Como apunte nerdo, cabe decir que las hemorroides no son, como mucha gente piensa, un prolapso de la porción final del intestino hacia el exterior; son, como ya se ha dicho, un problema de retorno venoso en las venas hemorroidales, de forma tal que éstas aumentan de calibre por el estancamiento de la sangre igual que ocurre con las varices en las piernas de las gordas.
Todas estas historias me recuerdan a una anécdota épica contada por un profesor de fisiología el año pasado. Un viejo va a consulta porque lleva una semana entera sin cagar. Le hacen las pruebas pertinentes y descubren que tiene un fecaloma. Un fecaloma, también llamado coprolito, es lo que se forma en el intestino cuando la producción de heces da lugar a cascotes de cemento Portland en lugar de mierda normal. Es común en deshidrataciones, porque el intestino grueso reabsorbe más agua de la habitual, haciendo que las heces queden duras y compactas. La piedra de caca obstruye el recto impidiendo la defecación, pudiendo llevar a la muerte si se rompe el intestino. Viendo lo avanzadas que están las técnicas quirúrgicas, uno podría pensar que los fecalomas se tratan con emisores de ultrasonidos o con robots comeheces, pero lo cierto es que, como me contaba mi profesor descojonándose, pusieron al abuelo a cuatro patas, guante de látex en la diestra y empezar a revolver en el ojals intentando romper el fecaloma con la punta del dedo. Ahora bien, imaginaos lo que es una montaña de mierda de una semana haciendo presión sobre un muro sólido que le impide la salida: en cuanto se rompe el fecaloma, aquello empieza a salir a presión como si la represa de las Tres Gargantas tuviera un agujero. El residente que le acompañaba era nuevo, y ante aquel panorama no pudo evitar el vómito, al que se unió la enfermera por pura empatía sanitaria, característica de su profesión.
Ah, la medicina.