Eterno Navegante rebuznó:
Tienes una imaginación desbordante, yo llevo TODA LA TARDE hablando con ella y me consta que mientes...
Muy bien, me habéis hecho enfadar, así voy a escribí sobre ello, a escupirlo tal y como ha sucedido.
Cuando me puso la cam, yo no sabía que hacer, así que empecé a fijarme en ella y entonces vi aquella cicatriz en su boca. Al verla me puse muy contento porque era un defecto criticable que tenía la chica. Así que me puse a mirarla con fijeza, intensidad y premeditación. La situación produjo un efecto eficaz en la muchacha y poco a poco su sonrisa se fue apagando con discreción. Estaba turbada y en cierto momento vi que bajaba los ojos con rapidez, dejaba de reír; en la cara se le dibujó una mueca de resentimiento y al final no hacía más que mirarme con odio.
Yo no cabía en mí de satisfacción, presa de una alegría extraña. Me sentía relajado, me pegué al micro y le solté: “Qué te ha pasado en la boca? Quién te la ha ampliado con el cuchillo? Parece q te hayan abierto la boca con una lima.”
Ella también se acercó a su micro: -¡O sea que también tú has oído hablar de mí! -dijo--. Eres como los demás. Te han hablado de mis heridas, te doy asco!
Me dije: está como una cabra.
-Sé que te doy mucho asco -dijo-
-¡Pero si eres muy hermosa, de verdad!
Entonces se puso a hablar otra vez de sus heridas, de las heridas espantosas que le habían destrozado la vida, -¡Te las enseñaré! -exclamó a voz en cuello-. ¡Las verás con tus propios ojos, so embustero, más que embustero!
-Pero si eres preciosa -le dije-. Ya te lo dije antes, eres preciosa. Por el amor de Dios, me has convencido, no pienses más en ello.
Comenzó a alzarse la blusa sin dejar de sollozar y le dije que no hacía falta que se quitara más prendas; me había convencido totalmente y no había necesidad de seguir haciéndose daño.
Cuando comenzó a desabrocharse la falda, me volví de espaldas y me acerqué a la ventana, porque sabía que iba a enseñarme algo desagradable; empezó a reírse de mí, a gritarme, a apuntar con la lengua hacia mi cara de acojone.
-¡Sí, sí! ¡Tú ya lo sabes todo! ¡No hace falta que te explique nada sobre lo que voy a enseñarte!
Tenía que acabar con aquello de una vez, me di la vuelta, vi que no llevaba encima más que las medias y los zapatos, y entonces le vi las heridas.
-¿Eso es? ¿Es eso todo, nada más que eso? Pero si no es nada, si no es más que una tontería. -Pero se me escurrían las palabras y las tenía que pronunciar a toda prisa para que no se me atragantasen-. Es absurdo -añadí-. Apenas se nota. Eres preciosa, una maravilla.
Se observó con curiosidad, sin creerme, y volvió a posar los ojos en mí, pero yo seguía mirándola a la cara, con el vómito flotándome en el estómago, aspiré a pleno pulmón y volví a decirle que era una mujer hermosa y el adjetivo se me escapó como un gemido. Dilo rápido, macho, dilo aprisa porque algo estaba a punto de sucederme por dentro, tenía que salir, así que le dije que tenía que ir al baño un instante y que se vistiera mientras tanto.
Fui hasta el final del pasillo, hasta el rellano de la escalera, y allí lo solté todo, llorando e incapaz de contenerme porque Dios era un asesino sin escrúpulos, un animal despreciable, es lo que era por haberle hecho aquello a aquella mujer. Baja de los cielos, Señor, baja y te reventaré la cara contra la acera, cínico sin perdón. De no ser por ti, esta mujer no sufriría tamaña deformidad, ni el mundo tampoco, y de no ser por ti habría podido joderme a una tía normal en la playa y no estar perdiendo el tiempo con una puta por msn. ¡Pero no! Te gusta gastar bromas.
Volví y ya no estaba.