Morena tenía novio. Bueno, tenía una ristra de tíos de los que me hablaba a menudo. Por lo visto uno era su novio oficial, al que conocían sus padres. Era el que le hacía los regalos más caros. También era el más pringadísimo de todos, un blando, un flojo en la cama (según ella) y un iluso que la veía como su único y verdadero amor. LOL. Luego había otro que llegaba casi a novio oficial, del que hablaba muy bien pero al que trataba fatal. Este también hacía regalos caros y se notaba que pensaba en ella como la mujer del resto de su vida. Y luego estaban el resto, todos caían en la misma trampa, la chica jugaba muy bien sus cartas y sabía hacerse la mosquita muerta, estudiante de una carrera de esas que la gente asume que te convierte en buena persona. Pero era una fiestas, una vividora ejemplar que me enseñó a no fiarme jamás de una mujer, que ellas hacen una vida totalmente distinta cuando no se les ve y que lo máximo a lo que podemos aspirar es a no enterarnos y disfrutar de la parte que nos toca. El caso es que sí me sorprendió muchas veces su actitud poco honesta, pero he de reconocer que tras ver las caras de los tíos y escuchar cómo cada uno de ellos tenía su propio plan, totalmente ajeno al carácter real de su amada, llegaba a la conclusión de que se lo merecían. Se merecían besar esa boca que acababa de comerse otro rabo y pensar "es mía".
Los puteros, como ellas se referían a los clientes...
No se consideraban putas. De hecho se fueron del piso en el que estaban porque empezaron a meter putas...
ellas luego venían y contaban con pelos y señales los detalles escabrosos de cada cliente.
"Este la tenía como el cuello de un cantaor". "Este la tenía como mi meñique". "Este se ha ido según le he tocado, y luego le he tocado otra vez y lo mismo"...