A ver, tus palabras:
Aquí dices que es más lógico llorar por un edificio donde has estado y que se está quemando ahora. Es decir, la intensidad de las lágrimas es directamente proporcional a haber pisado el edificio y a la proximidad temporal del incendio; una lógica comprensible, de ahí que la gente cuando más llore sea cuando se está quemando su casa.
Ahora mi respuesta:
¿Acaso lo que está en negrita no es lo mismo que dijiste tú? Básicamente admites que tus lágrimas son sentidas porque tienes razones privadas para sentirlo así. Que son, claro está, respetables. Pero entonces, igual de respetable es mi indiferencia, dado que estamos hablando de sentimientos y subjetividades.
Si realmente lloráramos las pérdidas artísticas por lo que son, lloraríamos por NotreDame igual que lloramos cuando un gabacho de mierda hace alguna pintada en algún monumento de, pongamos, el sudeste asiático. Lo que quiero decir con ésto es que la importancia cultural del edificio no justifica que se lo llore más que a otros; y decir que se lo llora por eso (como han hecho algunos otros, no tú, lo admito), decir eso me parece postureo.
No, no has entendido una mierda.
Yo lloro, literalmente, la pérdida de Notre Dame en tanto en cuanto Notre Dame no es una obra de arte cualquiera, como hay cientos de miles, sino en tanto en cuanto es una de las cúspides del arte humano. En este sentido, la destrucción de su equivalente asiático supone una pérdida igualmente irreparable. Esto en el plano abstracto.
Adicionalmente, ADICIONALMENTE a esto, y no EN SU LUGAR, que es lo que dices tú, Notre Dame, el arte y la cultura en la que se enmarca y su cercanía AÑADE pena y dolor al dolor que ya siento por lo anterior. Y aún hay una tercera capa, que es la estrictamente personal, y es que he estado dos veces en ella, la útlima hace poco más de un año, por lo cual también hay un componente estrictamente personal, y se añade también esa pena. Y, ya puestos, hay una cuarta capa más que añade dolor: lo estoy viendo en vivo y en directo y en HD en un pantallón de 55 pulgadas, que es más doloroso que si te lo encuentras de sopetón al día siguiente en un periódico, de la misma forma que es más doloroso ver a uno morir que el que te lo cuenten cuando ya está muerto.
Tú, con tu deficiente entendimiento de lo que he dicho, plantas en mi boca una reducción tan simplista de todo esto que lo desfigura tanto que simple y llanamente lo convierte en mentira y dices cosas que no he dicho, y cuando te digo que no no sólo no relees sino que encima agitas mis palabras donde digo otra cosa diferente para reafirmar tu reducción simplista, con lo cual metes no una, sino dos veces, la pata hasta el corvejón. No, no digo que la intensidad de las lágrimas es directamente proporcional a haber pisado el edificio. No lo digo, lo pones en mi boca y es mentira. No lo admito, y si no admito eso no admito lo que de eso se derive, que ya es metida de pata de segunda generación.