La de cosas que os perdeis si no teneis unos prismaticos buenos a mano...
No funciona, yo en cuanto
me pongo a ello, al sostenerlos con una sola la mano y con el movimiento, pues se mueve la imagen, se desenfoca el objeto de mis deseos, y me corta el rollo, claro. Estoy por hacerme con un buen telescopio.
...sobre todo me gusta mucho mirar a la gente cuando se ríe o se nota que está disfrutando con lo que está haciendo. Soy de esas personas extremadamente raras que se alegran de la felicidad ajena, no sé, me la transmiten. Lo mismo tengo un cabreo de mil pares pero oigo una risa y me empiezo a partir el arco ojival dando gracias por existir, aquí y ahora...
¿Y que pasa, que cuando follan no están disfrutando? Además tu te callas y a inventarte una historia como todos, que aquí venimos por las pajas.
Otra vez, con unos 13 años, recuerdo estar comiéndome un bollicao en la acera justo al lado del colegio, cuando pasó un maravilloso ciclista que me dio un buen rollo que te cagas, todo uniformado a lo Indurain, hasta que se sacó la chorra a la vez que me gritaba sigue, sigue comiéndote el bollicao, llénate toda la boca de chocolate.
¿El Benito tiene familia en Sevilla?
Y volviendo a mi caso, no es lo típico que cuando con veintipocos te asomabas a la ventana y en edificio de enfrente te encontrabas a la vecina, rubia, buenas formas y ... a menudo, planchando vestida sólo con su braguita en el conocimiento cierto de que la observabas.
De eso que nunca la ves en la calle, nunca cruzas miradas pero el placer de observarla con un sentimiento de pecado y de prohibido hacían más placenteras aquellas.
Cuando te cae en suerte una vecina como esta que hace vida tan desinhibida y con las ventanas abiertas, te puede suceder lo mismo que a quien le da por escribir un diario íntimo: que te conviertas en el hombre del diario íntimo, o en el vecino de la vecina... íntima. En una palabra, que acabes haciendo cosas sólo para luego reflejarlas en el diario, o que al final tu casa sea solamente la atalaya desde la que observas a la vecina, que es quien la llena de contenido.
En las dos trampas he caído: en la del diario íntimo (aunque ya se sabe que no hay nada menos íntimo que un diario íntimo), y en la de la vecina íntima. En cualquiera de los dos casos uno se olvida de vivir de verdad, adquiriendo más relevancia que la propia vida la que sueña y proyecta sobre el cuaderno, y más realidad que el mismo amor los deseos morbosos que se te escapan y te llegan por la ventana.
Lo cierto es que si hubo una época de mi vida en la que vivía situaciones durante el día con la única intención de recrearlas luego a la noche en el diario, ahora me encuentro con que lo que de verdad le da sentido a mi vida hogareña es poder saborear la de esta chica que le ha dado por vivir la suya con las ventanas abiertas.
Pero después sigo con el diario, que mi vecina acaba de llegar y comienza de nuevo el espectáculo.
¡Hasta luego!