No es por ser machista, o un ser retrógrado y maltratador ad eternum, pero en mis tiempos los límites de convivencia de pareja lo dictaban algunas que otras ostias, eso sí, en contadas ocasiones…, como un sutil guantazo a modo de corrección, a un tropel de correazos por el torso a modo de dictamen a la contestona y lúgubre hembra, para delimitar su territorio, donde los cojones pueriles siempre están por encima de unos coléricos ovarios.
Después de esas chanzas, os juro que la estabilidad emocional de pareja, y su tranquilidad, ya la quisieran muchas en la actualidad.