snow
Freak
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- 13 Dic 2003
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Mientras dormia mi padre puso en mi mesita un regalo para mí, eran unos pendientes de mi madre. Esta mañana, superado el momento de las lágrimas y los agradecimientos me los he puesto y he venido a trabajar con un pedazo del pasado en mi cabeza y otro en mi corazón.
Mi jefecillo, el japonés que juega en los descansos con su Gameboy, me ha dicho que me encontraba alegre esta mañana. Que poco ojo tienen los japoneses, debe ser porque esa rendijita a través de cual se deslizan sus miradas no les dá para mucho más, aunque no puedo decirlo con seguridad, solo conozco a tres.
El caso es que hoy no puedo dejar de ir al servicio, mirarme en el espejo y ver esos pendientes y mis ojos brillantes. Ya lo he hecho cuatro veces y, si esto fuera una fábrica en la zona franca de cualquier ciudad, me despedirían por baja productividad. Posiblemente hasta me diera igual porque cada vez que me miro, la veo a ella, y eso es todo lo que quiero y necesito hoy.
Perdonad la tristeza.
Habladme de regalos especiales.
Mi jefecillo, el japonés que juega en los descansos con su Gameboy, me ha dicho que me encontraba alegre esta mañana. Que poco ojo tienen los japoneses, debe ser porque esa rendijita a través de cual se deslizan sus miradas no les dá para mucho más, aunque no puedo decirlo con seguridad, solo conozco a tres.
El caso es que hoy no puedo dejar de ir al servicio, mirarme en el espejo y ver esos pendientes y mis ojos brillantes. Ya lo he hecho cuatro veces y, si esto fuera una fábrica en la zona franca de cualquier ciudad, me despedirían por baja productividad. Posiblemente hasta me diera igual porque cada vez que me miro, la veo a ella, y eso es todo lo que quiero y necesito hoy.
Perdonad la tristeza.
Habladme de regalos especiales.