Ya queda perdida en las brumas del tiempo aquella época en que ilusamente pensaba que por parte de una cantidad significativa de los monolingües hispánicos podía darse cierta puesta en valor de las otras lenguas del estado, tanto o más españolas que el castellano (el euskera es más antiguo, el gallego le precedió como lengua literaria culta). Pero ya no.
Para ellos somos un problema. Hablamos así para fastidiar. El español en España y punto. Si durante generaciones millones de españoles no han contado un puto chiste, ni vivido o soñado en castellano les da igual. Ellos llegan con su idioma y el nuestro les provoca urticaria, arcadas, es un epifenoneno, una molestia, una anécdota desagradable, y tenemos que ser nosotros los que cambiemos el registro idiomatico para hacerle la ola al que llegó de Albacete hace tres dias y que no se sienta incómodo en nuestra tierra.
Nunca uso el gallego para molestar ni reivindicar, ni dejo de hacerlo por si la persona o personas que me dirijo pueda ser de fuera de Galicia. No estoy dispuesto a preguntar si puedo usar mi lengua cada vez que entro en un bar, una administración pública o recibo a un paciente en mi consulta. Si detecto problemas de compresión no tengo ningún problema en hablar castellano, si se me pide educadamente tampoco. Si alguien me dice que hable castellano con formas o argumentos improcedentes, se tragara el gallego con patatas y una copa de aguardiente de postre. Tengo el derecho legal de hablarlo y escribirlo en cualquier lugar y circunstancia dentro de Galicia, y con malos modos o razonamientos especiosos nadie me va a bajar de la burra.
No tengo ningún complejo de localismo: en gallego me he comunicado en Lisboa, en Madeira, en Cabo Verde, en Rio de Janeiro, en Recife, en Manaus, en Porto, en São Paulo. Sin estudiar portugués me he leído en versión original a Eca de Queiroz (Borges no fue capaz de hacerlo), Castelo Branco, Camoens, Jorge Amado, Saramago. En gallego se desarrolla mi vida familiar y social y todas las tareas profesionales. La hostilidad de tal vez millones de personas que son compatriotas solo por razón legal pero no de corazón me la trae al pairo. Mi idioma es eje fundamental para pivotar mi existencia y ellos no son más que ruido de fondo.