Si popularmente los vascos se han ganado la fama de ser muy brutos, no es precisamente por falta de motivos, pues se lo han ganado a pulso; o mejor dicho, a levantar piedras. Mocetones altos y anchos, de tez pálida y cara sonrosada levantando pesados pedruscos de todo tipo y tamaño. Este peculiar deporte que se representa en las plazas de los pueblos de todo el País Vasco a ambos lados de los Pirineos jamás dejará de sorprender a los espectadores.
El origen: “A que levanto esta piedra”, “Tres gallinas a que no”
El pueblo vasco siempre ha sido amante de los desafíos y las apuestas. De esa afición y del afán por demostrar ser más fuerte que el del caserío vecino, surgió el deporte rural vasco, entre ellos, el levantamiento de piedra o harrijasotze. Cualquier piedra que estuviera al alcance –desde rocas de las canteras hasta los cantos rodados de los ríos o la costa- servía para probar la fuerza de los hombres del lugar, que al final acabó derivando en competición.
Este deporte viene de muy lejos, se dice que en siglo XVI ya se practicaba, incluso mucho antes, aunque las primeras atestiguaciones datan de finales del siglo XIX. Pero si hay que poner una fecha, en 2012 se celebró su centenario como deporte, contando desde que los levantadores Haritza y Arteondo regularizaran las reglas de esta práctica donde no sólo hace falta fuerza, sino que se necesita una gran habilidad, una flexibilidad extraordinaria y un fondo físico que aguante alzada tras alzada.
El hombre más fuerte
El actual record de alzadas de piedra lo tiene el navarro Mieltxo Saralegi. Nacido en Leitza (Navarra) hace 45 años, este hombretón de 1,82 metros y 132 kilos ha sido el único hasta la fecha en levantar una piedra de 329 kilos. Ojo con los navarros.
Cinco horas levantando piedras
Pero si hay un harrijasotzaile famoso entre todos, ese es Iñaki Perurena, poseedor del record de 322 kilos hasta que su vecino Saralegi se lo arrebató en 2001. Suyo es el bestial record de 1.000 alzamientos seguidos de una piedra de 100 kilos en la friolera de cinco horas, cuatro minutos y 46 segundos. También es capaz de levantar una piedra de 267 kilos con una sola mano.
Ganó la apuesta, pero murió al día siguiente
El bisabuelo de Iñaki Perurena, murió al siguiente día de ganar una apuesta. Cantero de profesión, Joaquín Caballero apostó con otro hombre que era capaz de bajar desde la cantera del pueblo un enorme bloque de roca, si otros le ayudaban a colocárselo sobre los hombros. Logro su reto, pero le salió muy caro.
Piedras irregulares, el más difícil todavía con denominación de origen
Si levantar una mole 250 kilos (ya sea rectangular, cilíndrica, esférica o cúbica) ya es tarea difícil donde las haya, hacerlo con una piedra irregular lo es aún más difícil. Estos pedruscos míticos conservan su forma natural y no tienen asideros de ningún tipo.
La más famosa es la Albizturi Handi, de la localidad guipuzcoana de Amezketa, que tiene 170 kilos y se levantó por primera vez en 1875. La Etxauriko-Harria (piedra de Etxauri, Navarra) tiene 136,5 kilos, se empleaba antiguamente por los fuertotes de esta localidad navarra para hacer apuestas. También están la Igeldoko Harria (piedra de Igeldo, monte de Donostia) de 134 kilos, la Pipia de Azpeitia con 191 kilos o la Boro-arria, de Mondragón, la más pesada de su especie con 223 kilos.
La última apuesta de la piedra de Etxauri
En 1959, una compañía que estaba destinada en Navarra para hacer el servicio militar, visitó el pueblo de Etxauri para escalar las paredes del monte que lleva el mismo nombre. Allí, a los jóvenes militares se les ocurrió apostar unas botellas de vino a ver quién era capaz de levantar la famosa piedra del pueblo, de 136,5 kilos. Pedro Aristondo Amutxastegi, un joven de 22 años de la localidad costera de Mutriku, fue el único que lo consiguió.
Desde entonces, nadie más ha levantado la piedra y quedó abandonada en la era del pueblo. Los niños pronto le encontraron una utilidad: la piedra de Etxauri fue empleada como poste para jugar al futbol. Finalmente, se empleó para cubrir el hueco de una muralla.