"El Barça es el mejor equipo del mundo y tiene al mejor del planeta en sus filas (...) Si jugamos ante el Barça en el Mundialito haremos nuestro fútbol, pero no es cuestión de táctica. Creo que vamos a tener que rezar y encomendarnos a Dios antes de saltar al campo". Son palabras de Neymar, cuyo fichaje por el Madrid está siendo como pasar un mes en la silla del dentista, en una entrevista concedida a la web oficial de la FIFA el pasado 30 de julio. Antes de conocer esas palabras a FIFA, Florentino Pérez tenía previsto retomar las negociaciones de un fichaje envuelto en informaciones contradictorias (el niño un día se jubila en Brasil y al siguiente se ha comprado un ático en La Castellana). Hasta ahora, Florentino asistía a un escenario negociador propio de un circo de tres pistas: La dureza impostada del Santos (Neymar no se vende, se queda), la alargada sombra de Rosell en la CBF y la presión mediática que sufre este nuevo Pelé, tentado a borrar con el codo lo supuestamente ya firmó con el brazo. Ante ese panorama, la pregunta era directa: ¿Estará dispuesto el Real Madrid a pasar todo el verano pendiente de un niño que, a sabiendas de que quieren poner 45 millones de euros por él, no ha sido capaz de mover ni un sólo músculo para incorporarse de inmediato? Esta mañana, sin motivo aparente y de manera explícita, el madridismo podría haber encontrado la respuesta a esa cuestión.
Se ha desayunado viendo cómo Neymar, el chaval de la cresta, no ha dudado en subirse al único carro que detestan los seguidores del Real Madrid, echar flores al fútbol del Barça. A sabiendas de que el Real está dispuesto a pagar una morterada por hacerse con sus servicios, el brasileño se ha descolgado con unas declaraciones inclasificables. Alimentando el debate sobre si debajo de su estrafalario corte de pelo existe materia gris o no, Neymar ha etiquetado al Barça como el mejor equipo del mundo (¿sincero o torpe?), ha dejado caer que el verdadero Ser Superior es Messi (¿dónde queda el debate con Cristiano? ¿y con él mismo?) y para finalizar, ha rematado diciendo, en tono distendido, que ante los de Guardiola lo mejor es rezar (¿arrepentidos los quiere Mou?). Palabras que han provocado gran rechazo entre un amplio sector del madridismo, ya revenío después del frustrado fichaje de Agüero. Hay quien sostiene que Neymar ha sido sincero. Gago, sin ir más lejos, ya alardeó de sinceridad cuando dijo que el Barça era el mejor y que la afición del Madrid no quería escucharlo. Palabras que, a buen seguro, Gago podrá repetir con absoluta sinceridad a lo largo de su vida, pero fuera del Real Madrid, el club que le paga para que su afición no escuche este tipo de frases, sino las contrarias.
Una amplia mayoría de madridistas entiende que, tras poner al Barça por las nubes, Neymar se ha ganado que el Real Madrid descarte su incorporación, por hacer suyo el discurso que nunca cabe en boca de quien sueña vestir de blanco (¿cómo encajar que un futbolista que tiene una oferta del Madrid salga diciendo que el mejor es el Barça?). Conviene no olvidar a otro sector del madridismo, cada vez más nutrido, que entiende que el verdadero delantero que precisa Mourinho no está en Brasil ni se llama Manolito, sino que es Morata (ganador Europeo con España y Pichichi del torneo). También hay quien sigue apostando por Neymar, pero considera que el Real Madrid está pecando de demasiada buena voluntad, y acabará incorporando al chico no después del Mundialito, sino tras la Feria de Abril. Y hay quien, tirando de fina ironía, apunta que distintos colectivos antitaurinos terminarán denunciando a Neymar y su cuadrilla de banderilleros, por pasarse el verano toreando al Real Madrid de manera infame.
Florentino Pérez tiene la última palabra. Fichar a un posible heredero de Pelé que dice que el Barça es el mejor del mundo, o plantarse de una vez por todas y mandar al quinto pino de Pernambuco al clan Ribeiro, los apoderados del niño de la cresta. La historia entre el brasileño y el Madrid es de "mírame y no me toques, pero mírame". Un cuento chino, en versión brasileña. Una historia para no dormir. Neymarato.
Rubén Uría / Eurosport