Asta
Freak
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Si alguna vez habeis llamado al curro con un trapo en el funicular musitando penosamente "que hoy no voy, que me encuentro fatal..."
Si en alguna ocasión habeis obligado a vuestra madre, bajo amenaza de muerte, a llamar a la seño para reportar "Señorita Pacheco, que el niño ha tenido fiebre toda la noche y hoy no asistá a clase"...
Si sois de los que os hicisteis pasar por manfloritas para no hacer la mili, o incluso, los más aguerridos, lograsteis un falso informe de Traumatología confirmando cifosis, escoliosis o algo de los pieses...
Si habeis exagerado una tara mental congénita para obtener un ansiado parte de baja por depresión...
permitidme que os diga...
¡SOIS UNOS MIERDAS DE MIL PARES DE COJONES!
Para solucionar las más variadas y difíciles situaciones de la vida diaria, honraré esta tarde a los buenos fingidores, muchos de los cuales acabaron malamente por gilipollas aunque deben ser venerados por su propia idiosincrasia dentro de si mismos esto es.
Un señor llamado Foderé, el cachondo, en 1814 denunciaba que “el arte de simular las enfermedades se ha perfeccionado de tal modo que hoy es casi tan difícil distinguirlas como curarlas cuando son verdaderas”.
Investigadores como I. Catrin (1879) aseguraban : “hemos visto fingir un descenso del recto o de la matriz utilizando una porción de intestino de buey, en cuyo interior se colocaba una esponja empapada en sangre y leche que se dejaba rebasar y colgar por uno de sus extremos”.
Este menda se pasó comprando guarrerias
O la curiosa observación de Zuber : “un soldado del tercer batallón de Africa, aprovechándose de sus estudios de medicina, se hacía punturas a lo largo del trayecto del nervio intercostal, por medio de tres agujas mojadas de tártaro estibiado”.
imágen de un tártaro indeciso
En otras ocasiones las simulaciones eran fomentadas por terceros. En el escaparate de un óptico de la ciudad de Amberes se podía leer este anuncio:
“Miopía muy fuerte. Los miopes que leen con estos cristales se libran del servicio militar. Puede obtenerse este grado de miopía con un ejercicio bien calculado”.
Según afirmaba Campagno (1849),
(foto aleatoria de Campagno)...
algunos simuladores aprovechaban la bacteriología en su propio beneficio, reemplazando los productos de su expectoración por esputos de enfermos tuberculosos. Así, el gran clínico refería haber visto “a simuladores que se llenaban la boca de esputos que acababa de expectorar un tísico; luego, en el momento de la visita, y delante del médico, los expulsaban tras simular un acceso de tos”.
Ante esta avalancha de sindioses, los médicos tenían que afinar la punteria para saber si se fingía o no...
El gran psiquiatra Sauvage azotaba con látigo a las muchachas de las que sospechaba simulación;
Zacchias hacía azotar a los locos justificándose con este planteamiento: “si la locura es verdadera, se harán circular los humores morbíficos; si es falsa, no seguirá el engaño”
Foderé no tenía reparos en afirmar que el mejor remedio para reconocer la simulación era “azotar duramente a los enfermos mentales para curarlos”.
Fallot empleará la masiva ingestión de agua caliente - el antiguo procedimiento empleado por Cadet de Vaux contra la gota- para desenmascarar a un sujeto que simulaba una ciática. El supuesto enfermo no tardaba mucho en confesarse curado para escapar a semejante suplicio.
Percy y Lauret citan el caso de un simulador que fingía una parálisis del brazo derecho, a quien se dejó caer al agua y se puso a nadar inmediatamente
o el buen resultado que produjo su amenaza a un soldado que fingía un caso de rabia de “ahogarle entre dos colchones para evitar que dañara a los demás”.
¡A VER SI APRENDEMOS Y TENEMOS UN POCO DE CABEZA, COÑO!
Si en alguna ocasión habeis obligado a vuestra madre, bajo amenaza de muerte, a llamar a la seño para reportar "Señorita Pacheco, que el niño ha tenido fiebre toda la noche y hoy no asistá a clase"...
Si sois de los que os hicisteis pasar por manfloritas para no hacer la mili, o incluso, los más aguerridos, lograsteis un falso informe de Traumatología confirmando cifosis, escoliosis o algo de los pieses...
Si habeis exagerado una tara mental congénita para obtener un ansiado parte de baja por depresión...
permitidme que os diga...
¡SOIS UNOS MIERDAS DE MIL PARES DE COJONES!
Para solucionar las más variadas y difíciles situaciones de la vida diaria, honraré esta tarde a los buenos fingidores, muchos de los cuales acabaron malamente por gilipollas aunque deben ser venerados por su propia idiosincrasia dentro de si mismos esto es.
Un señor llamado Foderé, el cachondo, en 1814 denunciaba que “el arte de simular las enfermedades se ha perfeccionado de tal modo que hoy es casi tan difícil distinguirlas como curarlas cuando son verdaderas”.
Investigadores como I. Catrin (1879) aseguraban : “hemos visto fingir un descenso del recto o de la matriz utilizando una porción de intestino de buey, en cuyo interior se colocaba una esponja empapada en sangre y leche que se dejaba rebasar y colgar por uno de sus extremos”.

Este menda se pasó comprando guarrerias
O la curiosa observación de Zuber : “un soldado del tercer batallón de Africa, aprovechándose de sus estudios de medicina, se hacía punturas a lo largo del trayecto del nervio intercostal, por medio de tres agujas mojadas de tártaro estibiado”.

imágen de un tártaro indeciso
En otras ocasiones las simulaciones eran fomentadas por terceros. En el escaparate de un óptico de la ciudad de Amberes se podía leer este anuncio:
“Miopía muy fuerte. Los miopes que leen con estos cristales se libran del servicio militar. Puede obtenerse este grado de miopía con un ejercicio bien calculado”.

Según afirmaba Campagno (1849),

(foto aleatoria de Campagno)...
algunos simuladores aprovechaban la bacteriología en su propio beneficio, reemplazando los productos de su expectoración por esputos de enfermos tuberculosos. Así, el gran clínico refería haber visto “a simuladores que se llenaban la boca de esputos que acababa de expectorar un tísico; luego, en el momento de la visita, y delante del médico, los expulsaban tras simular un acceso de tos”.
Ante esta avalancha de sindioses, los médicos tenían que afinar la punteria para saber si se fingía o no...
El gran psiquiatra Sauvage azotaba con látigo a las muchachas de las que sospechaba simulación;

Zacchias hacía azotar a los locos justificándose con este planteamiento: “si la locura es verdadera, se harán circular los humores morbíficos; si es falsa, no seguirá el engaño”

Foderé no tenía reparos en afirmar que el mejor remedio para reconocer la simulación era “azotar duramente a los enfermos mentales para curarlos”.

Fallot empleará la masiva ingestión de agua caliente - el antiguo procedimiento empleado por Cadet de Vaux contra la gota- para desenmascarar a un sujeto que simulaba una ciática. El supuesto enfermo no tardaba mucho en confesarse curado para escapar a semejante suplicio.
Percy y Lauret citan el caso de un simulador que fingía una parálisis del brazo derecho, a quien se dejó caer al agua y se puso a nadar inmediatamente
o el buen resultado que produjo su amenaza a un soldado que fingía un caso de rabia de “ahogarle entre dos colchones para evitar que dañara a los demás”.
¡A VER SI APRENDEMOS Y TENEMOS UN POCO DE CABEZA, COÑO!