El Yoyas' dormía semidesnudo cuando los agentes han irrumpido en la casa. «Si hubierais llamado a la puerta, os habría abierto», les ha dicho. Ni se ha resistido ni ha querido hablar más. Está delgado y demacrado, consecuencia del año y medio largo que lleva ocultándose. Su única compañía era una bicicleta estática y una cinta para andar. La vivienda estaba hecha unos zorros: sucia, maloliente, con olor a porros y restos de latas de cerveza y comida, tirados aquí y allá.
El exconcursante de Gran Hermano se ocultaba en una masía de L'Anoia, sellada con dobles persianas, de la que jamás salía ni se asomaba siquiera a la ventana
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