Todo esto está muy bien, pero estos revolucionarios
islandeses, lo han tenido fácil entre comillas , porque la mayoría de sus inversiones las tenían fuera de sus países con muchas hipotecas concedidas por bancos extranjeros. Que simplemente por ser de dónde eran les financiaban el 100% de las propiedades que compraban para que ellos especularan alquilándolas, el resultado es que ellos no pagan la hipoteca ni la comunidad porque se supone que su país no les deja sacar el dinero, pero si que se quedan con el dinero de los alquileres. Y además como su verdadera residencia está en Islandia, esto no es para ellos más que un negocio que no les ha salido bien. Así en mi opinión es más fácil hacer revolución. Cuando lo que puedes perder es tu casa ahí la cosa cambia.
Los islandeses respaldaron los depósitos de los bancos en su isla pero no en el exterior, en definitiva, robaron miles de millones de euros de ahorradores de todo el mundo (300.000 sólo en UK) para quedárselos (Gordon Brown les aplicó ley anti terrorista con un par) así que de pueblo solidario y culto nada de nada, lo que son es un país de juguete, con menos habitantes que Móstoles y que se ha ido a la quiebra por falta de seriedad.
Respecto a que es el único donde ha caído el gobierno no es verdad, también cayó en Bélgica, lo que si es el único es en haber sufrido una devaluación del 76% de su divisa y haberse ido a la bancarrota. Con todo merecimiento, por cierto.
Por lo que leo aquí, desde las cacerolas hasta la ley de medios de comunicación, las similitudes de lo que pasa en Islandia con la crisis argentina del 2001 son notables. Lo resumo aquí para contribuir a diluir la verborrea del amigo “posibilista” de más arriba, que al parecer dice que cambios reales en las relaciones de poder son imposibles:
Argentina vivió durante diez años un sistema de cambio fijo (algo similar a lo que vive España con el Euro) promovido por los banqueros europeos, el FMI y el Banco Mundial, aliados con los políticos corruptos locales. Ese sistema privó al estado de su potestad de hacer política monetaria, dejándole como única opción posible para cubir déficit el contraer deuda. Cuando la fiesta llegó a su fin, los bancos desfinanciaron sus filiales locales sacando el dinero ilegalmente del país y moviéndolo a paraísos fiscales. Como resultado, la gente que quería retirar del banco sus ahorros de toda la vida se encontraba con que el banco no podía pagarles. Para disimular la situación, el gobierno decretó que no se podría retirar el dinero de los bancos por un plazo indeterminado. La agitación social subsiguiente, consistente en manifestaciones multitudinarias, cacerolas, asambleas ciudadanas y cortes de caminos en todo el país, terminó con la dimisión del presidente y la caída del gobierno.
Es decir: la mafia financiera sobornó a los políticos locales para llevar al país a una situación de deuda impagable, el FMI y el Banco Mundial feuron complices condicionando durante años su asistencia a que se continuaran las políticas que habían llevado a esa situación. Cuando la olla estaba por explotar, los bancos sacaron el dinero del país ilegalmente, comentiendo un hecho que no se puede calificar sino de un franco robo a los ciudadanos.
En gran medida por la presión pública, el gobierno post-crisis se vio obligado a renegociar la deuda unilateralemente. Se salió del mayor default de la historia mundial con una quita de un 75% del capital adeudado a los banqueros privados. Es decir se les pagó la cuarta parte de lo que decán que se les debía. Cinco años después se cancelaron los remanentes de deuda con el FMI y el Banco Mundial. Todo esto tuvo lugar en medio de un proceso de cambio de la escena política como nunca antes había sucedido. La feroz oposición de los medios de comunicación complices del robo llevó a que se aprobara una ley de comunicaciones que fue calificada de “ejemplar” por el Relator para la Libertad de Expresión de la ONU.
No creo que sea correcto idealizarlo al punto de llamarlo “revolución” (hubo un montón de problemas que no se solucionaron) pero al menos en el caso Argentino los resultados fueron una mejora substancial en la situación del país. Baste mencionar que por primera vez en nuestra historia los efectos de una crisis global fueron casi imperceptibles.
La deuda sí que la van a pagar, lo que negociaron fueron los intereses.
Irlanda pagará al 5 y pico, e Islandia al 3%
Privatizados en 2003, los tres principales bancos (Kaupthing, Landbanski y Glitnir) tuvieron que ser nacionalizados de urgencia en octubre de 2008, a consecuencia de la implosión del sistema bancario. Incluso se suspendieron durante varios días los intercambios en el mercado de acciones en la bolsa de Reykjavik. El Estado, que desembolsó millones de euros para recuperar esos bancos,[2] quedó al borde de la quiebra y previno que sólo podría garantizar los depósitos efectuados en Islandia. Presa del pánico, los inversores extranjeros reclamaron su dinero colocado en las sucursales de Londres, Berlín, La Haya o Bruselas. Posteriormente al pago que se le hizo a 34.000 inversores alemanes del Kaupthing Bank, el más importante del país, Londres y La Haya indemnizaron a sus ciudadanos perjudicados por la quiebra del banco on line Icesave, filial de Landsbanki. Por lo tanto, casi 320.000 inversores neerlandeses y británicos recuperaron en parte sus ahorros gracias a la contribución de sus Estados. Una gran operación para el sector privado: por un lado, las responsabilidades de los banqueros islandeses y de sus sucursales en el extranjero se evaporaron mediante la nacionalización de sus deudas, es decir la recuperación de las mismas por los contribuyentes islandeses, y, por el otro, los especuladores británicos y neerlandeses vieron sus frágiles inversiones garantizadas por sus Estados respectivos.
Pero nos debemos preguntar ¿cómo el Estado islandés, dado el nivel de su endeudamiento, puede pagar al Reino Unido y a los Países Bajos sin poner en peligro a su población? Sin embargo, es precisamente eso lo que reclaman con insistencia la Unión Europea, el FMI y los países concernidos. Islandia debe reembolsar su deuda sin importar el coste humano. Además, el Reino Unido y los Países Bajos, que insisten en tener prioridad frente a otros acreedores, rechazan cualquier compromiso sobre la cantidad a recobrar.
Como consecuencia de esta presión popular, el primer ministro, Geir Haarde, declaraba a fines de 2008 que «existen muchos argumentos legales que justifican que no paguemos». Al mismo tiempo, el parlamento adoptaba una resolución anunciando que el reembolso estaría condicionado a la «capacidad de pago»[3] del país. Evidentemente, esto fue un gran motivo de preocupación para los prestamistas, entre ellos el FMI. Y lógicamente estos prestamistas actuaron usando todo su influencia, rápida y subrepticiamente, entre bambalinas, y consiguieron invertir la situación: una ley de indemnización, llamada ley Icesave,[4] fue aprobada en la noche del 30 al 31 de diciembre de 2009, por escasa mayoría (33 votos a favor, y 30 votos en contra), por el parlamento en plena fiesta de fin de año. Siguiendo los consejos del FMI, esta ley prevé la apertura a las ayudas internacionales, el acercamiento a la Unión Europea en vista a una futura adhesión y la restitución por el Estado de los 3.800 millones de euros con dinero público: 2.500 millones al gobierno británico y 1.300 millones al neerlandés.
El hecho de que Islandia pueda, por esta ley, pagar una deuda que representa cerca de 12.000 euros por ciudadano, o sea, el equivalente al 40 % del PIB de la isla en 2009, tranquilizó inmediatamente a los mercados, y la agencia de calificación crediticia Standard & Poor’s se apresuró a cambiar la perspectiva de nota de Islandia de negativa a estable.[5] Recordemos que las agencias de calificación crediticia ejercen un verdadero poder discrecional sobre las finanzas gubernamentales, ya que influyen directamente en las primas de riesgo y en el tipo de interés
El FMI del «socialista» Dominique Strauss-Kahn, que nunca tuvo tanto dinero a su disposición para prestar a los países en dificultad, espera estar seguro del reembolso antes de desbloquear parte del crédito que integra un plan de salvamento de 5.000 millones de dólares decidido en octubre de 2009. Mucho antes de la adopción de la ley por el parlamento, la ultra liberal UE previno que sólo abrirá sus puertas, cada vez más herméticas, en el caso de que Islandia obedezca y efectúe el pago a los acreedores. «La Comisión Europea ha tomado partido claramente por el Reino Unido, puesto que su presidente indicó, desde el mes de noviembre [2009] que no habrá ayuda europea hasta que el caso Icesave no se resuelva [...] Europa y el FMI se aprestan por lo tanto a una verdadera hazaña: rebajar a la categoría de país pobre a un país cuyo IDH (Índice de desarrollo humano) se elevó en pocas décadas al más alto nivel... En consecuencia: los islandeses, cuya gran mayoría es altamente calificada y políglota, que trabajan mucho con los países nórdicos, donde se integran fácilmente, han comenzado a emigrar, y ya partieron 8.000,
Esta historia empieza a finales de los ochenta. Un país casi autárquico, que peleaba con Irlanda por el dudoso honor de encabezar los índices de pobreza en Europa occidental, dependiente en extremo de sus recursos naturales, decide dividir sus capturas pesqueras en cuotas, las trocea, las reparte entre unos pocos y crea de la nada un puñado de multimillonarios. Esa jugada estrena una era de crecimiento, que incluye la entrada en el espacio económico europeo, y a finales de los noventa los islandeses son ya comparativamente tan ricos como los alemanes. No es suficiente: hace justo 10 años, el país da un inesperado golpe de timón para convertirse en una economía basada en los servicios financieros; "en el Wall Street del Ártico", resume el economista Magnus Skulasson.
El Estado privatiza los tres grandes bancos -en un cóctel con ingredientes de nepotismo, capitalismo de amiguetes en los puestos directivos, muy laxos controles regulatorios-, los deja en manos de gente sin apenas experiencia (Islandia no es Suiza) y el sistema financiero se adentra en una bacanal de excesos. Con el país encaramado a lo más alto de los índices de libertad económica, los banqueros se lanzan a comprar empresas en toda Europa, se endeudan hasta las cejas, atraen capitales de todo el mundo, pagan salarios estratosféricos, celebran sonadas fiestas con superestrellas regadas con champán...
Crecen a toda velocidad en un relato de colosal locura, en el que son capaces de encontrar formas complejas de disimular los riesgos y, de paso, convierten a sus habitantes en hijos predilectos de Milton Friedman y del modelo neoliberal. Hasta que el vendaval de la crisis se los lleva por delante. A los bancos y, con ellos, a todo el país
Los milagros económicos de ayer (Islandia, Irlanda, Estonia, tal vez España en algún sentido) suelen ser los casos perdidos de hoy. En Islandia, el factor diferencial es el tamaño: el balance de los tres grandes bancos llegó a multiplicar por 10 el PIB en los años en los que el país volaba alto, una cifra que no resiste comparación. Cuando esos números empezaron a despertar recelos y a poner en peligro la formidable expansión económica, el presidente islandés, Olafur Grimsson, decretó la supremacía del empresariado vikingo: hombres capaces de arriesgar más, de endeudarse más, de competir con las mayores plazas financieras sin pestañear. Una campaña de propaganda en toda regla que dio los resultados esperados: Moody's otorgó la consabida triple A (la máxima calificación de solvencia) a la banca islandesa en 2007, y las entidades se lanzaron a captar depósitos en toda Europa para paliar sus crecientes dificultades de financiación en los mercados.
Pero no son sólo los bancos. En el momento de mayor exuberancia, el país entero les sigue. Vaya si les sigue:
las empresas, las familias y el Estado se endeudan por encima de sus posibilidades, con préstamos en moneda extranjera o ligados a la inflación y demás innovaciones financieras. El cuento de la lechera, el ungüento de serpiente, el crecepelo dorado islandés, el relato que la gente creyó se basaba en esa osadía, esa exuberancia vikinga, esa valiente superioridad unida a la supuesta infalibilidad del capitalismo libertario y de las innovaciones financieras, que prometían un futuro sin sobresaltos. Cuando llegó el petardazo: la quiebra de Lehman Brothers secó el océano de liquidez que inundaba el sector financiero mundial. Y de la noche a la mañana quedó claro que los bancos islandeses estaban nadando desnudos y sin salvavidas. No pudieron hacer frente a sus obligaciones de pago y quebraron: sólo el agujero de Lehman Brothers supera el castañazo de los tres grandes bancos del país tomados como uno solo. El Estado, con apenas 330.000 contribuyentes, tampoco pudo inyectar dinero para mantener a flote semejante castillo de naipes y los países europeos miraron hacia otro lado: en realidad, miraron hacia sus propios bancos, metidos en muchos casos en el mismo cenagal. Los bancos (especialmente los de los países más pequeños) son internacionales hasta que quiebran. Entonces son nacionales.
El seísmo fue de tal magnitud que provocó una pequeña revolución y derivó en un cambio de Gobierno, una coalición de socialdemócratas y verdes, en los que milita Sigfusson. Y el nuevo Gobierno tuvo que pedir prestado al FMI, que tutela la política monetaria y la fiscal con las recetas habituales.
Con un desafío mayúsculo como envenenada guinda final: uno de los tres grandes bancos, cuando ya no podía financiarse en los mercados, abrió una sucursal por Internet -denominada Icesave, ahorros congelados en traducción libre- y captó miles de millones de euros en Holanda y Reino Unido. Ahora los dos países reclaman esa deuda: casi 4.000 millones de euros a pagar en 15 años con intereses del 5,5%. El Ejecutivo acaba de firmar el acuerdo. Nada es gratis: es el contribuyente quien tiene que pagar.
La historia tiene ribetes delirantes. Los británicos precipitaron la quiebra de la banca islandesa al aplicarle la ley antiterrorista en octubre de 2008, para evitar una repatriación de capitales como la que llevó a cabo Lehman Brothers con su filial británica, y ahora, junto a los holandeses, aprietan todas las clavijas: presionan a la UE, al FMI, a los países escandinavos y, cómo no, al Ejecutivo islandés.
Ah, y al país lo gobierna una lesbiana desde el 1 de febrero del 2009, que lo sepais.
Jóhanna Sigurðardóttir - Wikipedia, la enciclopedia libre
Una encuesta de opinión sobre la materia realizada en agosto de 2005 mostró que el 43% de los encuestados estaban a favor de la adhesión a la UE mientras que el 37% estaban en contra, y el 20% restante estaban indecisos. Cuando se le preguntó si Islandia debería comenzar las negociaciones de adhesión, el 55% estaban a favor mientras que el 30% estaban en contra
Una encuesta publicada por Fréttablaðið el 3 de noviembre de 2008, mostró que un 80% de los islandeses está a favor de la iniciación de los trámites para la adhesión de Islandia a la UE. Y otra encuesta publicada tres semanas más tarde mostró que un 60% de la población está favor de la adhesión a la UE.