Comerse un coñito, limpito, aseado, pero que mantenga su olor, su bouquet a hembra es bocatta di cardinale, mejor que la trufa blanca, que el caviar del Caspio, que la hidromiel del Olimpo, que un trago de agua fresca en el más arido desierto...
Qué cojones sumisión, falta de hombría, planchabragas... menudas sucnormalidades hay que leer, me cago en mi puta vida.
Un buen comedor, catador, susurrador de coños (cosa que siempre me han llamado y de la cual presumo con orgullo) es capaz de convertir a una mujer hecha y derecha en una suerte de ser sumiso y esclavo que se debe a ti en cuerpo y alma. Muchas nenas, en plena faena, me han dicho que parase, que se iban a desmayar, que perdían la cabeza, que nunca habían sentido mayor placer, que ni con rabacos mechándolas se habían corrido tanto y tan a gusto.
Incluso alguna vez, han estado a punto de romperme la napia porque no podían controlar los espasmos pélvicos. Tremendo, nenes.
Muchas exnovias, ahora follamigas me siguen llamando para que les saque brillo a la pepitilla, la perla que se esconde entre esos labios de corales. Una nena a la que dejas hecha un montón húmedo de carne en KO técnico y mental, luego es capaz de sacarte con la boca toda la leche condensada que mora en la huevada... tragando hasta la última gota de nectar vital, ni a las vacas de Pascual las dejan tan vacías... y si se tercia y sigue el juego puedes gosar de deshollinarle el ojals, limpito y preparado. Un poco más de lengua, de dígitos y de soplidillos y el ojete se abre como flor al llegar el sol.
En otro hilo hablaré de mis experiencias anales en este punto, algunos orgasmos anales incluso superan a los orales, mujeres que no sabían que por el chiquitito se abre (jij) otra fuente de placer y de desdichas.
Joder, paro, que me estoy poniendo cachondón...