Hace años leí un artículo de Gregorio Morán en La Vanguardia. Al periodista, por los calificativos que hizo al "artista" le pusieron una querella de la que quedo absuelto, ya que el juez consideró que la definición era "adecuada" para el figura, aquí tenéis el artículo que define perfectamente toda la trama:
"Un bailarín gitano haciendo honor a su nombre -Farruquito- atropella a un tipo en paso de cebra, lo mata, no tiene carnet de conducir, en fin, todo eso que le podría pasar a cualquiera en un mal día golfo. Pero lo que le convierte en un hijo de puta es que no sólo no lo auxilia, sino que se esconde hasta que dan con él, y entonces se inventa un culpable en la figura de su hermano menor de edad y echa la responsabilidad sobre terceros que le aconsejaron mal. Y a este lumpen impresentable, que en este caso me es indiferente que baile con los pies o con el culo, vamos nosotros y le pedimos permiso para preguntarle por el crimen, por si se enfada el muchacho, que es farruco, o su agente, que nos ha vendido la moto para que sirva en su defensa, y que entendamos su desgracia. ¡Pero qué desgracia, cabrón! La única desgracia es que ganaste lo suficiente para comprarte un BMW, que no quisiste ni gastar en una academia que te enseñara a conducir y mataste a un inocente, hasta ahí lo indigno. Pero lo que ya no tiene perdón es además no socorrerle".
Sólo un miserable es capaz de extraer tres palabras, tres -cabrón, hijo de puta y lumpen- y afirmar que se ha ofendido el honor de un delincuente con crimen de por medio. Primero, porque "cabrón" en este caso es lo menos que se puede decir coloquialmente a un canalla que niega la ayuda a su víctima. Segundo, porque su madre será una santa, no lo dudo, pero él se comportó como lo que el común considera "hijo de puta". Y tercero, porque ni el abogado, ni el presunto, ni el juez si me apuran, tienen zorra idea de qué significa el palabro lumpen desde que lo usó el viejo Engels, porque no es un adjetivo insultante sino una definición social. Por eso, mientras tenga conciencia y me dejen exponerla, me producirá cierta aprensión cada vez que oiga la expresión "muy profesional" y "ajustado a derecho". Su presunta solidez puede esconder un proceder miserable."
Leyendo el artículo y conociendo la declaración de insolvencia del "bailaor" en el juzgado y además la puesta en escena de la entrada en la cárcel con el Audi de gama alta hace que no me crea en absoluto su supuesto arrepentimiento. Los hechos son los que cuentan no las palabras.