Lo que podría haberse hecho de una manera responsable, legítima, madura, sin encontronazos innecesarios ni concursos de pollas a ver quien la tiene más larga, ha terminado derivando en disputas tabernarias, puños que se agitan en lo alto y navajeo de callejón. Cataluña puede y debe independizarse, por asuntos económicos, por madurez nacional, por un arrebato adolescente de nación en plena efervescencia hormonal, por mil razones, que llevadas al terreno de la concordia y el sentimiento, concluyen con un divorcio razonable y un acuerdo sobre la custodia compartida y los gastos de manutención.
Compartimos península, historia, familia y el latín como idioma común. Sobre esta tierra ajada, berroqueña y milagrosa han pasado, para ambos, cartagineses, griegos, fenicios, romanos, los godos del norte, los carolingios y los infieles a los que derrotamos en nuestra común y Santa Reconquista. Juntos fuimos un Imperio y juntos fuimos decadentes, aunque no lo suficiente como para no patearle el escroto al divino corso y compartir las penurias de una Guerra Civil. Cataluña, insisto, puede y debe independizarse de España, pero no debería, porque sería como amputarse medio cuerpo, independizarse de lo "español". Que si, que es cutre, y casposo y huele a ajo y aturde a pandereta y zambomba, pero es también la esencia de un pueblo atávico, precioso y con unos cojones hiperbólicos. Es un pueblo que fue el más grande, hace ya muchos siglos, es verdad, y por motivos estrictamente militares, pero no hay en el mundo más de 5 o 6 países que puedan decir lo mismo.
Como estado este modelo está muerto, pero puede permanecer la conciencia, si no en la mayoría de los catalanes, si en un buen número de ellos, de pertenencia a una misma nación, de compartir el mismo wolkgeist. Estos días hay unos pocos catalanes, menos de los que opinan en su contra, que se declaran españoles, que sienten que España es también su patria. No podemos dejarles a atrás, no podemos echarles de su país, un país que también es suyo, tanto como lo es de un gallego o de un aragonés, y poner un barrera emocional, donde solo hay un frontera administrativa y un asiento más en la ONU. Este es el asunto capital de todo este proceso, el no abandono, el mantenimiento de un espacio, la pervivencia de un vínculo, el cuidado de un nexo de los que resisten y siente al otro lado.
Venga coño, que son 500 años (yo diría que 2.000), yo me quiero independizar de Cataluña, no la entiendo, no la puedo acomodar en mi idea de España, pero no me quiero independizar de los catalanes, que no son ni nunca serán lo mismo que un eslovaco o un nepalí, que no voy a mirar con el mismo agrado un cuadro de Dalí que uno de Pollock, que no voy a aceptar que a partir de mañana juguemos a ser dos desconocidos, a mirar para otro lado cuando nos crucemos por la calle. Yo prefiero amarrarte de la cintura, ser ese canalla que tu ya conoces, plantarte dos besos y decirte lo guapa que estás: "Lo nuestro fue imposible, estamos mejor sólo, cada uno por su lado, y aún así, aun te echo de menos..."