¿Tal vez porque las víctimas del sistema con el que colaboró Muñoz Grandes (gente que sobrevivió a fusilamientos, campos de concentración, hijos, hermanos y cónyuges de paseados y desaparecidos) todavía pueden andar por la calle y encontrarse con el cartelito que honra su memoria? En el caso de Pizarro sería algo más difícil, ¿no le parece?
La derecha española pretende imponer un pacto de silencio acerca de una verdad tan incómoda como incontrovertible: somos el segundo país del mundo, después de la Camboya de los jémeres, con el mayor número de desaparecidos políticos en fosas comunes. Y no los eliminaron los malignos separatistas vascos o catalanes, ni los chavistas de Maduro, sino el nacionalismo español de derechas. Repitamos: nacionalismo español de derechas. Mil veces peor numéricamente que la ETA, el GRAPO, Carrillo, la Revolución de Asturias y cualquier crimen de la izquierda en este país. Entre 150.000 y 200.000 muertos (las célebres fosas de Paracuellos no pasaron de 2000, y por supuesto me parecen muchos). Sólo al tomar Málaga asesinaron a 15.000 personas. Los paralelismos no tienen cabida. Maestros republicanos, concejales de izquiedas, alcaldes del Frente Popular, sindicalistas, editores y escritores. Lo mejor de una generación eliminado por unas bestias de uniforme que pocos años antes gaseaban a los moros del Rift. La Répública, después del baño inicial de sangre de las masas enfurecidas (unas 50.000 personas) prácticamente dejó de ejecutar desde 1937. En la posguerra, 50.000 fusilados más por el franquismo. Ninguna figura de los sublevados, político, militar o eclesiástico, abrió la boca para protestar. Gran contraste con gente como Azaña o Companys, intentando que no se ejecutase a gente de derechas. El segundo de ellos salvó a cientos de eclesiásticos de una muerte segura: se lo pagaron con el paredón. Y por cierto, las víctimas de mi familia pelearon con uniforme franquista (tampoco podían elegir): los 2 hermanos mayores de mi padre murieron en el campo de batalla: uno en Asturias y otro en la batalla de Teruel.
Si en Italia o Alemania no tienen la calla Goebbels o Ciano, es algo que puede entenderse por una sencilla norma pedagógica: si a un niño que hace algo malo le das un golpe en la mano (por ejemplo, pulverizas Hamburgo con bombas incendiarias o conviertes Dresde en un montón de escombros), es probable que reflexione acerca de sus actos. Si dejas que se salga con la suya y le ríes las gracietas (durante digamos 39 años) es posible que no solo no se arrepienta, sino que quiera repetirla; por ejemplo, defendiendo que se mande a la Legión a matar catalanes a La Diagonal si votan lo que no queremos.