Juvenal
Clásico
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- 23 Ago 2004
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Nunca pensé que alguien de la Baja California pudiera despertar tan elevadas pasiones. Quizá sea esa nariz graciosa que sostiene unas gafas que le dan un aire de chiquilla aplicada o quizá sea el que una parte de mi ciudad natal pueda acariciar esos pechos, que imagino suaves y alegres cuando entrados en la harina del Amor...
No puede ser, no puede ser... Todo un océano convierte lo nuestro en agua de borrajas. Otra historia que pudo ser y no fue, algo más que muere porque las palabras no llegan a nacer. Miro su imagen y mi rostro enrojece, la sangre golpetea mis sienes y la cabeza se vuelve púrpura. No, no, no... Tan lejos y a la vez tan cerca. Me consolaré sabiendo que en una vida anterior yo fui Cortés con usted, y tú Marina conmigo, y que hace años mis ojos de cansado Bradomín te contemplaron, sonriente Niña Chole, mientras arrojabas monedas de oro al mar... ¡Ay, a ese piélago infame al que mil veces maldigo!
Princesa azteca, noble dama criolla... nunca serás para este galeote encorvado, que navega hacia anónimo Lepanto, mientras hasta aquí llegan los aullidos de la salvaje morisma.
Siempre a sus pies, linda señorita...
Atentamente,
Licenciado Juvenal Salinas de Gortari