yosoyjuaker
Novato de mierda
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- 29 Sep 2007
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Hola amigos:
Hasta ahora no me había decidido a dar mi versión de los hechos, en realidad, nada sabía de este foro y de la polémica desatada por la confesión del alma mater de puta locura.
Fue el domingo, viendo Sabías a lo que venías, cuando vuestro amigo Torbe mencionó que se había vuelto gay y que le ponían los calvos cuanto, en un microsegundo, todo vino a mi cabeza a marchas aceleradas, como si hubieran proyectado frente a mi las seis temporadas de Lost en medio minuto y reconocí en ese cuerpo decrépito al joven que conocí hace casi una decada. Mi mente, anteriormente obstruida, se puso a recordar.
Un día, allá por 1996, cuando lo servicios de chat comenzaban a despuntar en este país entré por curiosidad en un chat gay. Hasta aquel entonces no había experimentado ninguna curiosidad por el sexo entre hombres, simplemente me hacía gracia ver que tipo de gente entraba por esos lares. Pronto uno de los participantes me hizo un privado, algo que hasta entonces desconocía, y comenzamos a charlar. Descubrí en este chico un ser lleno de dudas y complejos por resolver. Me contó su infancia desdichada en diferentes colegios y como descubrió su posible homosexualidad una noche en un internado regido por el opus. Al parecer, un chico se había colado en su litera y le había obligado a chuparsela. Por miedo, pero también movido por la curiosidad, el había sacado brillo a ese chupachups adolescente y de esa forma es como se había iniciado en el mundo de la homosexualidad.
Continuamos hablando y sondeó la posibilidad de encontrarnos. Lo cierto es que tenía curiosidad por conocerlo, parecía una buena persona algo lenguaraz y divertida. Esa misma noche nos encontramos en mi casa. Una vez allí me encontré un ser delicado y confuso, como una florecilla campestre. Su labia luciferina y aparente fragilidad fué minando mis defensas y cuando me quise darme cuenta lo tenía abrazado cual animalillo asustado.
Traté de calmarlo y para convencerle de que su pasión por el sexo opuesto era un error le puse una película porno. Recordad que en aquella epoca aún no era facil descargar contenidos por internet y que el porno era una posesión valiosa y precida que pasaba de unas manos a otras. Más calmados nos sentamos en mi sofá. Lo miré de reojo. Era alto y esbelto, unas almidonadas guedejas capilares le cubrían su noble testud. Por mi parte yo estaba rapado. No era un vulgar calvo, no amigos, no había sido desposado de mi cubrimiento por la naturaleza, yo era un calvo voluntario, un pionero de la calvicie, y tampoco era pequeño en absoluto, estaba ligeramente músculado, en definitiva, yo era un calvo jason staham, no un calvo moby de mierda.
El hecho es que con la película nos fuimos animando. Yo me cohibía por desconfianza pero él sacó su verga y comenzó a sacudirse la sardina. En ese momento descubrí la fuente, el origen de la confusión. Su pequeña herramienta apenas destacaba entre la ropa. Me miró y encontró la comprensión en mi rostro. Rompió a llorar. En ese momento cualquier posibilidad de sacar mi pirula se esfumó: habría sido demasiado cruel. Mírala, me dijo, y cogiendo mi mano se la llevó a esa miniatura viril, a ese miembro tan pequeño que no le cabía la menor duda.
Presa de sentimientos contradictorios y cogido de improviso maquinalmente comencé a sacudir ese pequeño objeto con la mano. No es tán pequeño, consolé sobre sus sollozos. Supongo que movido por la compasión me lo llevé a la boca. Ni siquiera pensé en lo que estaba haciendo, esa pequeñez ni siquiera se podía considerar una verga, aquello no era una práctica homosexual, era como llevar a mear a un niño pequeño. Antes de que me diera cuenta me dijo que quería montarme, que lo haría y después sería él el atravesado. Toda mi cabeza decía que no, pero lo cierto es que la película me había puesto malo y quería descargar, pensé que desde atrás, con esa melena y el vello corporal, no me costaría imaginarme estar empalando a una genuína hembra bilbaína.
Antes de que me diera cuenta me tenía mirando a cuenca. La película había acabado. Allí estabamos, en mi piso del aperribai en una habitación en semipenumbra con la tele en nieve y con mi culo puesto como la roca esperando a excalibur. Supongo que insconscientemente esperaba algo, una dolor, un desgarro, algo de pasión. Sin lubricante Torbe dirigió su pirulí hacia mi ojete, pero en lugar de sentirme lleno, experimenté algo comparable a la picadura de una avispa, al pinchazo de un pin puesto por un tuerto, a una pequeña y desagradable molestia, no voy a mentir, me sentí ligeramente defraudado. En poco tiempo, Torbe bufaba y me propinaba duros empellones. Mentiría si hablara de pasión, de placer, de presión. Mi ojete dilatado por el extreñimiento congénito, apenas si acusó los embates de amor que me propinaba.
Finalmente un recrudecimiento de la acción y una ligero humedecimiento indicó que todo había finalizado. Avergonzados por el curso de los acontecimientos, fuimos incapaces de mirarnos a la cara, no ya a continuar con la segunda parte del plan. De todos modos pensé que no hubiera sido un intercambio justo. Aturullado se vistió y se fue. Días más tarde me llamó diciendome que me echaba de menos, que me añoraba, que estaba dispuesto a cumplir su trato. Incluso un día lo encontré en mi portal al regresar a casa. Le hice comprender que no sentía lo mismo, y aunque halagado, no pensaba perforarle el duodeno. Finalmente el tiempo pasó y la experiencia quedó oculta por otras experiencias hasta este domingo.
Y eso es todo. Espero haber aclarado la cuestión.
Un saludo. El calvo
Hasta ahora no me había decidido a dar mi versión de los hechos, en realidad, nada sabía de este foro y de la polémica desatada por la confesión del alma mater de puta locura.
Fue el domingo, viendo Sabías a lo que venías, cuando vuestro amigo Torbe mencionó que se había vuelto gay y que le ponían los calvos cuanto, en un microsegundo, todo vino a mi cabeza a marchas aceleradas, como si hubieran proyectado frente a mi las seis temporadas de Lost en medio minuto y reconocí en ese cuerpo decrépito al joven que conocí hace casi una decada. Mi mente, anteriormente obstruida, se puso a recordar.
Un día, allá por 1996, cuando lo servicios de chat comenzaban a despuntar en este país entré por curiosidad en un chat gay. Hasta aquel entonces no había experimentado ninguna curiosidad por el sexo entre hombres, simplemente me hacía gracia ver que tipo de gente entraba por esos lares. Pronto uno de los participantes me hizo un privado, algo que hasta entonces desconocía, y comenzamos a charlar. Descubrí en este chico un ser lleno de dudas y complejos por resolver. Me contó su infancia desdichada en diferentes colegios y como descubrió su posible homosexualidad una noche en un internado regido por el opus. Al parecer, un chico se había colado en su litera y le había obligado a chuparsela. Por miedo, pero también movido por la curiosidad, el había sacado brillo a ese chupachups adolescente y de esa forma es como se había iniciado en el mundo de la homosexualidad.
Continuamos hablando y sondeó la posibilidad de encontrarnos. Lo cierto es que tenía curiosidad por conocerlo, parecía una buena persona algo lenguaraz y divertida. Esa misma noche nos encontramos en mi casa. Una vez allí me encontré un ser delicado y confuso, como una florecilla campestre. Su labia luciferina y aparente fragilidad fué minando mis defensas y cuando me quise darme cuenta lo tenía abrazado cual animalillo asustado.
Traté de calmarlo y para convencerle de que su pasión por el sexo opuesto era un error le puse una película porno. Recordad que en aquella epoca aún no era facil descargar contenidos por internet y que el porno era una posesión valiosa y precida que pasaba de unas manos a otras. Más calmados nos sentamos en mi sofá. Lo miré de reojo. Era alto y esbelto, unas almidonadas guedejas capilares le cubrían su noble testud. Por mi parte yo estaba rapado. No era un vulgar calvo, no amigos, no había sido desposado de mi cubrimiento por la naturaleza, yo era un calvo voluntario, un pionero de la calvicie, y tampoco era pequeño en absoluto, estaba ligeramente músculado, en definitiva, yo era un calvo jason staham, no un calvo moby de mierda.
El hecho es que con la película nos fuimos animando. Yo me cohibía por desconfianza pero él sacó su verga y comenzó a sacudirse la sardina. En ese momento descubrí la fuente, el origen de la confusión. Su pequeña herramienta apenas destacaba entre la ropa. Me miró y encontró la comprensión en mi rostro. Rompió a llorar. En ese momento cualquier posibilidad de sacar mi pirula se esfumó: habría sido demasiado cruel. Mírala, me dijo, y cogiendo mi mano se la llevó a esa miniatura viril, a ese miembro tan pequeño que no le cabía la menor duda.
Presa de sentimientos contradictorios y cogido de improviso maquinalmente comencé a sacudir ese pequeño objeto con la mano. No es tán pequeño, consolé sobre sus sollozos. Supongo que movido por la compasión me lo llevé a la boca. Ni siquiera pensé en lo que estaba haciendo, esa pequeñez ni siquiera se podía considerar una verga, aquello no era una práctica homosexual, era como llevar a mear a un niño pequeño. Antes de que me diera cuenta me dijo que quería montarme, que lo haría y después sería él el atravesado. Toda mi cabeza decía que no, pero lo cierto es que la película me había puesto malo y quería descargar, pensé que desde atrás, con esa melena y el vello corporal, no me costaría imaginarme estar empalando a una genuína hembra bilbaína.
Antes de que me diera cuenta me tenía mirando a cuenca. La película había acabado. Allí estabamos, en mi piso del aperribai en una habitación en semipenumbra con la tele en nieve y con mi culo puesto como la roca esperando a excalibur. Supongo que insconscientemente esperaba algo, una dolor, un desgarro, algo de pasión. Sin lubricante Torbe dirigió su pirulí hacia mi ojete, pero en lugar de sentirme lleno, experimenté algo comparable a la picadura de una avispa, al pinchazo de un pin puesto por un tuerto, a una pequeña y desagradable molestia, no voy a mentir, me sentí ligeramente defraudado. En poco tiempo, Torbe bufaba y me propinaba duros empellones. Mentiría si hablara de pasión, de placer, de presión. Mi ojete dilatado por el extreñimiento congénito, apenas si acusó los embates de amor que me propinaba.
Finalmente un recrudecimiento de la acción y una ligero humedecimiento indicó que todo había finalizado. Avergonzados por el curso de los acontecimientos, fuimos incapaces de mirarnos a la cara, no ya a continuar con la segunda parte del plan. De todos modos pensé que no hubiera sido un intercambio justo. Aturullado se vistió y se fue. Días más tarde me llamó diciendome que me echaba de menos, que me añoraba, que estaba dispuesto a cumplir su trato. Incluso un día lo encontré en mi portal al regresar a casa. Le hice comprender que no sentía lo mismo, y aunque halagado, no pensaba perforarle el duodeno. Finalmente el tiempo pasó y la experiencia quedó oculta por otras experiencias hasta este domingo.
Y eso es todo. Espero haber aclarado la cuestión.
Un saludo. El calvo