Yo creo que no. O no en términos generales. Ahora hay muchas, pero muchas, más gordas que entonces. Ahora parece ser que ser una puta gorda es algo correcto, se aboga por esos "cuerpos no normativos", y eso resulta en que haya una proporción mucho mayor. Segundo, según qué ideologías profesen, se visten de formas que simple y llanamente las afean. Dada la gran penetración que tiene el feminismo y demás, ahora parece ser que se considera hasta bueno ir hecha un adefesio y cancelar todo lo que tengan de femenino. Que hay que ir hechas unos espantajos o unas machorras porque ir desbordando feminidad es de fachas y machista. Y, por otro lado, no las hay casi sin pintarrajos en el cuerpo que no hacen sino afearlas.
Naturalmente hablo en términos generales. Hace veinticinco años las tías querían ir guapas, no se afeaban, y desde luego no entendían que estar gorda era cosa buena y que a ti debería gustarte eso. Claro que había modas feas que no sacaban partido a su belleza, pero era cosa de nicho. Ahora es masivo.
El travertino mate es una maravilla. Que se lo digan a los romanos, que lo empleaban en la mayoría de sus construcciones.
El otro día estaba descargando la compra de la tanqueta y metiéndola en casa, y vi por el rabillo del ojo en la plaza un par de hembras jóvenes algo fuera de lugar en una aldea de octogenarios. Seguí a lo mío, metiendo cerveza y bizcochos de kiwi Mildred dentro mientras intentaban ubicarse indolentemente a lo lejos, buscando cristo sabe qué.
Al final parece que se decidieron a acercarse al sociópata del pueblo.
Unos veinticinco años ambas, delgadas, caras agradables y una fresca, sana y reveladora ausencia de maquillaje, o de uno estridente. Vestían un par de vestidos vaporosos de cuello alto de algodón estampado de los que te tapan a medias las pantorrillas y de los que sientan tan bien en primavera a la voluptuosidad de la hembra. Simplemente eso, un par de vestidos sencillos y formales marcando las formas juveniles de un par de cuerpos delgados y sanos de un par de tías buenas.
Como no, venían a hablarme de las bondades de un tal Jehová.
Y como no, las invite a que siguiesen haciéndolo dentro de mi guarida. Declinaron, y a cambio me dieron un papelito porque creo que mi erección era ya notoria.
Este par de putas alienadas parecían el prototipo de una juventud sana y sexy. Lo que han cambiado las cosas, o lo que he cambiado yo. Como algo tan marypoppinesco, por escaso, femenino y comedido, puede hacerme hervir la sangre de la polla deseando trincar del cogote a ese par de puercas y deseando destrozar a jirones sus vestidos, su dignidad y su condescendiente falsa preocupación por mi bienestar espiritual encima de mí sofa cama.
Joder, qué puta paja me tuve que hacer después.