Tras hablar un rato, me besó y me quitó la camiseta, después el sujetador, que arrojó contra la ventana con tal fuerza que el cierre metálico estuvo a punto de romper el cristal. Me tiró en la cama y me arrancó los pantalones, yo seguía en shock porque es que no sé, de verdad que no me lo esperaba, era un amigo ya de tiempo, y mi intención era estar juntos tomando algo, pero no follar ni besarnos, aunque sí, me gustaba y lo quería mucho, pero yo tenía otra pareja por aquel entonces. Fue como desvestir a una muñeca, no colaboré, pero tampoco opuse resistencia. Se desnudó él también, me gustaba lo que veía. Pero no me atrevía a acariciar sus pectorales. Siguió besándome y tocándome por encima de las bragas, que se mojaron rápidamente, me estrujaba las tetas con la mezcla justa de fuerza y dulzura. A estas alturas ya le respondía los besos y pasaba mis manos por sus fuertes brazos. No hubiera podido pararlo aunque hubiera querido, estaba como un animal jadeando encima de mí y metiendo una pierna entre las mías para abrirlas, con la polla enorme, gordísima y dura como el acero. Me subí encima de él y lo cabalgué hasta correrme. Me comió el coño y tuve otro orgasmo, sabía lo que hacía. Volvimos a follar, se corrió en mis tetas, y al terminar oímos a los de la habitación de al lado reírse y comentar nuestra cópula.