Y el puto calor. Otra vez la mierda del calor, de ese calor que te abofetea por la calle, que atrae a jodechinchos hambrientos de comida fritanga gratis en terraza cara al mar; ese mar aún ennegrecido por heces, orinas, petróleos, residuos de sentinas, de tripas, de basura humana; basura que puntualmente suministramos al océano, que está tan enganchado que necesita sus dosis diarias como los escuálidos yonquis que asoman sus cabezas con este sol como si de asquerosos largartos se tratasen; calor que se te pega a ti como un imán al acero, te acosa, quieres dispararle pero es un enemigo invisible, un charlie vietcom hijo de puta que hace la guerra de guerrillas en tu piel; un sol que genera insolaciones, quemaduras, cáncer; cáncer que penetra en ti como cuchillo caliente en mantequilla, te devora, te carcome por dentro pero por fuera te embellece, “que morena estás, que guapa te has puesto”, mientras la metástasis se extiende en tu interior. Maldito buen tiempo de los cojones, maldito buen tiempo de mierda.