Hay que tener fe en Pedro J. Es un hombre libre, marido de Agatha Ruiz de la Prada y protagonista de un vídeo amateur, con los espías del CESID rodando con luz y sonido natural, donde se le ve recibir sin atisbo de queja el fálico consolador que una negra llamada Exuperancia Rapú portaba entre las piernas. Después de aquel resplandeciente estrellato cinematográfico, siguió haciendo su vida, asistiendo a galas y saraos y entrando por la puerta principal de La Zarzuela a merendar con Su Majestad. No le tiene miedo a nada. Con el culo desportillado y el gaznate en carne viva, ha seguido aguantando la mirada y la sonrisa a quien le ha querido retar. Tiró de la manta con el GAL y ahora anda publicado la obra y milagros de Bárcenas por fascículos. Acabará canonizado o en el fondo de un barranco con las manos carbonizadas en el volante de un coche que decidió dimitir de sus labores de frenado.
Lleva semanas portando la bandera olímpica camino de La Peineta. Ha dado cifras concretas, ha escrutado las urnas y recorrido el origen de cada voto hasta su emisor. Con nombres y apellidos publicó hace unos días la lista de los éforos que nos darían la gloria, la esperanza y el privilegio de portar la llama sagrada de Olimpia. Cincuenta votos sobre un total de 98 asistían al buen curso de nuestra causa. Las cifras cuadraban, nos dirigían sin percances hacia un 2020 de gloria y redención. La capital del Imperio volvería a ser el centro del mundo y una España rediviva regresaría a la vanguardia de las naciones. Todo era perfecto, matemático, infalible. Palabra de Pedro J. Te alabamos Señor.
Pero a Pedro J. le han metido un pollón que esta vez, sin que sirva de precedente, no quería ver acomodado en su recto. Le han hecho la del tocomocho y el timo de la estampita. Todo junto y sin miramiento alguno. A Pedro J., al revelador implacable, al mismo hombre que en breve va a desquitarse de este asuntos entrando a pecho descubierto en las alcantarillas del sanedrín olímpico. Sus lectores, y por lo tanto admiradores y acólitos, merecemos una explicación, y Pedro J. nos la va a dar. Detallada, con cifras exactas y prebendas invertidas. Quien, porqué y cuando. Porqué hace tres días si y hoy no. Y esto puede ser divertido, con factura de nighclubs y documentos gráficos de las aficiones pedófilas de los traidores en las calles de Bangkok. Comprometió su palabra y las preciosas portadas de su libelo atendiendo las falsas maledicencias de unos felones y ahora es su turno de ejercer su derecho a voto. Juez, fiscal, jurado y verdugo.
"Vamos Pedro J. ponte a bailar, que tu lo haces fenomenal, tu cuerpo...."