No te digo que no a lo que dices. La relación entre cultura y el individuo que genera me parece algo tremendamente complejo. Me supera. Intervienen tantos factores y se encuentran interrelacionados de maneras tan insospechadas que a poco que se entere uno de cómo va la movida, ha de resignarse e intentar no conformarse con simplificaciones.
Estoy de acuerdo con parte del diagnóstico y no creo que la cultura de los copitos de nieve sea la verdadera solución a nada, pero tampoco tirar hacia delante acríticamente con toda tradición que tengamos por el mero hecho de serlo -tampoco digo que tu discurso sea ese, pero sí el de muchos otros.-.
Es tremendamente complejo, desde luego, pero aquí estamos hablando de un factor únicamente. Si una sociedad con tauromaquia es más empática y altruista que otra que no tiene tauromaquia y está al lado, es evidente que la tauromaquia no resta y que la clave se encuentra en cualquier otro lugar. El discurso de que resta no se sostiene.
Tampoco sostengo que se tire hacia adelante acríticamente y que toda tradición que tengamos por el mero hecho de serlo haya de ser perpetuada aún artificialmente. Yo opino que quienes tienen que perpetuarla son quienes la ejercen, no el estado. Es decir, si tú bailas muñeiras y no quieres que se pierdan, pues enséñale a bailar muñeiras a tus hijos, monta una asociación de muñeira que se autofinancie pero no reclames que el estado te sufrague la muñeira. Si a ti te gustan los toros, sé capaz de venderlos entre la juventud y que las generaciones siguientes lo aprecien y lo mantengan vivo, pero no reclames que el estado te sufrague el negocio.
Pero hete tú aquí que muchos de quienes dicen que el estado no debe sufragar los toros por más tradición que sea sí piden que se sufraguen otras cosas que son menos tradición, que tienen menos enjundia y que tienen menos presencia y son menos representativas, o, en un alarde de caradurismo, piden que se financie cosas que ni son tradición ni tienen enjundia ni tienen presencia porque de otro modo no podrían implantar esas mierdas nuevas que les interesan a ellos y nadie más.
He oído portu...
Los forcados, amigo cocleta, no esquivan ni saltan. Se ponen en fila india y entre todos tratan de detener al toro tras su embiste. El animal lleva los cuernos forrados para proteger al forcado de una posible cornada, pero la hostia que le mete en el pecho no se la quita nadie. Luego vienen los rejones, que pinchan al toro, pero acabados los tercios el animal vuelve a los corrales. Si está muy mal herido, se sacrifica a puerta cerrada (cosa que ni se comenta). Es la opción que daba yo a este asunto de la guerra taurina, pero ya avisé que en España no se busca entendimiento, sino siempre la victoria.
Respecto al debate que os traéis entre manos, veo que es un poco lo que dije. Se ha dejado el debate en sí, con argumentos a favor y en contra de las corridas de toros, con muerte a base de estoque, para irse a un lado paralelo, escurridizo, en el que se gira en torno a la cultura y al arte. En este tipo de debates donde una parte pone sobre la mesa algo incontestable, como es el sufrimiento y la muerte en público de un toro, la otra parte lo tiene jodido, y la cuestión se va desarrollando en los márgenes. Que si es cultura, que si es arte... pero la corrida en sí, el hecho de si la fiesta nacional debe continuar existiendo y por qué, no se debate como tal.
Para no ayudar con el tema, os diré que hace muchos años asistí a un par de corridas, unas de toreros de segunda fila y a otra de novilleros. Mi padre sacaba dos abonos para toda la feria y me regalaba entradas de los espectáculos que no le merecían la pena. Y razón tenía: los toreros segundones dieron un lamentable espectáculo, con una total falta de técnica (no hablaré de valor, me parece injusto y equivocado) que desembocó en lenta agonía para el animal. Toda la plaza, incluido servidor, protestaba. De ahí aprendí que ser aficionado a la tauromaquia no justifica cualquier lance en la plaza. Hasta el más aficionado quiere una muerte rápida y limpia para el toro. La novillada fue todo lo contrario. Vi al Juli salir a hombros con sus orejas en la mano. Es gente joven que quiere llegar a ser un figura del toreo y lo da todo. Hubo sangre y muerte, por supuesto, pero rápida y limpia. Aplausos de los presentes.
Muy esclarecedoras esas anécdotas que cuentas: vienen a desmontar que el taurino disfruta y se regodea en el sufrimiento del animal. Es claro que no es así, y que lo que desea el taurino es ver algo limpio y estético. Cuando no es así, se protesta; cuando sí, se aplaude. Pero no importa, el antitaurino repetirá el mantra de que "es que se regodean en el sufrimiento animal", cuando eso es rotundamente falso.
Y yendo a lo mollar, te conesto: ¿Debe seguir existiendo? En mi opinión, sí. Mientras haya afición, mientras la gente lo demande y se sostenga, sí. El día que no haya afición, que no se demande, que no se sostenga, que desaparezca y que nos deje su legado en forma de cuadros, literatura, vídeos de corridas y cabezas de toros en los bares.
¿Hay que apoyarlo? Pues en la misma medida que se apoyen otras tradiciones culturales típicas de España: en función de su relevancia, de su ámbito, de su extensión, de su importancia económica, etc. Desde luego, si el Estado apoya lo de la muñeira no veo que el que se mate un toro sea motivo para no apoyarlo, porque el peso de la tauromaquia en todos los sentidos es mayor y su faceta artística mucho más compleja. O todos o ninguno, y si es que sí, a cada uno según lo que le corresponda, y si es que no, ni los toros ni la muñeira y que cada uno se busque la vida. No puede ser que el Estado apoye,
en función de ideologías, a unas tradiciones sí y a otras no. Y, lo que es peor, lo que no puede ser es que a unas se les apoye y otras se prohíban.