Yo recuerdo una vez que siendo chinorri nos juntamos varios en un keli para hacer la güija. Era un piso destartalado y hecho mistos de la barriada de Los Pajaritos, con desconchones en las paredes, humedades y cucarachas paseándose por las diferentes habitaciones. Los padres del coleguilla que vivía allí estaban, él en la cárcel y ella prostituyéndose en el polígono Carretera Amarilla (esto lo supimos a los pocos años); dada la situación de sus progenitores, el niño no tenía más remedio que vivir con sus abuelos en un piso del mismo bloque, pero se las agenciaba para hacerse con las llaves del piso de sus viejos y entrar allí a cafrear con nosotros.
Era un día de ver-ano, por la noche, y estábamos en la calle comiéndonos unos flash de limón y fumándonos unos Fortuna a escondidas cuando se nos ocurrió que podíamos ir al piso del colega a hacer espirituismo. Como nadie tenía una güija de ley, optamos por pintarla en un folio con un boli Bic y coger un vaso de chupito que el alcohólico de su padre tenía apalancao en un mueble de la cocina. Nos dispusimos todos alrededor del "tablero" y empezamos la sesión. Todos con el dedo apoyado en el vaso y diciendo estupideces, invocando a demonios que nos inventábamos o a familiares o conocidos moridos.
Como era de esperar, siempre había uno que movía el vaso y que juraba que él no había sido cuando se le preguntaba, solíamos ser yo o "el acabao" (vaya apodo para un niño que aún no cumplía los doce años) y toda la peña tragaba y se lo creía, más que nada porque a los veinte minutos estaba todo el mundo sugestionao que te cagas con que aquello funcionaba.
El vaso se movía de un lado a otro frenéticamente cuando se preguntaba lo que sea en voz alta, señalando las letras necesarias para formar un mensaje que casi siempre era del palo de "vais a morir todos" o "escapad mientras podáis". El acabao y yo nos mirábamos intentando no dar el cante de que éramos nosotros los que manipulabamos el vaso. De repente se oyen ruidos en la cocina y todo kiski se pone en tensión.
- "¡Hostia, hostia, que el fantasma se ha aparecido en la cocina!"
- Illo gordo, ve tu, que es tu casa.
- Una polla, ve tú.
Los ruidos continuaban y optamos por ir todos en tromba a la cocina a pegarle una paliza al fantasma, presos del miedo y a la desesperada. Cuando llegamos a la cocina vimos a un yonki que se había colado en el piso a mangar (era un bajo), y a pesar de ver que era un humano nos sudó la picha; con la caña psicológica que nos habíamos dado era un fantasma que venía a matarnos. Entonces lo que hicimos fue abalanzarnos todos sobre él (seríamos unos seis) y darle patadas, tirarle cosas, gritarle, escupirle e insultarle a voz en grito mientras él intentaba volver a la calle a través de la ventana. Al final lo consiguió, pero se llevó un montón de golpes mientras le gritábamos: "¡Fantasma de mierda!" "¡Hijo de puta!" "¡Me cago en tus muertos!"
Los años pasaron y para todos y cada uno de nosotros, a día de hoy, aquel piso sigue estando maldito. Da igual que sepamos que era un enganchao y no un fantasma, seguimos sintiendo escalofríos cuando pasamos por el portal de ese bloque. ¿Por qué? Imagino que porque mola pensar que tuvimos un encuentro con el más pallá, aunque en cuanto entramos en la cocina vimos que no era asín. Lo que me lleva a pensar que el ser humano necesita pensar que lo paraarnormal existe, porque si no, esta vida es un aburrimiento de mierda.
Si no creo en los fantomas, ¿por qué cuando alguien saca el tema o veo alguna penícula sobre esto, siento un enorme respeto guión miedo? ¿Por qué si me dicen de entrar en una casa abandonada por la noche digo que nasti de plasti, y luego no tengo miedo de entrar en Las Vegas a la hora que sea? O de pasar meses en el talego. Todo esto con cuarenta y pico años que tengo. Me quedo flipao con el poder de lo sobrenatural sobre la mente de las personas en general. Muy pocos, por no decir ninguno, me he encontrado a lo largo de mi vida que esto no le suponga, como mínimo, un recular frente a lo desconocido.
Ahora, eso sí, el que se metió a robar en el piso logró escaparse por la ventana, pero se llevó hasta un pinchazo con un tenedor en el gemelo derecho.