Estimados conforeros, ya me conocéis, soy Florián, más concretamente Florián Jesús, con ese nombre fui bautizado y todavía hoy lo mantengo, pese a que uno puede ir al registro y cambiarse hasta de "género", que no de sexo.
Bien, ya me conocéis por mis densos escritos, ladrillos infumables, como dirían
@ignaciofdez o
@curro jimenez, o mi archienemigo foril
@Uncle Meat, que insiste enviarme a Burbuja, foro en el que dice que encajo mejor por ser un chiflado. Yo no estoy de acuerdo, obviamente, con ninguno de ellos.
Pero no nos vayamos por las ramas, quería relataros algo que quizás os sorprenda, pero hace unos años, en un tiempo indeterminado que no voy a revelar, porque al fin y al cabo la cuestión cronológica carece de interés, al igual que el lugar, la ubicación geográfica concreta donde tuvieron lugar los hechos que me dispongo a narrar, yo fui jounles, pero de vivir en la calle, con mi atillo y míseras pertenencias. Hace unos años, cuando foreaba de manera errática y dispersa, más que nada por mis idas y venidas, porque iba dando tumbos de acá para allá con trabajos de mierda en distintos puntos de la geografía aragonesa y catalana principalmente, terminé viviendo en la calle, en la miseria, entre la mierda, y lo peor es que lo hice cuando tenía trabajo, y en teoría podía compartir un piso mierder, con otros sujetos desconocidos, como hace mucha gente hoy día, o incluso un cuchitril cualquiera por un módico precio. Fue una experiencia extraña, porque en realidad no estaba sumido en ninguna depresión, nunca he sido propenso a ellas, ni a un estado de tristeza o abatimiento por cualquier motivo personal, simplemente estaba hastiado un poco de todo, y fue una decisión consciente, sin desesperación alguna, la que me llevó a vivir primero en mi coche en las calles céntricas de una ciudad media donde era incordiado por la policía local y, posteriormente, a una especie de "chabolo" que me construí en una hondonada en un bosque de ribera a las afueras de la misma ciudad, para lo cual utilicé cartones, chapas y todo material sólido que encontré. Después lo cubrí de trapos jamagosos para disimular un poco, pero la realidad es que la zona era perfecta, apartada y bien protegida por la propia orografía del terreno. Mis cosas las tenía en mi coche, aparcado en una zona céntrica, y lo que podía y me era de uso diario lo llevaba en una mochila, de la cual era inseparable. El aseo lo hacía por partes durante la semana, a veces en las duchas de un albergue, y en otras tenía un conocido del lugar que me dejaba asearme en unos lavabos con ducha que tenía en un polígono industrial, en una especie de casa prefabricada, perfectamente habilitada para vivir, desde donde trabajaba. Incluso conseguí un colchón seminuevo a través de mis contactos, que no entendían porqué trabajando como estaba, no quería vivir "civilizadamente".
Compraba comida de mierda, mucha conserva, latas de atún, calamares etc y en general alimentos que no requiriesen de mucha preparación, y también comía en restaurantes al menú algunos días, menús que muchas veces eran más mierders que la propia comida que yo me preparaba. Por el día descansaba y me echaba alguna cabezada en el coche, y por la noche llegué a dormir en soledad en la oscuridad del bosque, era verano, y los ruidos externos muchas veces eran acojonantes, pero me acostumbré y no me eché malos sueños, a pesar de la de bichos y olores desagradables con los que tenía que lidiar. Una mañana me encontré una hogna radiata (una tarántula ibérica) en la pared interior del chabolo, que obviamente no estaba totalmente sellado, era imposible. Me hice con insecticidas y cada día le pegaba un repaso a mi "casa improvisada", pero es que era imposible controlar eso.
Lo más importante de esta experiencia, que duró cerca de 3 meses, fueron las consecuencias a nivel psicológico, y os puedo decir que la vida en la calle es durísima, y no ya por una cuestión meramente física, o de comodidad, sino por el impacto que tiene sobre tu visión de las cosas, la sensación extraña de desamparo a ratos, también de cierto vacío y desesperación, pero al mismo tiempo de libertad, de preocupaciones que no tienen nada que ver con lo cotidiano, porque lo único que tenía en mente era subsistir, alimentarme y poco más. Hacía jornada de 8 horas en un vivero, trabajando con niggas, con unos jefes que eran scum de la peor calaña, con malas formas y nula educación, unos hijos de puta.
Como os decía, es complicado explicar los motivos que me llevaron a tomar esa decisión, fueron por cuestiones relacionadas con mi estado mental en aquella época, y sí, sentía cierto cansancio de las cosas en general, me parecía todo una puta mierda, como ahora, pero como ya estaba acostumbrado a ir de un sitio para otro, pues tampoco me costaba arriesgarme a vivir de esa manera, desarraigado, y perdiendo ciertos hábitos higiénicos, también hay que decirlo. Todo esto terminó con el verano, cuando volví a casa de mi progenitora, a la que no informé en absoluto de mi situación durante todo ese tiempo precedente, conociéndome como me conoce, tampoco le extrañó demasiado que no la llamase mucho durante esa época (no tenía móvil) porque conocía mis apariciones y desapariciones, y sabía que estaba bien.
Hasta aquí cuento, ¿alguno de vosotros ha abrazado la pobreza ascética en algún momento de sus vidas? ¿O simplemente se ha escudado tras ella para justificar su falta de higiene? Compartamos casos como el mio, los vuestros o de vuestros amigos y contactos imaginarios, parfavar.