Un confidente muy mentiroso
El testigo protegido 11304 se llama Abdelkader el Farsaoui, ejerció de imán en la mezquita de Villaverde y colaboró durante años con la Policía, quien el apodó 'Cartagena'. Si menciono la identidad del sujeto es porque es casi una celebridad y su nombre y su fotografía aparecieron en mayo de 2005 en el periódico de los agujeros. De aquellos polvos, estos lodos. Cartagena envío el pasado mes de diciembre una carta de 16 folios al Juzgado desdiciéndose de anteriores declaraciones suyas porque –explicaba- fueron fruto del miedo que tenía a la Policía. Hoy ha mentido como un bellaco y si el Tribunal no ha deducido ya falso testimonio contra el ex imán es porque corresponde hacerlo en la sentencia.
El testimonio del ex confidente, que sigue disfrutando de escolta, de una nueva identidad y cobra un sueldo de los Presupuestos Generales, ha consistido en una exculpación completa de todos y cada uno de los acusados, a los que ha apartado de las escenas truculentas donde antes les había situado. Los malos malísimos a los que ha señalado están muertos, han huido o llevan uniforme. Mohamed El Egipcio, Jamal Zpugam, Larbi Ben Sellam y hasta Rachid Aglif se lo agradecerán eternamente.
El empleado del Estado ha afirmado que alertó a la Policía de que Serhane el Tunecino había pedido mártires para hacer la yihad en España en una reunión a la que él mismo asistía, pero que los agentes se enfadaron mucho y le dijeron que volviera a llamar el lunes porque era viernes y no pensaban currar el fin de semana. A partir de ese día concluyeron sus servicios en Madrid y le obligaron a instalarse en Andalucía, un lugar que no le gustaba nada porque Cartagena no es de gazpacho y además escaseaba el trabajo.
Para complicar más la cosa, ha descrito un seguimiento a principios de 2003 que, supuestamente, él mismo hizo al Tunecino, al que vio pasar en moto junto a Said Berraj, uno de los huidos del 11-M. Cartagena estaba comiendo un bocadillo en la calle Atocha de Madrid y, ni corto ni perezoso, se montó en su ‘burra’, abandonó los calamares a su suerte y se dispuso a averiguar dónde se dirigían. La persecución le llevó hasta un Vips de la calle Colombia de Madrid, precisamente el mismo establecimiento en el que él transmitía sus confidencias. Entró con el casco puesto y ¡oh cielos! vio a Serhane el Tunecino en amigable charla con un policía de la UCIE, del que supuso que era informante.
El delirio de Cartagena parecía no tener fin. Según ha detallado, Mohamed Achraf, el tipo que pretendía estrellar un camión de explosivos contra la Audiencia Nacional, le contó que había coincidido en los calabozos de la Audiencia Nacional con Rego Vidal, el etarra que quiso matar al Rey, y que hablando, hablando, Rego Vidal, amabilísimo, le había dado los teléfonos de otros etarras para que le ayudaran en lo que quisiera.
Como los agentes de la UCIE a los que informaba, además de vagos y de amedrentarle, le dirigían sus declaraciones judiciales y hasta modificaban las confidencias que les facilitaba, no incluyeron una información suya relativa a un islamista que veía con buenos ojos pedir ayuda a ETA para atentar aunque fueran infieles. De igual manera, los malvados policías ocultaron que les había hablado de Allekema Lamari, otro de los suicidas de Leganés. El confidente tragaba porque les temía aunque cuando se negaba a realizar los viajes que le proponían nadie le arrancaba la piel a tiras.
Si Cartagena hubiera sido de madera y su padre fuera a un carpintero italiano, a esas alturas su nariz debería haber traspasado la pared de enfrente de la sala de audiencias, sobre todo cuando ha explicado su contacto con la Policía el día del suicidio de Leganés. El ex iman estaba tan tranquilo en Almería cuando unos policías se plantaron en su casa y le llevaron a Madrid a toda leche. Pasaban unos minutos de mediodía. Un comisario al que no conocía y un tal Guillermo Moreno le dijeron que tenían localizado a sus ‘amigos’ yihadistas en un piso de Leganés y le pidieron que fuera allí para saber cuántos eran y qué se proponían. El imán se negó y los agentes, de manera inexplicable, no insistieron porque, de haberlo hecho, "hubieran sido ocho los muertos".
El imán ha reconocido que estaba como un cencerro y que llegó a tener tres psiquiatras, todos ellos pagados por la Policía. La primera doctora le exprimió como un limón y le recomendó a otra compañera, que también abandonó el caso. El tercero lo medicó y, según cuenta, le ha curado. Milagros de la medicina.
Fuente
Sin duda un confidente de confianza y con la verdad por bandera.
El testigo protegido 11304 se llama Abdelkader el Farsaoui, ejerció de imán en la mezquita de Villaverde y colaboró durante años con la Policía, quien el apodó 'Cartagena'. Si menciono la identidad del sujeto es porque es casi una celebridad y su nombre y su fotografía aparecieron en mayo de 2005 en el periódico de los agujeros. De aquellos polvos, estos lodos. Cartagena envío el pasado mes de diciembre una carta de 16 folios al Juzgado desdiciéndose de anteriores declaraciones suyas porque –explicaba- fueron fruto del miedo que tenía a la Policía. Hoy ha mentido como un bellaco y si el Tribunal no ha deducido ya falso testimonio contra el ex imán es porque corresponde hacerlo en la sentencia.
El testimonio del ex confidente, que sigue disfrutando de escolta, de una nueva identidad y cobra un sueldo de los Presupuestos Generales, ha consistido en una exculpación completa de todos y cada uno de los acusados, a los que ha apartado de las escenas truculentas donde antes les había situado. Los malos malísimos a los que ha señalado están muertos, han huido o llevan uniforme. Mohamed El Egipcio, Jamal Zpugam, Larbi Ben Sellam y hasta Rachid Aglif se lo agradecerán eternamente.
El empleado del Estado ha afirmado que alertó a la Policía de que Serhane el Tunecino había pedido mártires para hacer la yihad en España en una reunión a la que él mismo asistía, pero que los agentes se enfadaron mucho y le dijeron que volviera a llamar el lunes porque era viernes y no pensaban currar el fin de semana. A partir de ese día concluyeron sus servicios en Madrid y le obligaron a instalarse en Andalucía, un lugar que no le gustaba nada porque Cartagena no es de gazpacho y además escaseaba el trabajo.
Para complicar más la cosa, ha descrito un seguimiento a principios de 2003 que, supuestamente, él mismo hizo al Tunecino, al que vio pasar en moto junto a Said Berraj, uno de los huidos del 11-M. Cartagena estaba comiendo un bocadillo en la calle Atocha de Madrid y, ni corto ni perezoso, se montó en su ‘burra’, abandonó los calamares a su suerte y se dispuso a averiguar dónde se dirigían. La persecución le llevó hasta un Vips de la calle Colombia de Madrid, precisamente el mismo establecimiento en el que él transmitía sus confidencias. Entró con el casco puesto y ¡oh cielos! vio a Serhane el Tunecino en amigable charla con un policía de la UCIE, del que supuso que era informante.
El delirio de Cartagena parecía no tener fin. Según ha detallado, Mohamed Achraf, el tipo que pretendía estrellar un camión de explosivos contra la Audiencia Nacional, le contó que había coincidido en los calabozos de la Audiencia Nacional con Rego Vidal, el etarra que quiso matar al Rey, y que hablando, hablando, Rego Vidal, amabilísimo, le había dado los teléfonos de otros etarras para que le ayudaran en lo que quisiera.
Como los agentes de la UCIE a los que informaba, además de vagos y de amedrentarle, le dirigían sus declaraciones judiciales y hasta modificaban las confidencias que les facilitaba, no incluyeron una información suya relativa a un islamista que veía con buenos ojos pedir ayuda a ETA para atentar aunque fueran infieles. De igual manera, los malvados policías ocultaron que les había hablado de Allekema Lamari, otro de los suicidas de Leganés. El confidente tragaba porque les temía aunque cuando se negaba a realizar los viajes que le proponían nadie le arrancaba la piel a tiras.
Si Cartagena hubiera sido de madera y su padre fuera a un carpintero italiano, a esas alturas su nariz debería haber traspasado la pared de enfrente de la sala de audiencias, sobre todo cuando ha explicado su contacto con la Policía el día del suicidio de Leganés. El ex iman estaba tan tranquilo en Almería cuando unos policías se plantaron en su casa y le llevaron a Madrid a toda leche. Pasaban unos minutos de mediodía. Un comisario al que no conocía y un tal Guillermo Moreno le dijeron que tenían localizado a sus ‘amigos’ yihadistas en un piso de Leganés y le pidieron que fuera allí para saber cuántos eran y qué se proponían. El imán se negó y los agentes, de manera inexplicable, no insistieron porque, de haberlo hecho, "hubieran sido ocho los muertos".
El imán ha reconocido que estaba como un cencerro y que llegó a tener tres psiquiatras, todos ellos pagados por la Policía. La primera doctora le exprimió como un limón y le recomendó a otra compañera, que también abandonó el caso. El tercero lo medicó y, según cuenta, le ha curado. Milagros de la medicina.
Fuente
Sin duda un confidente de confianza y con la verdad por bandera.