Chocolate Sexy
Forero del todo a cien
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- 30 Jun 2010
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Aunque antes de entrar en Rachmaninov me hubiera gustado hablar en profundidad de otros compositores como: Schumann, Schubert o el mismo Liszt, ya que ha salido algo suyo a propósito del virtuosismo necesario para tocar casi cualquier pieza que compuso, merece la pena comentar ese coloso del piano que es su Concierto nº 3 para Piano y Orquesta; que pasa por ser el mas exigente y complicado para cualquier pianista, estando un poco por encima del nº 1 de Tchaikovsky y a la par que algunas composiciones de Scriabin, que aunque algo mas complicadas en su ejecución, al ser mas cortas suelen considerarse mas ejercicios de técnica que composiciones en si mismas.
Un gran numero de personas suelen hacer el paralelismo de comparar este concierto diciendo que es al piano lo que los caprichos de Paganini (que dicho sea de paso estan colgados un par de paginas mas atrás) al violin, aunque musicalmente hablando no tienen nada que ver el uno con el otro; los Caprichos de Paganini no dejan de ser en muchos casos meras sucesiones de notas muy dificultosas tocadas a una gran velocidad para que el publico se impresione gracias a la técnica necesaria que precisa el violinista para tocarlos, pero en la mayoría de los casos son composiciones sin cuerpo ni finalidad mas alla que la de la pura ostentación. Sin embargo este concierto de Rachmaninov tiene una estructura totalmente definida y clásica de tres movimientos:
Allegro ma non tanto
Intermezzo: Adagio
Finale: Alla breve
La idea original de Rachmaninov (que era un autentico virtuoso del piano) era la de representarlo el mismo en un recital y mostrar asi sus dotes pianísticas; pero fue tal la dificultad de su obra que llego a reconocer que a su edad no podía abarcar con la misma perfeccion que otras obras una composicion tan compleja. Y no solo el, casi cualquier pianista de su época le tenia un respeto pavoroso a una obra que muchos veian como ese nuevo imposible pianístico después de que Beethoven compusiera sus ultimas sonatas y nadie fuera capaz de interpretarlas hasta que llego Liszt.
Cuando posteriormente comenzó a ser interpretado esa altísima dificultad provoco un hecho que suele ocurrir cuando un pianista se enfrenta a obras de ese nivel de exigencia, y es que las representaciones de unos a otros variaban sensiblemente, ya que cada pianista tiene una manera particular de enfocar los compases en ese tipo de obras. Incluso si tomamos dos grabaciones de un mismo pianista veremos que en las partes mas complicadas no suenan igual, y a veces bastante distinto.
En las ocasiones que he tenido la oportunidad de hablar sobre este concierto con amigos mios que le pegan bastante a eso del Piano clásico siempre me responden que la extrema dificultad de este concierto no radica solo en la técnica “per se” que tienes que tener para poder tocarlo, sino en que la preparación necesaria en cuanto a ensayos y ejercicios de técnica es realmente infernal, de manera que para una ejecución aceptable ya no es que tengas que ser un profesional que dedica sus 10 o 12 horitas de piano diarias, sino que además necesitas estar tocado un poco por los angeles y de ahí que tan pocos pianistas de renombre se atrevan con esta obra, y existan tan pocas grabaciones realmente consideradas sublimes.
Personalmente como aficionado al piano, que no interprete, me parece una obra que representa claramente el post-Romanticismo de la escuela Rusa y cualquier persona un poco profana en la materia que lo escuche, lejos de poder captar la esencia de su virtuosismo, quizás no le llame la atención por encima de otras obras mucho menos exigentes y posiblemente mas conocidas a nivel general. Sirvan de ejemplo las Bagatelas de Beethoven que aunque son piezas que cualquier pianista con unos cuantos años de carrera a sus espaldas puede interpretar muy dignamente, no por ello son de menos calidad.
En cuanto a grabaciones, las dos mas famosas que nos podemos encontrar son la de Horowitz y la de Ashkenazy. Dejo la de Horowitz en formato yutuf y la de Ashkenazy para que la escuchéis cuando gustéis en formato flac. Y como dije antes en ambas se pueden apreciar los estilos diferentes de manejar los tempos de los dos pianistas. Tambien son muy apreciadas las de Marta Argerich y su mejor interprete a dia de hoy podría ser Kissin.
Rachmaninoff - Piano Concerto n.3 Horowitz- Mehta - 1978
Ashkenazy Rachmaninov Concierto No.3 en D menor, op. 30
Y de bonus track los comentarios del propio Ashkenazy al concierto
Un gran numero de personas suelen hacer el paralelismo de comparar este concierto diciendo que es al piano lo que los caprichos de Paganini (que dicho sea de paso estan colgados un par de paginas mas atrás) al violin, aunque musicalmente hablando no tienen nada que ver el uno con el otro; los Caprichos de Paganini no dejan de ser en muchos casos meras sucesiones de notas muy dificultosas tocadas a una gran velocidad para que el publico se impresione gracias a la técnica necesaria que precisa el violinista para tocarlos, pero en la mayoría de los casos son composiciones sin cuerpo ni finalidad mas alla que la de la pura ostentación. Sin embargo este concierto de Rachmaninov tiene una estructura totalmente definida y clásica de tres movimientos:
Allegro ma non tanto
Intermezzo: Adagio
Finale: Alla breve
La idea original de Rachmaninov (que era un autentico virtuoso del piano) era la de representarlo el mismo en un recital y mostrar asi sus dotes pianísticas; pero fue tal la dificultad de su obra que llego a reconocer que a su edad no podía abarcar con la misma perfeccion que otras obras una composicion tan compleja. Y no solo el, casi cualquier pianista de su época le tenia un respeto pavoroso a una obra que muchos veian como ese nuevo imposible pianístico después de que Beethoven compusiera sus ultimas sonatas y nadie fuera capaz de interpretarlas hasta que llego Liszt.
Cuando posteriormente comenzó a ser interpretado esa altísima dificultad provoco un hecho que suele ocurrir cuando un pianista se enfrenta a obras de ese nivel de exigencia, y es que las representaciones de unos a otros variaban sensiblemente, ya que cada pianista tiene una manera particular de enfocar los compases en ese tipo de obras. Incluso si tomamos dos grabaciones de un mismo pianista veremos que en las partes mas complicadas no suenan igual, y a veces bastante distinto.
En las ocasiones que he tenido la oportunidad de hablar sobre este concierto con amigos mios que le pegan bastante a eso del Piano clásico siempre me responden que la extrema dificultad de este concierto no radica solo en la técnica “per se” que tienes que tener para poder tocarlo, sino en que la preparación necesaria en cuanto a ensayos y ejercicios de técnica es realmente infernal, de manera que para una ejecución aceptable ya no es que tengas que ser un profesional que dedica sus 10 o 12 horitas de piano diarias, sino que además necesitas estar tocado un poco por los angeles y de ahí que tan pocos pianistas de renombre se atrevan con esta obra, y existan tan pocas grabaciones realmente consideradas sublimes.
Personalmente como aficionado al piano, que no interprete, me parece una obra que representa claramente el post-Romanticismo de la escuela Rusa y cualquier persona un poco profana en la materia que lo escuche, lejos de poder captar la esencia de su virtuosismo, quizás no le llame la atención por encima de otras obras mucho menos exigentes y posiblemente mas conocidas a nivel general. Sirvan de ejemplo las Bagatelas de Beethoven que aunque son piezas que cualquier pianista con unos cuantos años de carrera a sus espaldas puede interpretar muy dignamente, no por ello son de menos calidad.
En cuanto a grabaciones, las dos mas famosas que nos podemos encontrar son la de Horowitz y la de Ashkenazy. Dejo la de Horowitz en formato yutuf y la de Ashkenazy para que la escuchéis cuando gustéis en formato flac. Y como dije antes en ambas se pueden apreciar los estilos diferentes de manejar los tempos de los dos pianistas. Tambien son muy apreciadas las de Marta Argerich y su mejor interprete a dia de hoy podría ser Kissin.
Rachmaninoff - Piano Concerto n.3 Horowitz- Mehta - 1978
Ashkenazy Rachmaninov Concierto No.3 en D menor, op. 30
Y de bonus track los comentarios del propio Ashkenazy al concierto
Allegro ma non tanto
Es natural que Rachmaninov, poseyendo un gran talento como compositor y como pianista, demostrara todas las posibilidades del instrumento en sus obras para el piano. Sin lugar a dudas, en su Tercer Concierto para Piano alcanzó el punto álgido en ambas aptitudes, exponiendo las más maravillosas y variadas cualidades del teclado y expresando sus ideas musicales de la forma más clara posible. Líneas melódicas elaboradas aunque siempre armoniosas, infinitas variedades de ritmo en conbinación con un entusiasmo verdaderamente noble y humano; todo ello lo encontramos en este Concierto admirable. Los climax tan naturales y lógicos como los que aparecen en la cadencia y en las culminaciones de los movimientos segundo y tercero, tiene muy pocos paralelos en las obras de Rachmaninov (el primer movimiento de la Segunda Sinfonía, el también primer movimiento de la Tercera y "La Isla de la Muerte" comparten, no obstante, una lógica similar).
Aunque los tres movimientos del Concierto tienen mucho en común rítmica y melódicamente, son distintos por completo en clima e imágenes.
El primer movimiento se halla rebosante de tristeza y amargura; su final, con esos extraños sones apagados que surgen del piano, bien pudiera denominarse trágico. Su primer tema, reminiscencias del cual aparecen en los movimientos segundo y tercero, es la base para la concepción de este movimiento. Suena casi como una canción popular sobre las llanuras y colinas rusas; con este triste y desesperanzado tema se inicia el primer movimiento y, de hecho, se concluye con él, pues aparece de nuevo justamente antes de una abrupta coda.
El segundo tema es mucho más ligero y su desarrollo da orígen al único punto brillante y radiante de este movimiento. Hay dos clímax: uno en el centro del desarrollo, el otro en la recapitulación, es decir, en el centro de la cadencia.El segundo llega a su cúspide en la tonalidad de "Re" mayor, pero se halla muy lejos de ser un clímax heroico (como, por ejemplo, lo es su equivalente en el Segundo Concierto pues es el "Re" mayor con el "Si" bemol en su escala lo que le da un colorido especial y le hace sonar vacilante, un tanto angustiado.
Intermedio (Adagio)
No hay pausa entre los movimientos segundo y tercero. El segundo es un ejemplo típico de orientalismo ruso (desde el "Russian" de Glinka y las "Danzas polovtsianas" de Borodin hasta Rachmaninov) con un muy especial sabor rachmaninoviano en él. Aquí hay tranquilidad pero con una exaltación contrastada, y casi al final tenemos un momento de fantasía, cuando el tema del primer movimiento aparece en forma de vals. Titulado "Intermedio", constituye un verdadero punto de relajación entre el primer movimiento y el final. El contraste entre el Intermedio y el Final se hace pasmosamente evidente cuando este "tranquillo" oriental, ejecutado por la orquesta, es interrumpido de súbito por una explosión emotiva puramente rusa que surge del piano y que nos lleva hasta el último movimiento.
Final (Alla breve)El final, como todos en la música de Rachmaninov, es muy enérgico, pero difiere de los demás en su compactibilidad. La música no se detiene entre los temas primero y segundo (como sucede en los Conciertos Primero, Segundo y Cuarto); va tornándose cada vez más animada, y sume a los oyentes en un estado de tensión. La sección central está construida sobre el segundo tema del primer movimiento. La única fantasía rítmica del compositor hace que su sonido sea muy diferente al de la versión lenta original. Esta parte es un maravilloso calidoscopio de sonidos que saltan, resplandecen y centellean en el espacio. La recapitulación es aún más excitante: las cascadas de "più vivo", "più mosso" y "accelerando" llegan a un apoteosis en la Coda, donde el segundo tema de este movimiento Final suena de manera tan amplia y gloriosa que olvidamos todos los dolores y sufrimientos, tal es la alegría, el amor y la bondad que rebosa.
Así pues, en términos generales, la concepción de la obra es optimista, lo que prueba que Rachmaninov fue un gran artista que disfrutaba del simple hecho de vivir y que amaba a la gente. Y demuestra también que tales cosas significaban más para él que su eterno fatalismo y su constante temor a la muerte.
Es natural que Rachmaninov, poseyendo un gran talento como compositor y como pianista, demostrara todas las posibilidades del instrumento en sus obras para el piano. Sin lugar a dudas, en su Tercer Concierto para Piano alcanzó el punto álgido en ambas aptitudes, exponiendo las más maravillosas y variadas cualidades del teclado y expresando sus ideas musicales de la forma más clara posible. Líneas melódicas elaboradas aunque siempre armoniosas, infinitas variedades de ritmo en conbinación con un entusiasmo verdaderamente noble y humano; todo ello lo encontramos en este Concierto admirable. Los climax tan naturales y lógicos como los que aparecen en la cadencia y en las culminaciones de los movimientos segundo y tercero, tiene muy pocos paralelos en las obras de Rachmaninov (el primer movimiento de la Segunda Sinfonía, el también primer movimiento de la Tercera y "La Isla de la Muerte" comparten, no obstante, una lógica similar).
Aunque los tres movimientos del Concierto tienen mucho en común rítmica y melódicamente, son distintos por completo en clima e imágenes.
El primer movimiento se halla rebosante de tristeza y amargura; su final, con esos extraños sones apagados que surgen del piano, bien pudiera denominarse trágico. Su primer tema, reminiscencias del cual aparecen en los movimientos segundo y tercero, es la base para la concepción de este movimiento. Suena casi como una canción popular sobre las llanuras y colinas rusas; con este triste y desesperanzado tema se inicia el primer movimiento y, de hecho, se concluye con él, pues aparece de nuevo justamente antes de una abrupta coda.
El segundo tema es mucho más ligero y su desarrollo da orígen al único punto brillante y radiante de este movimiento. Hay dos clímax: uno en el centro del desarrollo, el otro en la recapitulación, es decir, en el centro de la cadencia.El segundo llega a su cúspide en la tonalidad de "Re" mayor, pero se halla muy lejos de ser un clímax heroico (como, por ejemplo, lo es su equivalente en el Segundo Concierto pues es el "Re" mayor con el "Si" bemol en su escala lo que le da un colorido especial y le hace sonar vacilante, un tanto angustiado.
Intermedio (Adagio)
No hay pausa entre los movimientos segundo y tercero. El segundo es un ejemplo típico de orientalismo ruso (desde el "Russian" de Glinka y las "Danzas polovtsianas" de Borodin hasta Rachmaninov) con un muy especial sabor rachmaninoviano en él. Aquí hay tranquilidad pero con una exaltación contrastada, y casi al final tenemos un momento de fantasía, cuando el tema del primer movimiento aparece en forma de vals. Titulado "Intermedio", constituye un verdadero punto de relajación entre el primer movimiento y el final. El contraste entre el Intermedio y el Final se hace pasmosamente evidente cuando este "tranquillo" oriental, ejecutado por la orquesta, es interrumpido de súbito por una explosión emotiva puramente rusa que surge del piano y que nos lleva hasta el último movimiento.
Final (Alla breve)El final, como todos en la música de Rachmaninov, es muy enérgico, pero difiere de los demás en su compactibilidad. La música no se detiene entre los temas primero y segundo (como sucede en los Conciertos Primero, Segundo y Cuarto); va tornándose cada vez más animada, y sume a los oyentes en un estado de tensión. La sección central está construida sobre el segundo tema del primer movimiento. La única fantasía rítmica del compositor hace que su sonido sea muy diferente al de la versión lenta original. Esta parte es un maravilloso calidoscopio de sonidos que saltan, resplandecen y centellean en el espacio. La recapitulación es aún más excitante: las cascadas de "più vivo", "più mosso" y "accelerando" llegan a un apoteosis en la Coda, donde el segundo tema de este movimiento Final suena de manera tan amplia y gloriosa que olvidamos todos los dolores y sufrimientos, tal es la alegría, el amor y la bondad que rebosa.
Así pues, en términos generales, la concepción de la obra es optimista, lo que prueba que Rachmaninov fue un gran artista que disfrutaba del simple hecho de vivir y que amaba a la gente. Y demuestra también que tales cosas significaban más para él que su eterno fatalismo y su constante temor a la muerte.