Ahora que se acerca el verano es hora de pensar en esa gran fuente de riqueza (y de ligues para Cachondo Mental) que representa el turismo. Si el extranjero se siente a gusto, repetirá, convencerá a sus conocidos para que vengan, alargará su estancia, será más generoso con las propinas, etcétera, cosa que redunda en definitiva en más dinero gastado, que es lo que nos interesa.
Es por lo tanto por el bien común por lo que hay que cuidar al visitante. Muchos de ellos vienen por el sol y y la playa, así que el mantenimiento de nuestras costas es una inversión muy rentable. Donde hay rentabilidad hay negocio, es la primera ley del
management :1.
La presencia de organismos marinos en las proximidades de la costa es una de las circunstancias que más ahuyentan la clientela. No es del agrado de nadie que no se pueda nadar por culpa de las algas ni que una araña de mar te pueda dejar la planta del pie como un colador. Por encima de los demás, el animal más temido y repugnado por los bañistas es sin duda el pez polla. Mientras haya peces polla por nuestras playas, o mientras la gente crea que puede haberlos, nuestro país está perdiendo dinero a espuertas.
Los foreros tenemos una sana curiosidad científica y no nos importa su visión. Es más, nos gusta estudiar su etología en vídeos o sus variedades fenotípicas en fotografías, pero tenemos que admitir que esta prestancia no es la mayoritaria. Para agravarlo, hay mucha leyenda negra sobre estos animales. Por ejemplo, en contra de la idea generalizada, los peces polla no pican como las medusas. Normalmente, lo que pica son los huevos. Mucha gente siente repelús sólo de pensar en tener que tocar alguna de estas criaturas, y no hablemos ya de comerlas. Justa o injustamente, hay que reducir su presencia y difundir el logro públicamente.
Lo primero no se consigue actuando directamente sobre la plaga, sino con medidas indirectas:
- Eliminar el bacalao de nuestro litoral. Es mucho más fácil la captura del abadejo que la del pez polla, y su aroma atrae a estos últimos.
- Verter depósitos de bromuro en el mar. Sin ser letal, aletarga la actividad de nuestros especímenes.
Nuestro negocio, obviamente, no está ahí. Nosotros buscamos un negocio, no un trabajo, así que esas tareas que requieren esfuerzo se las dejaremos a otros que sean más tontos. Nosotros vamos a sacar partido de la promoción. Igual que se entregan banderas azules como reconocimiento a la calidad de las playas, se monta un organismo que reparta distintivos de garantía a los ayuntamientos que combatan eficientemente la plaga con las medidas anteriores. Por la auditoría se cobran dos mil euros, recuperados por el consistorio fácilmente en un mes gracias al empuje en el turismo que supone el reconocimiento.
Hay otros beneficios aparte del pecunario. El día de la firma del contrato se visita la localidad y se disfruta de una buena mariscada a costa de las arcas locales. Hay que aguantar al pesado del alcalde durante el ágape, sí, pero con un poco de suerte acabaremos invitados también por la tarjeta de crédito municipal en el club de la carretera del lugar, así que vale la pena el esfuerzo. Cuando nos pregunten que cuándo hacemos la auditoría, se les contesta que naturalmente no será ese día, sino sin previo aviso y secretamente, como los de la Guía Michelin, y fuera problema.
Si multiplicamos los 2.000 euros anuales por... pongamos un millón de municipios costeros, nos sale, mucho ojito: DOS MIL MILLONES DE EUROS AL AÑO. FUCK YEAH!