El otro día bajé al consum y pillé a un cajero de unos 50 años que se le veía aburrido porque era el turno de mañana y no había casi gente. Me aconsejó un jamón cocido que según él estaba buenísimo y blao. Me contó que le habían dado nosecuantos amagos de ictus y que ahora tenía que vigilar mucho la comida y medicarse crónicamente. Me tuvo ahí un buen minuto largo. Y tampoco me importó demasiado escucharle. Luego le di mis bendiciones y seguí con mi vida.
En otra ocasión, en un charter, delante de mí había unos jovencitos gamers pagando. El cajero, gamer con aspecto de forero patanegra, tuvo a bien a meterse en la conversación con entusiasmo y a recomendar un par de juegos.
Todos estos anecdotones para decirte que lo más probable es que los cajeros pasen sus días aburridísimos y agradezcan que de vez en cuando alguien les rompa la monotonía.
Hazle el día a tu cajera.