El pánico

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Pero me aterraria morir en las mandíbulas de un pitbull desquiciado cualquiera, como se lee a veces en las noticias.
El cáncer, el alzheimer, morir merendado por un pitbull... ¿Y no te da pánico que te ataque un calamar gigante, sufrir una embolia buceando, darte cuenta de que apenas queda oxígeno en la botella cuando estás en una cueva a 15 metros de profundidad? A mi me da mal rollo hasta hacer snorkle; si la naturaleza no nos ha puesto escamas y aletas (o las perdimos en la evolución), por algo será.
 
Y la tripofobia, que es curiosa.

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El cáncer, el alzheimer, morir merendado por un pitbull... ¿Y no te da pánico que te ataque un calamar gigante, sufrir una embolia buceando, darte cuenta de que apenas queda oxígeno en la botella cuando estás en una cueva a 15 metros de profundidad? A mi me da mal rollo hasta hacer snorkle; si la naturaleza no nos ha puesto escamas y aletas (o las perdimos en la evolución), por algo será.



Mis miedos pertenecen al terreno de lo cotidiano y lo inevitable. El buceo al territorio de la aventura y lo voluntario. Lo primero es esperar la fatalidad, lo segundo, en cierto modo, desafiarla y exorcizarla. No sé explicarlo mejor.

Además los calamares abisales están muy abajo.
 
A mí me gustan esos peces que llevan como un farolillo en la testa y que son más feos que pegar a un padre con un calcetín sudao con una bola de billar dentro.
 
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