El problema es a qué llamamos realmente puteros.
Me explico, no es lo mismo un tipo que le pica el nabo, está de farra y se va de putas porque está contento, aunque luego tiene una vida sexual relativamente normal con otras tordas, si lo comparas con el tristec que se pasa el mes ahorrando, la semana trabajando, con la mirada puesta en follarse una putarraca inmigrante que ha visto en una página infecta de contactos y no piensa o hace otra cosa.
Bajo mi entender, el primero si entraría en el rango de putero de pro, porque además estos tipos se manejan con seguridad y las putas se los rifan cuando les ven. Huelen la testosterona a km. Ir de putas para ellos es una consecuencia de una serie de circunstancias y sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) van a disfrutar sin cortapisas, utilizando a la guarra como un mero medio para conseguirlo
En cambio, el otro grupo no son puteros. Son seres que buscan en una puta la aprobación, el reconocimiento, un poco de aceite para su ego, incluso hasta cariño. Desde este prisma solo se entiende que se bajen al pozo a buscar implicación de la meretriz. Ellos saben perfectamente que les repudian, saben que la pasta es la diferencia entre un servicio de mierda y uno menos malo, pero albergan la triste esperanza de que la puta les diferencie de los demás porque ellos chupan con fruición su infecta almeja. Sólo la sordidez de este mundo, aderezado en muchas ocasiones con su inherente marginalidad, haga que se crean vínculos afectivos esporádicamente entre un cliente de esta condición y una lumi.
Esta gente no son puteros, van con el alma gris a cada encuentro, sin el horizonte de un disfrute sincero e irracional como los primeros.
Son espectros de la frustración más profunda cimentada en la incapacidad de relacionarse normalmente con otras féminas. No van a disfrutar de la puta en toda su extensión, es más son capaces de seguir adelante con una puta gorda y vieja de mierda porque han sido vilmente engañados por un anuncio previo donde se publicitaba un pibonazo. Esto es el mayor exponente de falta de autoestima y dignidad en uno mismo, que implica que son tan apocados que siendo víctimas de un misero engaño, aún en esas viles circunstancias, quieren o necesitan quedar bien
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