El sábado madrugué para irme al GP, que empezaba a las 10.00 de la mañana. Cogí mi kit de intervención pero al salir por la puerta me di cuenta de que no llevaba nada para comer. Podría haber comprado algo allí, pero si en toda mi vida apenas he gastado dinero en
Magic: The Gathering, no iba a hacerlo entonces en algo tan ACCESORIO como es la comida. Desgraciadamente, debido a la espantada de mis padres días atrás, ya no estaba mi madre en casa para prepararme nada. Y no os quepa duda de que no me habría temblado el pulso para despertarla, pues así lo habría querido ella, la mujer detrás del GRAN hombre, siempre atenta a mis necesidades, como cuando le despierto de madrugada porque REQUIERO un vaso de agua para conciliar el sueño. Cuánto echaría de menos, horas más tarde, aquellos deliciosos bocadillos de quesito en porciones que solía hacer cuando empezaba a apretar el calor. Pero no, esta vez estaba yo solo frente al mundo, y me tocaba a mí sacarme las castañas del fuego. Puse en marcha mi PASMOSA maquinaria mental y casi instantáneamente se me vinieron a la cabeza los potitos que mangué en la farmacia hacía ya una semana. Volví a mi habitación y efectivamente, allí estaban, junto a la ventana. Ellos me proporcionarían el aporte calórico, PROTEÍNICO y energético necesario para tomar al asalto el Grand Prix de Madrid.
Antes de relatar mi andadura en el torneo, haré un pequeño recordatorio de sus bases. El formato era Baraja Sellada, en el que a cada participante se le daba un mazo de Shadowmoor y dos sobres de Eventide. Las cartas en ellos eran completamente aleatorias, y con ellas debería construir una baraja de 40 cartas. Como podéis ver, aquí todo el mundo partía en igualdad de condiciones, siendo el conocimiento de la colección el factor que separaría a la gente en dos grupos: los MEDIOCRES, en un lado, y YO, en el otro. En total se jugarían nueve rondas suizas al mejor de tres partidas. Este sistema otorga tres puntos por ronda ganada, uno por empatada y cero por perdida, y te empareja en la siguiente con una persona con tus mismos puntos. Pasarían al día siguiente de competición 128 personas, y teniendo en cuenta que se esperaba una asistencia de bastante más de mil personas, estimé, mediante un COMPLEJO cálculo matemático, que el corte estaría en torno a un balance de 7-2. Todo un reto, pues yo partía de cero, no como algunos mafiosos afiliados a la DCI, que podían llevar un par de partidas ganadas por la cara. Dicho esto, pasemos a lo que aconteció en el GP.
Ronda 0: reparto del material y registro de éste.
Ésta es la parte previa a la competición propiamente dicha. Nos asignaron un puesto en una de las muchas mesas que había, y empezaron a repartir los mazos y los sobres, junto con una hoja en la que debíamos registrar las cartas que nos tocaran. Acto seguido, le pasaríamos todo al compañero de enfrente para que verificara nuestro trabajo, y finalmente correríamos todo al jugador a dos sillas a nuestra izquierda, y podríamos montar nuestra baraja con el nuevo material. De este modo la organización se asegura que nadie haga pirulas llevando cartas de casa, porque las hojas de registro se las entregan a los jueces, que en cualquier momento pueden revisar tu baraja. Todo esto, en cincuenta minutos.
El ambiente era distendido, a un GP se puede presentar cualquiera, y salvo los pros, nadie iba con la intención de ganar nada. Mi compañero de enfrente resultó ser bastante simpático, aunque también muy tímido, pues era la primera vez que se presentaba a una cosa de éstas. Me cayó bien, así que para tranquilizarle le conté un poco mi historia, mis IRREPRODUCIBLES victorias en cientos de torneos, mi labor en la tienda y cómo iba a erigirme en jugador profesional de
Magic: The Gathering una vez hubiese ganado el GP. El chaval escuchaba sin decir palabra, obnubilado por mi gracioso VERBO, y miraba a los jugadores de alrededor, sin dar crédito a lo que estaba viviendo, a quién tenía enfrente.
Repartieron el material y lo registré en la hoja a la velocidad del rayo, mientras mi compañero aún estaba ordenando las cartas por colores. Vale que, como he dicho, el ambiente fuera agradable y tal, pero yo no iba allí como jugador casual, sino como COMPETITIVO, así que en ese momento terminó toda actitud condescendiente por mi parte, y me convertí en la ansiosa criatura SEDIENTA DE GLORIA que soy cuando estoy metido en harina. Comencé primero a hacerle comentarios sueltos sobre su poca soltura, siempre cordialmente, a lo que el respondía que estaba un poco nervioso por ser su primera vez y tal. Poco a poco subí el tono, y empecé a acusarle de que estaba perdiendo tiempo a propósito para que no me diera tiempo a verificar lo suyo, de ser una MARIONETA pagada por la DCI, puesta allí para forzar mi descalificación. Él se afanaba en negarlo todo, jurando y perjurando que sólo había ido a para pasar un buen rato, con las manos temblorosas y el sudor chorreando por su frente. Y eso que aún quedaba tiempo de sobra, pero amigos, yo ya había empezado mi guerra. Al final, después de esta concienzuda labor de anulación del adversario, intercambiamos el material para verificar si lo que había hecho el otro era correcto.
Reconozco que a pesar de la enorme presión psicológica a la que había sometido a mi compañero, él aún seguía entero, dando muestras de ser realmente avispado, pues amablemente, aunque con SUMO temor en su mirada, me comentó que me había equivocado al registrar un par de cartas, algo que si es apercibido por un juez puede conllevar una sanción. Un gesto honroso, sin duda. Yo, por mi parte, me dediqué a alterar SISTEMÁTICAMENTE su hoja sin decirle nada, tachando por aquí y apuntando de más por allá. Así, le comuniqué que todo estaba bien, y cuando se terminó el tiempo de registro rotamos el material como indiqué anteriormente, dando comienzo los cuarenta minutos para montar la baraja con la que habríamos de competir.
No tardó en venir un juez a pedir explicaciones a mi compañero, ya que el tipo al que le tocó lo que él había registrado comprobó que no coincidía absolutamente nada de lo que venía en la caja con lo que ponía en la hoja. El chaval se puso pálido, y me miró con ojos de cordero degollado, pues era evidente que una equivocación podía tenerla cualquiera, pero semejante desaguisado estaba hecho con la clara intención de joder al prójimo. Ni qué decir tiene que fue expulsado inmediatamente del GP, con los ojos como platos, sin saber a ciencia cierta lo que le estaba sucediendo. En lo que a mí respecta, puesto que no tardé ni cinco minutos en terminar mi baraja, gracias a mi SAPIENTÍSIMO bagaje, pude deleitarme con toda la escena, con mis INABARCABLES brazos cruzados (acentuados por mi jersey azul) sobre mi pecho, como el Ernham Djinn de mi avatar, con SEVERÍSIMA expresión facial, pero con inmensa satisfacción interior, pues había una piraña menos en el acuario.
Ronda 1
Aún con toda la mierda que rodeaba al torneo por culpa de la mafia de la DCI, he de decir que a pesar de la desventaja inicial con que partía, mi intención era la de ganar las partidas con todas las de la ley. Esta primera ronda me enseñó que no sólo la organización estaba podrida, sino también los jugadores.
Una vez terminado el registro de nuestras barajas, y de entregar a los jueces la hoja con la lista definitiva, se publicaron los emparejamientos de la primera ronda. Me dirigí a la mesa que me correspondía y allí me encontré con mi oponente. La primera partida fue una auténtica merienda de negros, el tipo me barrió como nunca en mi vida me habían hecho. Esto sólo podría indicar una cosa, y es que ese cabrón había hecho trampas y había pegado el cambiazo trayendo su propia baraja de casa. Lo normal hubiese sido llamar a un juez y hacer que comprobase su baraja, pero teniendo en cuenta el más que seguro COMPLOT que la DCI había urdido contra mí, decidí que me saldría más a cuenta solucionar el asunto por mí mismo.
Después de la primera partida se puede banquillear, que simplemente es coger cartas que no hayas usado para construir tu baraja e intercambiarlas por las que sean menos adecuadas para el emparejamiento. Eso sí, en la primera partida de cada ronda tienes que jugar con la lista de 40 que has entregado al principio. Total, que saqué las cartas que había comprado por eBay días antes y banquilleé unas veinte. Ahora tenía una baraja realmente BROKEN, compuesta por la flor y NATA de la edición. Teníais que haber visto su cara cuando me lo follaba al cuarto turno en las dos siguientes partidas, cuando en la primera apenas pude bajar nada hasta el séptimo. Y es que a mí nadie me toca los cojones.
1-0
Ronda 2
En la segunda ronda me tocaba enfrentarme a un chavalín de unos doce años, aniñado y muy guapo de cara, vestido con un pantalón corto, APRETADO, que dejaba atisbar unas piernecitas sin un solo pelo, sugiriendo que la pubertad aún no había empezado a hacer estragos en él, y que su culito estaría igual de peladito. Mmmm, una lástima que el destino nos jugara la mala pasada de encontrarnos en un entorno tan fraticida en lugar de, qué se yo, mi HABITACIÓN. Estas cosas me parten el alma, así que decidí hacerle una proposición, antes de que empezara la ronda. Saqué mi fajo de vales-por-un-euro de la tienda, sabedor de que estos niños no tienen un puto duro para gastar en
Magic: The Gathering. Qué queréis que os diga, flipó cuando le dije que trabajaba allí, y no me costó mucho convencerle para que diera su ronda por perdida a cambio de 30 vales. Hicimos un poco el paripé durante la ronda y a los diez minutos avisamos al juez para que registrara mi ÉPICA victoria.
2-0
Como aún faltaba mucho tiempo para que empezaba la tercera ronda, le pregunté al crío si traía baraja de casa, para echar unas partidas en plan CASUAL al margen del torneo. Y sí, se la había traído, el típico mazo de 300 euros que acumulan estos personajillos con el dinero de pagas, cumpleaños, reyes, comuniones... Yo, por mi parte, saqué a Recaudadora. Esta baraja se basa en hechizos con los que ganas el control de las cartas del oponente, pasándolas a tu zona de juego. La sensación de PILOTARLA es como estar en un buffet libre, cogiendo lo que te apetece cuando te apetece. No gano muchas partidas, pero ese no es su cometido. Su cometido es ENGROSAR mi pool de cartas. Así, después de unas cuantas partidas y cuando el niñito hubo cogido confianza, gané el control de varias de sus cartas más caras y me rendí, felicitándole por lo bien que había jugado, al tiempo que mezclaba todo lo que había en mi parte de la mesa y me lo guardaba. El pobrecito no se dio ni cuenta, como tantos otros EFEBOS que pasaron por las manos de Recaudadora. Oh, por cierto, vino ayer a mi tienda. Menuda jeta se le quedó cuando mi jefe le dijo que los vales que traía carecían de valor comercial. No pude evitar descojonarme desde la trastienda, en la que me había escondido al verle entrar por la puerta.
Ronda 3
A pesar de todo, todavía me quedaban unos pocos minutos para empezar la siguiente ronda. Habréis podido comprobar que el tremendo esfuerzo mental que había desarrollado comenzaba a hacer mella en mí, tras tres horas de DURÍSIMA competición al más alto nivel. Era el momento del avituallamiento, así que me fui al baño, me encerré en una cabina y puse un SEÑOR tiro de coca en la tapa del wc. Impresionante, era justo lo que necesitaba, me sentía poderoso, el rey del mambo, Jon Finkel. Pero he aquí que la fatalidad se cruzó en mi camino. Este incidente que voy a relatar me resulta sumamente vergonzoso, pero no quiero mentiros, y prefiero que sepáis la verdad a contaros una mentira diciendo que perdí en buena lid. Yo no pierdo JAMÁS, y es mejor para mi reputación social que sepáis lo que pasó, pues lo último que quiero hacer es quedar como un perdedor.
Ya sabéis que mi interés por el sexo es prácticamente inexistente, pero que las drogas desbaratan mis RÍGIDO armazón moral y me hacen cometer excesos que en un estado normal jamás cometería. Al salir del cuarto de baño me crucé con una de esas preciosas niñas PURAS, libre de las ataduras de la menstruación, dirigiéndose al cuarto de baño. De nuevo, tal y como aquella noche, mis piernas comenzaron a tomar sus propias decisiones, e hicieron que la siguiera hasta la puerta, para colarme detrás de ella una vez me hube cerciorado de que se había encerrado en una cabina. Me escondí en una contigua, y pude oír absolutamente TODO lo que hizo, cómo ese chorrito de maná celestial se mezclaba con las infectas aguas del váter. Una auténtica profanación de una esencia que bien podría usarse para llenar hisopos y bendecir a unos pocos elegidos. Cesó esa majestuosa sinfonía y tiró de la cadena, lo que me hizo sentir un profundo dolor en mi alma al saber desperdiciado semejante néctar. Pero el destino me reservaba algo especial, y es que cuando oí que había salido del baño me metí en la cabina que había terminado de usar. Me arrodillé para inspeccionar la taza y no pude evitar lamer con FRUICIÓN el borde de la taza, RECREÁNDOME en cada tramo hasta que de pronto, y de forma completamente inesperada, me topé con una gota de rocío que había logrado evadir su cruel destino. Oh, Dios mío, podéis creerme si os digo que aquella eyaculación que me sobrevino, con el pene completamente fláccido, ha sido la mayor de la VEINTENA larga que habré tenido a lo largo de mi vida. Inmóvil, yací junto a la taza, con la mente en blanco, sumido en un estado de plenitud ABSOLUTA. Lo único que me sacó de ella fue el roce con un trozo de papel higiénico, que a juzgar por su olor habría sido utilizado por la chica para limpiarse. Había recibido no una sino DOS bendiciones, esto debía ser una señal, así que anudé la tira blanca a mi brazo, tal y como hacían los caballeros medievales con el pañuelo de su amada, y salí a hacerme con la victoria para brindársela a ella.
Pero he aquí que al salir del cuarto de baño la ronda ya había empezado, y al localizar a mi oponente me dijo que como había tardado más de diez minutos en llegar había avisado a un juez y me la habían dado por perdida. Ese hijo de la gran puta había demostrado un carácter totalmente ANTIDEPORTIVO y descortés, y aunque intenté hacerle ver que mi retraso se debía a una experiencia mística que acababa de vivir (omitiendo todos los detalles, claro), hizo caso omiso a mis ruegos. Le propuse de todos modos jugar las partidas sin que afectara al resultado, a lo que accedió. Hay una regla en este tipo de eventos y es que tienes que barajar tu mazo y luego el del contrario. Y así lo hicimos, pero aquí es cuando se la devolví. Gracias a mis conocimientos en el arte de la prestidigitación, le metí unas cuantas cartas adicionales de otras ediciones en la última partida, y me fui sin empezarla. Al muy gilipollas no se le ocurrió revisarla en la siguiente ronda, y pude verle entonces a lo lejos hablar con un juez antes de ser expulsado. Supongo que su contrincante le vería alguna de ellas cuando se descartara o le mirara la mano.
Tras este duro golpe, empecé a mentalizarme para la siguiente ronda...
2-1