El Chico Piedra Pomez
Novato de mierda
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- 19 May 2019
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Hola, compañeros del vicio...
Llevaba un tiempo sin caer en estas tentaciones del masaje oriental con sorpresa, pero los sinsabores de la vida han vuelto a golpear y la tentación siempre aguarda en todas las esquinas. Hace unos días, había quedado con una muchacha por la cual estaba muy ilusionado en plaza de España. Consciente de que las mujeres nunca son puntuales, espere y espere, no la escribí por wahatsapp, por no meterla prisa, al fin de cuentas ¿qué es una hora de espera por alguien que te gusta? Ya lo se, ya se, no se rían de mi, soy un pringadete, pero aun quiero creer en esas mierdas del amor y esas cosas que nos venden en la cultura popular...
En fin, en fin compruebo mi whatsapp, ella me me ha mandado un escueto mensaje hace unos escasios cinco minutos: "Lo siento, ha surgido algo, no puedo verte." Será zorr...
Tras mi fracaso bajo por Leganitos con la intención de tomarme un Ramen instantáneo en Sugoi Station, me detengo un segundo frente a la tienda de uñas junto a librería china, hay un montón de chinas ociosas sin mucho que hacer, una de ellas me ve observándolas, y se apresura a invitarme a entrar, quiero reanudar la marcha, me conozco y se lo débil que soy al placer oriental, pero aunque mi cerebro da la orden de reanudar la marcha, mis pies obedecen a mi pene, y acompaño a la señorita al interior.
-Masaje, media hola 25, una hola 35. - me dice una mujer de posiblemente mas de cuarenta primaveras, que a pesar de que posiblemente ya ha visto sus sueños de juventud marchitar, aun se esfuerza en mantenerse deseable. Es delgada, pelo negro y laceo que le llega a la cintura. Cuando sonríe se le marcan unas arrugas alrededor de los ojos que desvelan su edad y años de victorias y derrotas hasta recalar en este antro multicultural llamado Madrid.
La señora habla unas palabras con las compañeras en mandarin, espero que este diciendo que le ha tocado la lotería con un tipo tan guapo como, cuando no se entiende un idioma uno puede inventarse o que quiera. Miro rapidamente a sus compañeras, dudo un momento en si elegir a otra de las chicas que es mas bella y mas joven, ante la duda de si se dedica al masaje, y sin la intenciñon de herir a mi anfitriona en sus sentimientos, continuo con ella.
Me dirige a la cabina en donde antes de despelotarme le entrego los 25 eulos para la media que contrato. Ella sale de la cabina y me pide que me ponga cómodo, como siempre suelo hacer en estos menesteres me dejo los gayumbos puestos para no parecer lo desesperado que estoy por algo de cariño. Cuando vuelve, ella sonríe, y e acerca a mi quitándome los gayumbos,
-Esto también quita.
Me embadurna la espalda en aceite y procede a masajear mi espalda, no es una experta de ninguna manera, pero sus manos son suaves y me relaja. No hablamos nada, ya he comprado lo nulo de su español en nuestras primeras negociaciones, y no tengo ninguna gana de un intercambio linguistico, solo estoy aquí para vaciar mis bolas. Sin embargo, también me relaja su tarareo de alguna canción mandarina que jamás he oído.
Me masajea los gluteos, parece que mis horas de gimnasio los han hecho apetecibles, al menos quiero creer eso. Tras unos minutos relajado por su tacto y su tarareo, me pide darme la vuelta. Desliza sus manos alrededor de mi falo, entonces viene la pregunta inevitable.
-¿Masaje ahí?
-¿Diez euros? -Me sugiere.
-Veinte.
-Diez. -Insisto.
Ella se ríe
-Poco, poco, tu tacaño-
-Veinte ¿desnuda?
Ella ríe.
-Treinta, quita ropa...
No quiero pasarme del presupuesto.
-Veinte,
Ella insiste que treinta... La sangre se acumula en el punto donde los hombres se ciegan, acepto darle los 30... Se depelota, es delgadita, vello púbico arregladito, típica marca de cesárea en estas trabajadoras orientales que desvelan las verdaderas razones de su ocupación en estos rublos tan mal vistos. Y unos pechos pequeños pero bien puestos, firmes, que aun no han cedido a las leyes de la gravedad. Me gustan sus pezones rosados, y me lanzo a devorarlos como niño sediento de la teta de su madre. Ella agarra mi arma, y con delicadeza sacude la mano en busca de la pocima de mi adn, con mi mano libre agarro su culo, es pequeño y algo carpeta, pero cómodo de agarrar. Le doy unos pequeños azotes. Parece disfrutar cuando le succiono los pechos, con mi otra mano acaricio el secreto de sus pecados, esta húmedo, me permite introducir los dedos, lo hago con gentileza mientras devoro los pechos y ella le da al manubrio, son unos momentos intensos que acaban en un clímax de ambos, mis dedos están humedecidos por su calor, y me he corrido sin tan siquiera darme cuenta. Que do tumbado en la camilla intentando recuperarme, reflexionando en los hechos acaecidos ese día... Ella me limpia, me doy una ducha antes de salir, bajo el agua me purifico del pecado que ha aliviado el dolor de mi rechazo por unos miseros 55 euros
Llevaba un tiempo sin caer en estas tentaciones del masaje oriental con sorpresa, pero los sinsabores de la vida han vuelto a golpear y la tentación siempre aguarda en todas las esquinas. Hace unos días, había quedado con una muchacha por la cual estaba muy ilusionado en plaza de España. Consciente de que las mujeres nunca son puntuales, espere y espere, no la escribí por wahatsapp, por no meterla prisa, al fin de cuentas ¿qué es una hora de espera por alguien que te gusta? Ya lo se, ya se, no se rían de mi, soy un pringadete, pero aun quiero creer en esas mierdas del amor y esas cosas que nos venden en la cultura popular...
En fin, en fin compruebo mi whatsapp, ella me me ha mandado un escueto mensaje hace unos escasios cinco minutos: "Lo siento, ha surgido algo, no puedo verte." Será zorr...
Tras mi fracaso bajo por Leganitos con la intención de tomarme un Ramen instantáneo en Sugoi Station, me detengo un segundo frente a la tienda de uñas junto a librería china, hay un montón de chinas ociosas sin mucho que hacer, una de ellas me ve observándolas, y se apresura a invitarme a entrar, quiero reanudar la marcha, me conozco y se lo débil que soy al placer oriental, pero aunque mi cerebro da la orden de reanudar la marcha, mis pies obedecen a mi pene, y acompaño a la señorita al interior.
-Masaje, media hola 25, una hola 35. - me dice una mujer de posiblemente mas de cuarenta primaveras, que a pesar de que posiblemente ya ha visto sus sueños de juventud marchitar, aun se esfuerza en mantenerse deseable. Es delgada, pelo negro y laceo que le llega a la cintura. Cuando sonríe se le marcan unas arrugas alrededor de los ojos que desvelan su edad y años de victorias y derrotas hasta recalar en este antro multicultural llamado Madrid.
La señora habla unas palabras con las compañeras en mandarin, espero que este diciendo que le ha tocado la lotería con un tipo tan guapo como, cuando no se entiende un idioma uno puede inventarse o que quiera. Miro rapidamente a sus compañeras, dudo un momento en si elegir a otra de las chicas que es mas bella y mas joven, ante la duda de si se dedica al masaje, y sin la intenciñon de herir a mi anfitriona en sus sentimientos, continuo con ella.
Me dirige a la cabina en donde antes de despelotarme le entrego los 25 eulos para la media que contrato. Ella sale de la cabina y me pide que me ponga cómodo, como siempre suelo hacer en estos menesteres me dejo los gayumbos puestos para no parecer lo desesperado que estoy por algo de cariño. Cuando vuelve, ella sonríe, y e acerca a mi quitándome los gayumbos,
-Esto también quita.
Me embadurna la espalda en aceite y procede a masajear mi espalda, no es una experta de ninguna manera, pero sus manos son suaves y me relaja. No hablamos nada, ya he comprado lo nulo de su español en nuestras primeras negociaciones, y no tengo ninguna gana de un intercambio linguistico, solo estoy aquí para vaciar mis bolas. Sin embargo, también me relaja su tarareo de alguna canción mandarina que jamás he oído.
Me masajea los gluteos, parece que mis horas de gimnasio los han hecho apetecibles, al menos quiero creer eso. Tras unos minutos relajado por su tacto y su tarareo, me pide darme la vuelta. Desliza sus manos alrededor de mi falo, entonces viene la pregunta inevitable.
-¿Masaje ahí?
-¿Diez euros? -Me sugiere.
-Veinte.
-Diez. -Insisto.
Ella se ríe
-Poco, poco, tu tacaño-
-Veinte ¿desnuda?
Ella ríe.
-Treinta, quita ropa...
No quiero pasarme del presupuesto.
-Veinte,
Ella insiste que treinta... La sangre se acumula en el punto donde los hombres se ciegan, acepto darle los 30... Se depelota, es delgadita, vello púbico arregladito, típica marca de cesárea en estas trabajadoras orientales que desvelan las verdaderas razones de su ocupación en estos rublos tan mal vistos. Y unos pechos pequeños pero bien puestos, firmes, que aun no han cedido a las leyes de la gravedad. Me gustan sus pezones rosados, y me lanzo a devorarlos como niño sediento de la teta de su madre. Ella agarra mi arma, y con delicadeza sacude la mano en busca de la pocima de mi adn, con mi mano libre agarro su culo, es pequeño y algo carpeta, pero cómodo de agarrar. Le doy unos pequeños azotes. Parece disfrutar cuando le succiono los pechos, con mi otra mano acaricio el secreto de sus pecados, esta húmedo, me permite introducir los dedos, lo hago con gentileza mientras devoro los pechos y ella le da al manubrio, son unos momentos intensos que acaban en un clímax de ambos, mis dedos están humedecidos por su calor, y me he corrido sin tan siquiera darme cuenta. Que do tumbado en la camilla intentando recuperarme, reflexionando en los hechos acaecidos ese día... Ella me limpia, me doy una ducha antes de salir, bajo el agua me purifico del pecado que ha aliviado el dolor de mi rechazo por unos miseros 55 euros