Cuando el autor del hilo ni siquiera habia descubierto las infinitas y placenteras posibilidades de su pilila, yo ya estaba mirando aviesa y deseperadamente los anuncios de contactos que se publicaban en las últimas páginas del Segundamano. Habia revistas más explícitamente dedicadas a estos fines, enfocadas directamente a facilitar los encuentros entre la fauna de salidos que deambulabamos desorientados antes de la llegada de internet a nuestras vidas, pero yo seguia prefiriendo las grises páginas de la mencionada publicación.
En la mayoria de estos anuncios se publicitaban parejas que buscaban un jovenzuelo que siriviera de complemento para la señora de la casa. El proceso exigia el uso de carta, foto y el correspondiente importe en sellos. Como los móviles sólo existian en las películas el modo de contacto era el teléfono de casa, asi que muchas veces mi madre venia a avisarme a la habitación al grito de "un señor pregunta por ti" Era tan ingenuo e inocente como libidinoso y trastabillado, y no me veía en esta conducta, ni esta manera de exponerme nada especialmente punible. En los primeros 90 la vida tenia en este país aún cierta candidez hererada del subdesarrollo.
Tan sólo una vez consegui rematar la faena poniendo el rabo en remojo. Fue con una viuda que pasaba fácilmente de los 50. Se sentía sola y buscaba compañía. Como no la encontraba se introducia pollas en la vagina y asi mataba el tiempo y entretenia la espera. Un polvo triste, rancio, denso y torpe. Ninguno de los dos hicimos nada para repetir.
En las otras ocasiones en las que mi carta era respondida, el resultado se repetia sin apenas variaciones. Contactaba el marido, me citaba y desgraciadamente, justo el dia del encuentro, habia surgido un imprevisto y su mujer no había podido acudir. Me proponia ir a su casa, tomar una copa y ver una peli mientras regresaba su señora. La mujer nunca aparecia y el se la jugaba a calentar pollas con pelis porno o con propuestas sobre su arte en la succion de nabos. Me levantaba, si se ponia pesado le daba cuatro voces (una vez acabe a hostias), y me iba triste, rabioso y con la polla abotargada y palpitante. Que fácil es la vida de los maricones, me cago en to