No se trata únicamente de ese prolegómeno, esa especie de ritual antiguo nazi para despertar a la bestia. Sino todo lo demás e igual de importante; es increíble la presencia tan profundamente amenazadora que tenían estos bichos. Uno casi puede sentir el canguele de los aliados al oír el murmullo de esas orugas metálicas arrastrándose y buscando a su presa como un animal mitológico vengativo. ¿Has oído el motor desperezándose? Parece el puto rugido de un tigre. Joder, ya ni sé cuántos pajotes a la crema ya llevo con esto. Me cago en Dios, me voy a deshidratar.