La chica volvía de fiesta, tras dos días sin comer nada y sólo consumiendo speed, cristal y farla. El policía, que está de servicio, pero descansando sus 15 minutos de rigor tras intervenir en una pelea de canis está sentado tranquilamente y recuperando energía tomando un saludable refresco en el bar dispuesto para continuar su labor nocturna de velar por la seguridad ciudadana. Ella entra al establecimiento, donde ya es conocida por el camarero (por eso éste ni se acerca a ella para preguntarle qué va a tomar) para mear y liarse un porro al final de la barra, lejos de los ojos de los clientes, por eso se esconde en donde la cámara apenas enfoca y no pide ninguna consumición.
Ah! pero el policía es sagaz y buen profesional, y desde que ha entrado no la ha quitado ojo, (un buen policía siempre está atento a lo que sucede a su alrededor, ya le mosquearon sus andares tambaleantes y su mirada perdida), y se acerca a ella con el fin de pedirle la documentación. Pero antes, como él la ve famélica y desnutrida, su generosidad y buen corazón hace que previamente le compre un bocadillo de chorizo.
Él charla amigablemente con ella, con el único fin de recabar datos: su edad, dónde vive, desde cuándo toma dronjas, qué ha consumido... y ella, confiada por las buenas palabras y modos del agente y su estado de enajenación producida por el consumo de sustancias tóxicas le ofrece unos tiritos de farla, toda vez que le sonríe, le guiña un ojo, se levanta un poco picaronamente la minifalda y le dice " tú estarr muy fueno, yo querrrer polla espaniola" y le propone follar con ella al terminar su servicio de patrulla en su casa.
En un descuido abre el bolso para enseñarle los condones noruegos que lleva, y es aquí la parte determinante de la historia.... ¡la chica guarda en el bolso un ladrillaco de 2 kilos de chocolate, (DELITO!) y entonces el policía la debe detener!
Como buen policía, éste le informa de sus derechos, y ella ya se percata de la situación; se niega y se resiste, y claro, la debe sacar del local por la fuerza, pero sin lesionarla. En ningún momento usa la porra ni la golpea, e incluso se nota su valentía, arrojo y coraje al no requerir la ayuda de su compañero, el cual le esperaba en el coche policial.