gente, que había desaparecido intencionadamente y tenía por fin una vida tranquila y apacible, lejos de los cabrones de sus familiares, sufría de repente el acoso de una búsqueda mediática que ponía en peligro su meditada huida. Muchos llamaron al programa pidiendo que les dejaran en paz, que estaban hasta los huevos de que sus vecinos les dijeran que llamaran a a pobre de su madre, que había salido toda compungida en la tele en horario de máxima audiencia.
Un supuesto servicio social se convertía por arte de magia en un espectáculo de llantos: - Ahora, para todos ustedes, va a llorar en riguroso directo, una señora.
Nada. Un día desapareceré yo también y nunca más se sabrá de mi.
Tman