El Loco de las Coles
Famelic escaleto
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- 29 May 2005
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Después de un fin de semana de excesos, comida a raudales y alcohol, me sentía culpable, hinchado, me sentía una mierda de persona por haberme saltado mi dieta de una forma tan estúpida. Es lo que tiene ser un gein que se preocupa por la línea y por la cercanía del veranito, asíq ue esta mañana me he levantado con la boca seca y me he ido al frigorífico a buscar algo bajo en calorías para empezar el día con la sensación de que puedo retomar las riendas de mi cuerpo.
En el frigorífico no había gran cosa, pero era demasiado temprano para ir a casa de mi abuela a pillar un poco de café caliente, así que me he decantado por un batido de chocolate Puleva bajo en calorías, un mejunje de leche chocolateada que promete en su envase que engorda poco y proporciona felicidad a sus consumidores.
Correcto, me lo bebo, he pensado.
Me he sentado delante de la pantalla, a leer vuestras gilipolleces mientras trataba de romper el precinto de aluminio de la botella hundiendo en él el dedo índice. Siempre me corto la yema del dedo haciendo tal cosa, pero soy un hombre, y por lo tanto un ser incapaz de abrir los envases del modo indicado. Cuántas hostias nos habremos llevado por abrir los paquetes de pan Bimbo destrozándolos con el dedo, dejándolos inservibles y expuestos al aire para regocijo del resto de nuestra familia.
Los primeros sorbos ya daban indicios de que algo no marchaba bien dentro de la botella. "Hostias, me sabe como a limón el puto batido éste". Pero claro, uno está recién levantado, con la boca así como de corcho, y achacas toda la gama de sabores extraños a tu propia podredumbre interior. A medida que me iba bebiendo la botella, la sensación de extrañeza, y por lo tanto los guiños y muecas se acrecentaban, pero soy un hombre duro, y no es cuestión de dejar a medias un Puleva Gran Reserva porque a tu lengua se le antoje un sabor extraterrestre. Hay que seguir bebiendo.
Y entonces ha ocurrido el milagro. Mi paladar, mi boca, mi lengua virginal ha entrado en contacto con el cuajón divino, una masa moluscosa, un moco espacial que habitaba dentro de la botella, causa y consecuencia al mismo tiempo de ese sabor agrio que tanto me estaba mosqueando. Y la reacción nuclear en cadena no se ha hecho esperar.
Adjunto un croquis para las mentes más obtusas.
En fin, nada más comenzar la mañana, y habiendo venido ayer la limpiadora a dejarme la habitación como los chorros, me encuentro con que he esturreado medio litro de leche con chocolate en modo pulverizador por todas partes.
Soy feliz.
¿Y vosotros, habéis sentido alguna vez el asco?
En el frigorífico no había gran cosa, pero era demasiado temprano para ir a casa de mi abuela a pillar un poco de café caliente, así que me he decantado por un batido de chocolate Puleva bajo en calorías, un mejunje de leche chocolateada que promete en su envase que engorda poco y proporciona felicidad a sus consumidores.
Correcto, me lo bebo, he pensado.
Me he sentado delante de la pantalla, a leer vuestras gilipolleces mientras trataba de romper el precinto de aluminio de la botella hundiendo en él el dedo índice. Siempre me corto la yema del dedo haciendo tal cosa, pero soy un hombre, y por lo tanto un ser incapaz de abrir los envases del modo indicado. Cuántas hostias nos habremos llevado por abrir los paquetes de pan Bimbo destrozándolos con el dedo, dejándolos inservibles y expuestos al aire para regocijo del resto de nuestra familia.
Los primeros sorbos ya daban indicios de que algo no marchaba bien dentro de la botella. "Hostias, me sabe como a limón el puto batido éste". Pero claro, uno está recién levantado, con la boca así como de corcho, y achacas toda la gama de sabores extraños a tu propia podredumbre interior. A medida que me iba bebiendo la botella, la sensación de extrañeza, y por lo tanto los guiños y muecas se acrecentaban, pero soy un hombre duro, y no es cuestión de dejar a medias un Puleva Gran Reserva porque a tu lengua se le antoje un sabor extraterrestre. Hay que seguir bebiendo.
Y entonces ha ocurrido el milagro. Mi paladar, mi boca, mi lengua virginal ha entrado en contacto con el cuajón divino, una masa moluscosa, un moco espacial que habitaba dentro de la botella, causa y consecuencia al mismo tiempo de ese sabor agrio que tanto me estaba mosqueando. Y la reacción nuclear en cadena no se ha hecho esperar.
Adjunto un croquis para las mentes más obtusas.

En fin, nada más comenzar la mañana, y habiendo venido ayer la limpiadora a dejarme la habitación como los chorros, me encuentro con que he esturreado medio litro de leche con chocolate en modo pulverizador por todas partes.
Soy feliz.
¿Y vosotros, habéis sentido alguna vez el asco?